El primer desencuentro con los Guaycuras
El día tres de mayo de 1535 hizo el primer contacto don Hernán Cortés a lo que el llamo la Bahía de la Santa Cruz. Cortes decidió despachar a una exploración donde hubiera algún núcleo humano para tal efecto nombro a Fortun Jiménez quien se presume debió haber analizado la forma de ser de esos seres humanos. Se ha dicho que el indio guaycura era tranquilo y hasta en cierta forma inactivo para muchas cosas. Seguramente el enviado por Hernán Cortés confundido las cosas y le dio un feroz ataque de lujuria abusando o tratando de abusar de algunas nativas. La respuesta no se hizo esperar y cuando encontraron al que suponía era un garante de quienes habían tomado a nombre del Rey de España de las nuevas tierras descubiertas se juntaron los despojos cuyos efectos fueron producidos por sus propias causas. Debemos decir que Cortés no hubiese ordenado una acción de violencia en una tierra desconocida y nos referimos a las de acá. Es parte del punto de que se trataba de un hombre de cultura ya que había estudiado en la universidad de Salamanca. Los acontecimientos hicieron desconfiar a los naturales y dieron que si alguien que traía los palos que sacaban lumbre (escopetas) creyeron o en este caso Fortun Jiménez creía poder afectar la dignidad humana cualquiera que fuera su circunstancia de preparación.
Nadie, absolutamente, puede estar por encima de esa condición y esa dignidad de los seres humanos. Aun el hombre con poder público quiere tener el don de mandar, de saber hacerlo. Lamentablemente Fortun era un Bellaco.
En el año de 1958 quienes estábamos en el servicio militar nacional fuimos acuartelados a unas horas de la elección en el cuartel Pineda en ese entonces ubicado en donde hoy se encuentra el mercado madero. Éramos alrededor de 150-180 jóvenes. Destacaban entre todos ellos nuestro inolvidable amigo Memo Ayón, gloria nacional del boxeo. Por ahí unos soldaditos que quisieron demostrar lo que no tenían se pusieron los guantes con el púgil sudcaliforniano, hicimos el circulo en una cancha de basquetbol que había en el interior y se despacho a tres de ellos, uno tras otro. Estaba un mayor del ejercito a cargo de la institución y de repente se escuchó: ¡Atención, alinearse, ya!
En menos de treinta segundos estábamos todos y entro un militar de alto rango donde estaba el mayor con unas botas hasta las rodillas abrochadas que daban mas personalidad y con una voz de trueno dijo: ¡Están en un recinto militar, cualquier desacato, pleito, donde se vean involucrados elementos del ejército, los civiles serán sujetos a las leyes militares!
Atención: ¡Firmes! ¡Ya! Y se dio la media vuelta con paso marcial, iba llegando cuando se escucharon una docena de trompetillas… pero no se devolvió.
Así, y en esos niveles y en una cosa que no sea justa y además era un pasa rato sano se debe actuar con una disciplina.
Estamos todos contentos
Rebosantes de alegría
Ya no existe descontento
Ni tampoco sin sabor