Luis Pazos
Durante muchos siglos, mediante el robo, el pillaje, las invasiones y las guerras, algunos arrebataban violentamente los bienes a los que los habían producido, o los convertían en esclavos. Esos métodos fueron el principal origen de la riqueza.
Los generales romanos regresaban de sus campañas con carretadas de bienes robados a otros pueblos. Los repartían entre la corte, los legisladores y la muchedumbre. Algunos de ellos se convertían en emperadores.
La mayoría de los ricos en esos tiempos eran los gobernantes y los cortesanos, quienes recibían tierras, esclavos o concesiones para explotar minas o rutas por parte de reyes y emperadores, que se consideraban dueños originarios de todas las tierras, del aire, los mares y los ríos, y hasta de los habitantes de sus reinos.
Durante siglos, la brecha de riqueza real entre gobernantes ricos y ciudadanos pobres fue más alta que la que actualmente existe entre empresarios y sus trabajadores en los llamados países capitalistas.
El crecimiento económico, que implica la creación coordinada y cotidiana de riqueza, y no el despojar a unos para darles a otros, se inicia en el siglo XVII en los Países Bajos, con la garantía legal de la propiedad, y en Inglaterra a partir del siglo XVIII, con las innovaciones tecnológicas durante la Revolución Industrial.
La riqueza de los que llamamos ricos productivos emana de empresas que producen bienes y servicios y que otorgan mejores salarios —en relación con los existentes— a sus trabajadores. En algunos países esa riqueza es confiscada por gobernantes parásitos y sus socios, que mediante expropiaciones y altos impuestos, y con la finalidad teórica de transmitirlos a los pobres, se enriquecen escudados en «una justa distribución de la riqueza».
Esos ricos parásitos fundamentan sus políticas económicas en teorías expuestas por académicos que, con estadísticas, modelos matemáticos y cifras, muestran que unos pocos reciben mucho y muchos reciben poco. Hablan de una mala distribución de la riqueza por el mercado y plantean la necesidad de redistribuirla vía el Estado.













