El 14 de junio de 2006 marca un hito en la historia de Oaxaca, un momento sin retorno que dejaría una huella indeleble en el ADN de los oaxaqueños. Este día, conocido como el día de la resistencia, representa un fallido desalojo que cambiaría el rumbo del estado.
La relación entre el magisterio oaxaqueño y las autoridades estatales nunca ha sido la mejor, pero aquel 14 de junio, bajo las órdenes del entonces gobernador Ulises Ruiz Ortiz, se intentó desalojar a los docentes que habían estado manifestándose y apostándose en el zócalo en busca de mejores condiciones (o según algunos, buscando mayores beneficios para la cúpula sindical).
En aquel momento, el zócalo y los alrededores del centro histórico de Oaxaca, aún no afectados por el calor del sol, en punto de las 4:30 de la mañana presenciaron el inicio de las hostilidades entre las fuerzas de seguridad y los docentes. Decenas de personas resultaron heridas en ambos bandos, marcando así el comienzo de una nueva historia.
En aquel momento, la magnitud de lo que estaba sucediendo no era comprensible para el resto de los oaxaqueños. Parecía existir un cerco informativo que provocaría que muchos continuaran con sus vidas normalmente. Personalmente, me dirigí hacia la secundaria mientras escuchaba en la radio informes sobre enfrentamientos aislados en el centro histórico.
En aquel momento, pensé: “es lo de siempre”.
Sin embargo, a medida que avanzaba la mañana, los helicópteros sobrevolando a baja altura llamaron mi atención. “Es como en las películas o en los cómics”, pensé.
Poco a poco, nos dimos cuenta de que esa mañana cambiaría nuestras vidas. Los bloqueos viales y las barricadas parecían haberse vuelto algo cotidiano. Nunca imaginamos que la falta de disposición al diálogo permitiría que miles de familias oaxaqueñas sufrieran durante meses.
El inicio del conflicto generó simpatía en la población debido a la rapidez con la que escaló. Sin embargo, a medida que la sociedad oaxaqueña se desgastaba, el apoyo popular y solidario hacia el movimiento magisterial se diluyó gradualmente. Se rumoreaba constantemente sobre negociaciones oscuras de los líderes, lo cual dejaba en el desamparo a quienes no pertenecían al sector.
Diecisiete años después de aquel conflicto originado por la falta de disposición y ánimo para negociar en favor de los oaxaqueños, hoy hay voces que advierten sobre la posibilidad de repetir ese episodio del cual muchos prefieren olvidarse. Sin embargo, la administración liderada por Salomón Jara ha demostrado que el diálogo y la concertación son pilares fundamentales en su gestión.
En el estado de Oaxaca, al igual que en el resto de la república, son muchos los que buscamos y pugnamos por mejorar nuestro entorno a través de mecanismos pacíficos, buscando así mejorar las condiciones de todos de la mejor manera posible.
Hoy es tiempo de que el diálogo y la concertación sean el hilo conductor de la actuación de autoridades y organizaciones sociales. Por encima de todo, hoy escojo creer en que la cordura y el ánimo conciliador va a provocar que juntos, sociedad, organizaciones sociales y ciudadanía, podamos encontrar un justo medio para trabajar en el mismo carril en favor de todas y todos.
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