Alfredo Gonzalez Gonzalez
La hora veinticinco: el reloj de los perversos.
El día tiene 24 horas que se miden a través de horas, minutos, y segundos.
Simbólicamente alguien dijo que cada ser humano tenía un error que le marcaba al tiempo para trabajar, para ser amigos, para ser humilde, para respetar el derecho de los demás, pero que también marcaba los límites y era cuando el reloj dejaba su tic tac.
Sin embargo hay quienes han aplicado el tiempo que se les dio pero no para aprovechar las 24 horas del día y lamentablemente no están preparados cuando llega la hora veinticinco.
¿Por qué el titulo? Porque el rebasar el tiempo que se nos asigno es atentar contra la ley de Dios pero además existe mala levadura cuando habiendo rebasado esa ley que es inexorable se aprovecha para hacer exactamente lo contrario en contra de sus congéneres. No es más rico el que tiene todo aquel que no teniendo nada tiene lo que un hombre puede aspirar: una leal compañera, unos hijos maravillosos, unos nietos que reflejan la genética de padre y madre, y llevan la existencia de acuerdo con lo marcado en las leyes y no tratan de alterar el tiempo en busca de riqueza, mala vida, o sencillamente asentarse en las brigadas del narcotráfico. Conocí a alguien que un día fue mi amigo y al menos cada dos meses me expresaba con inflexiones de asombro: “fíjate que me volví a sacar la lotería”, queriendo ocultar con las ramas de promover el vicio y el destrozo de cerebros juveniles.
Pero la vida sigue su curso. Hay playas lindísimas con cuerpos con relojes relucientes, con miradas brillantes y aspirando el aire del mar y recostarse en la orilla cuando el sol se esconde en las montañas. Eso es vivir, es gozar a plenitud la vida sin hacerle daño a nadie y sin desearlo su reloj se va aceitando y le prepara los senderos del éxito que habrá de disfrutarlo con humildad.
Hay otros que en la oscuridad de lo amoral, se distinguen con ser uno de los evadidos de la cueva de Ali Baba que son incapaces de tender la mano al que lo necesita porque los mezquinos el día que lo hacen lo difunden. Conocí a otros que presumen que no para orgullo de los vástagos sino para vanagloriar la vanidad: “tengo hijos exitosos, he comprado casas viejas y las he vendido, total, un “genio de las finanzas” y va buscando la forma de atesorar más habiendo hecho concilios con los gobernantes en turno y traicionando como una forma de vivir.
Los relojes marcan horas y aquellos incapaces por saber que le pasa al de enfrente y combatir sus tristezas o penas, esos qué jamás recordaran que perdieron el sentido del tiempo y brincaron por la hora 25 que es el momento de pagar con creces la irracionalidad, de responderle al karma y de caer en la ley de la reciprocidad.