Un hombre forjado en la breña y en las aulas universitarias.
Generalmente tengo madrugadas adelantadas. El día anterior había sido el del sumar y multiplicar y los recursos para ver la posibilidad de llegar al final del mes. Quizá ese estrés angustioso hace actuar al cerebro y despierto a las 3: 15 am y digo que dormí bien si son las 3 horas con 40 minutos. Tomo una biblia y un pasaje de la misma y pido por mis seres queridos, por su salud y hasta por mis adversarios porque también necesitan a Dios.
Abro uno de mis cajones de mi buró y encuentro un libro escrito por Víctor Octavio, titulado “Crónicas de Cacería” y “Mis andanzas por el monte”. Tomé una libreta y empecé a hacer varios apuntes, pocos conocemos a los hombres. Víctor Octavio, sé que se hizo en la breña, pero en las aulas universitarias. Su infancia la paso echando abajo plantas que no serian de ningún beneficio. La primera hoja aparece una dedicatoria y reflexiono en una persona que se hizo en la breña, pero también en las aulas de nuestra universidad.
Víctor Octavio, es una figura conocida. Uno de los que tienen un espacio permanente en el periódico El Peninsular.
Si bien no he olvidado sus conocimientos profesionales, podremos afirmar que es uno de los pocos, si acaso no el único que ha pisado centímetro a centímetro nuestra agreste geografía.
Hoy lo vemos en su vehículo con los “tendidos, un sanitario portátil y algunas cosas que obsequiar con la gente que va a convivir dos o tres días una de esas familias es nuestro amigo Pilar Almaraz. Él es obsequioso y los anfitriones también. Y teniendo el cielo como techo y el arrullo del pacifico tiene lo que muchos no tenemos: ver el disco solar.
Es un andariego incorregible. La magia del celular y las redes nos dicen que estuvo con unos ancianos en el llano de Kaquigüi o bien en otras de las zonas serranas de donde manda la noticia que falleció una persona que toda su vida estuvo como fiel vigilante de la tierra de los abuelos.
Del pacifico al golfo ha recorrido y nos habla de la casería del venado al que identifica como “hijuelachingada”. Nos habla de un gran amigo que se fue. Raúl Pedrín el del venado de 6 puntas y al que lo despidió como el ultimo gavilán.
Aprendemos en el libro de Víctor Octavio García la forma de soñar la preciada pieza que, colgada bajo el brazo de un árbol resistente, es barejoneado para que suelte toda la sangre y su carne sean lomos, “paletas o costillares” no tengan el aroma de la sangre reseca. Como arman la fogata y como alguien echa las goldas (tortillas de maíz) y entre mordida y mordida un trago a la botella de aguardiente llamada “Cazadores”.
Víctor Octavio García es una persona persistente, tozuda, le habían hablado de un personaje que había nacido en un lugar llamado “Los Burros” situado en los litorales del Golfo de California. Personaje de bastante edad y su expresión cuando los vio fue: ¡Por fin lo encontré!
La pluma de Víctor Octavio puede ser amena, lleva al lector por entre las veredas, las hondonadas, por los despeñaderos y tienen una asombrosa técnica de excursión, pero también esa misma pluma puede ser la punta de un estoque toledano cuando se trata de combatir una injusticia o rebatir una ofensa.
Todas esas conclusiones me dicen cuando llego la señora leticia que me deja el periódico y me dije: “muchas veces conoces el alma de una persona que se maneja con sobriedad por tal motivo cuando lo identificas le das la mano del amigo y unas palmadas en la espalda diciéndole: ¿Víctor Octavio, hay que seguir escribiendo unos cuantos minutos descubrí tus inquietudes por eso quienes cometan injusticias y alteraciones a la sociedad sudcaliforniana nos volveremos a dar la mano para gritarles juntos: ¡En el cabresto nos vemos!.
Así es amigo Víctor Octavio. Ahí estaremos esperando a los hijuelachingadas que son los arquetipos de la ramplonería y el oportunismo y si no es así que sean los hijos de nuestros hijos. Te abrazo y felicito sinceramente. Eres uno de los que deben de festejar el Día de la Libertad de Expresión. Siempre. (Foto Diario La Talacha).