La vida va
Como que algo no embona bien en mis circunstancias, ahora que me “porto bien” más mal me ha ido, por más que le busco nomás los astros no se alinean a mi favor; deje de escribir de política sin renunciar a mis creencias y convicciones por el solo hecho de no conflictuarme con nadie, y el mundo sigue obrando en mí contra; a estas alturas de mi fugaz existencia solo deseo paz, paz conmigo mismo y paz con los demás. No sé cuánto aguante enfundado en esta camisa de fuerza en la que no he hecho mayor cosa que hacerme loco recurriendo a la vieja técnica de la crinolina, “rodeando todo en su alrededor sin tocar nada en el centro”, lo que para un periodista de medio pelo es perder brillo, la esencia misma de quien por años ha trabajado opinión pública.
Dice, consigna o supone el historiador Tácito en sus contradictorios relatos, que en el año 64 de nuestra era el incendio de Roma fue provocado por el emperador Nerón, en el caso particular de un servidor el incendio lleva varios años pero sin tocar la lira, simplemente observando la conflagración.
Definitivamente no es mi naturaleza nadar de muertito, mucho menos convalidar con mi silencio en lo que no estoy de acuerdo ni profeso, creo más en el espíritu de contradicción, en la crítica, en el señalamiento que en la sumisión a ciegas, en la validación unánime, en el aplauso fácil y en la zalamería, a ver cuánto duro perdido en anécdotas y relatos que solo me han conducido a una especie de autocomplacencia donde no pasa nada, y si pasa tampoco pasa nada. La vida va.
Las perspectivas son magras, escasas para reinventarme o crear nuevas expectativas, si algo entiendo son mis circunstancias, mis tiempos, no es lo mismo los tres mosqueteros que veinte años después, lo que sigue bien podría convertirse en un sorpresivo salto al vacío que también dimensionó no como gajes del oficio sino como un cambio que no ha llegado. Que tengan un buen día.