Por Víctor Octavio García
El Saucito
A mis leales lectores, con el mayor de mis afectos.
A principios de semana José Alfredo Búrquez me compartió varias fotos del “Saucito”, un solitario “paraje” que tienen los Ceseña en el arroyo de San Juan de la Costa, sobre el cañón hacia adentro, he estado allí un par de veces y me gustó, cuenta con una ramada -enramada- muy bien hecha con techo de palma y gruesos atravesaños de madera sobre la orilla del arroyo, a un lado de la ramada tienen un pequeño huerto con árboles frutales como limones agrios, naranjos, sidras y mangos que son irrigados con agua que traen a través de mangueras por gravedad desde el arroyo donde se encuentran ojos de agua dulce y varios palmares y frondosas matas de dátiles, dicho con mayor exactitud, es justo donde se inicia la tierra del borrego cimarrón, en el sur de la sierra de la Giganta, en plena sierra de las Tarabillas.
La última vez que estuve allí, hace cosa de 8 o diez años, disfrute mucho, el Nicho Burquez un día antes que se fue acampar me invito, iba a buscar unas reses (campear) y estaría varios días allí, yo no pude ir ese día sino hasta el día siguiente y le dije “mañana les caigo”, hecho y dicho, invité a mi compadre Rigo Sánchez, compramos dos kilos de carne para asar, tortillas, verdura dos ochitos, café molido, azúcar y ¡fierro! pal Saucito, el día estaba “achubascado” con un chipi chipi, un chipi chipi mojador, era en tiempo de calor, antes de entrar al cañón pase con el “Gordo” Almaraz por un par de lisas para asar, bonito día, no estaba el Nicho ni su hijo José Alfredo en el “paraje”, habían salido muy temprano a buscar las reses, así que nos quedamos esperando a que llegarán, no dejaba de llover, una lluvia menuda pero muy mojadora, como a eso de las tres de la tarde le dije a mi compadre Rigo que había que revivir el “atizadero”, estaba haciendo hambre, arrimamos a las apagadas brazas leños de uña de gato para que “jueran” haciendo brasas, puse agua a hervir pa’ colar café y esperar a que muriera la flama de la lumbre para asar la carne y las lisas mientras mi compadre Rigo se dispuso a picar verdura y asar tomates y chiles para preparar una salsa molcajeteada, estábamos por dejar “cai” la carne y las lisas sobre la parrilla cuando llegaron el Nicho y su hijo José Alfredo hechos tiras, mojados desde los pies hasta la cabeza de sudor, cargando un costal cada uno con carne, sí, carne pero de burro, durante la “campeada” se toparon con una manada de burros mesteños, corrieron y uno de los burros se desbarrancó quedando quebrado en una cañada, allí mismo lo sacrificaron, le quitaron el cuero sacándole las pulpas, solo las pulas sin los huesos dejando las vísceras, cabeza y costillales donde lo destazaron, era un burro grande, cada lomo pesaba más de cinco kilos, a la llegada colgaron la carne en la ramada, preciosas pulpas, cortó un pedazo de lomo –el otro me lo regaló- y los dejo “cai” en la parrilla junto con la carne y las lisas que llevábamos, se antojaba la carne, gorda, mantecosa y jugosa, con un color como si fueran cortes argentinos, el Nicho y José Alfredo comieron carne asada de burro, mi compare Rigo y yo no, nos hicimos locos.
Antes de que llegaran los “campeadores” anduve en la huertita, corté un par de sidras maduras y mangos sazones que me sirvieron de postre, la lluvia no paraba, estábamos batallando con la leña porque se mojó y hacía mucho humo, lo que no nos impidió que comiéramos carne y lisas azadas como Dios manda; estaba “pardeando”, a punto de anunciar nuestro regreso cuando se escuchó -yo no escuche por mi sordera- una quebradera de palos donde venía bajando agua en el arroyo, mucha agua, de suerte que tuve que esperar más de dos horas a que bajara la corriente para salir del cañón con el doble puesto, el agua seguía corriendo, no con la fuerza como nos sorprendió pero si con suficiente caudal para formar “atascaderos”, no obstante que está corto el tramo que recorrimos sobre el arroyo tardamos más de dos horas para agarrar la carretera en San Juan de la Costa, eso sí nos pasamos un día a toda madre.
De regreso llegue de nuevo con el “Gordo” Almaraz para regalarle medio lomo, la otra mitad se la regalaría a mi compadre Rigo o bien ya que agarrara señal el celular le hablaría a mi suegra para ver si lo quería, de entrada me dijo mi compadre Rigo que no lo quería y yo sabiendo que es carne de burro no la como porque me han platicado muchas historias desgarradoras de familias que matan y comen carne de burro que han caído en desgracia, así que para salarme más de lo que estoy, mejor paso, reconozco que he comido carne de burro infinidad de veces pero sin saber, cuando sé que es de burro me abstengo por las malditas supersticiones, al final y a regañadientes mi compadre Rigo se quedó con el medio lomo, lo pulpeó, saló, le echo sal, orégano y ajo y lo puso a secar, después de platico que lo asaron y sin hacerlo machaca se lo comieron, nos chupábamos los dedos de bueno que estaba, me confesó. El pasado fin de semana acamparon el Nicho y José Alfredo de nuevo en el Saucito y me invitaron, no pude ir porque tenía la salida al campo pesquero Los Burros, si no hubiese tenido esa salida me arrancó pal Saucito a pasar el fin de semana allá oyendo en la noche la “coyotera” y el suave arrullo de las palmeras. ¡Qué tal!.
Para cualquier comentario, duda o aclaración, diríjase a victoroctavioBCS@hotmail.com