Por Víctor Octavio García
Mis tiempos
Cuando se pierde una querencia
Los fríos invernales de este año me recuerdan mis últimos lances en el “Cantil de Abajo” antes de que el rancho quedara solo y abandonado, sabía porque Firmato Cota había chícharo, cuando me comento, meses atrás, me confío que le habían traído semilla del “otro lado” (EEUU), era de grano chico pero con mucho sabor, ven para que comas me dijo. Ni tardó ni perezoso arme una salida, no invite a nadie, la intención era pasar tres o cuatro días allá alternando una que otra mentira con el “Arepa”, ese día que agarre brecha, en cuanto dejé los médanos y tome el camino para el rancho prendí un puro (Cohiba), en ese tiempo seguido viajaba a la Ciudad de México, casi siempre que iba procuraba puros montesinos o Cohiba que le traía a regalar a Felipe Caloca +, esposo de Armida Torres, tenía buena amistad con el viejo, seguido la visitaba; Caloca era buen tipo, con todo y su tufo de español peninsular, pese a que era de barrio (sencillo, de trato amable) tenía gustos refinados; fumaba puros, degustaba jamones serranos belloteros, vinos tintos, aceite de oliva, baguettes y embutidos españoles la zona de La Toscana.
Al día siguiente que llegue al “Cantil de Abajo” en cuanto tomé café, poco antes de las siete de la mañana, agarré un balde de peltre de 10 litros y me dispuse a cortar chícharo, Firmato y el “Arepa” se fueron a los corrales a ordeñar y lidiar con el ganado, doña Lupita Talamantes, esposa de Firmato Cota, en la cochina preparando el desayuno, era a mediados de febrero, empezaban a caer las primeras “collas”, temprano me desocupe, desgrane el chícharo, antes de salir de la huerta corte unas cebollas verdes y un manojo de cilantro, doña Lupita conocía mis gustos, echarle una nata de cilantro verde al chícharo, picarle ramas verde de cebolla al chícharo como si fuesen cebollín y echarle huevo antes de apiarlo de las hornillas, lo del desayuno no me preocupaba, los desayunos solían ser muy generosos y abundantes en el “Cantil de Abajo”; tortillas de harina, frijoles fritos, queso, mantequilla, miel de abeja, en ocasiones gorditas de maíz rellenas de requesón o michas, gorditas de harina amasadas con panocha, lo mío era comer chícharo con arroz blanco en el almuerzo.
Como me quedo tiempo, agarré el rifle de balillas que llevaba y me dispuse ir a cazar palomas en el “batequi” que surte de agua al rancho, distante de la casa no más de doscientos metros, esa mañana tumbé 9 palomas, suficientes para freírlas en el sartén con orégano y ajo o bien, preparar un caldo con arroz con papas, ese día en la tarde almorcé chícharo con huevos, cilantro y arroz blanco muy sabroso, doña Lupita destendió tortillas de maíz sobre el comal y agua natural de naranja agria. ¡Quién te pego Mayoral!. Deje las palomas listas, doña Lupita decidiría cómo cocinarlas, en la tarde que nos sentamos a platicar en el corredor para acortar la noche, en uno de los mezquites que rodean la casa se sentó un lechuza que no nos dejaba platicar con un “buruquero” que tenía, parecía que había más gente en el rancho perno no, era la lechuza que disfrutaba la luna llena.
Firmato ya traía en la cabeza venirse a vivir a La Paz, doña lupita con su terno problemas de varices seguido la obligaban a guardar cama por varios días, Firmato se quejaba mucho de una rodillas y de las riumas y no podía dejar solo al “Arepa”, mucho menos mandarlo a buscar un animal al monte o traer leña, por los problemas de la diabetes en las primeras de cambio se perdía, se lo “volteaba el mundo” y había que salir a buscarlo, varias veces durmió en el monte cuando se perdía, de manera que para Firmato no había otra salida que vender el poquito ganado que le quedaba, rescatar lo que se pudiese rescatar y dejar el rancho abandonado, ya después irían a visitarlo cuando pudieran, de vez en cuando, me lo ofreció un par de veces porque sabía que me gustaba pero nunca le decidí, no sé en cuánto podía habérmelo vendido pero como siempre ando piojo nunca le tomé la palabra, el rancho quedo abandonado después de 2016 cuando se vinieron a vivir a La Paz, poco después murieron los tres; Firmato, doña Lupita y el “Arepa”, y a la familia no les intereso, tenían su vida hecha, unos en Los Cabos y otros en La Paz. Triste historia. ¡Qué tal!.
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