ABCdario
Por Víctor Octavio García
Relat
Con el mayor de mis afectos a mis parientes Conrado y Silvestre Collins González, en su cumpleaños
* Don Manuel y la tina
En Palo Verde, frente a isla de San Marcos, en la costa de Mulegé, seguido “parajeaba” don Manuel y tres de sus hijos; Manuel, Toño y el “Furia”: Don Manuel -de quienes me reservo sus apellidos- sobrepasaba los 80 años, había sido buen buzo y pescador pero por su edad ya no se hacía a la mar, se dedicaba a preparar la del “perro” en el “paraje” (comida) mientras sus hijos salían a pescar.
En los años 40’s, le tocó sacar tiburón del que extraían aceite del hígado que exportaban a Estados Unidos durante la II guerra mundial; en esa época, don Manuel comenzó a fumar mariguana; se fumaba un “leño” -como él mismo decía- todas las tardes y él mismo preparaba el “carruco” con papel de arroz. En el “paraje” tenía una tina vieja del número 6 con tierra donde tiraba las “puchas”; un día menos esperado se dio cuenta que había nacido una matita de mariguana y comenzó a regarla y cuidarla como oro molido mientras la matita crecía y se tupía de hojas, cuando vio que la mata estaba por espigar la escondió entre el monte y la tapó con espinas de palo adán y vinoramas para que no se la comieran los animales; todas las tardes religiosamente la regaba.
Siempre que cambiaban de “paraje” -que es muy frecuente entre los pescadores- don Manuel hay anda batallando con la tina, obviamente con la ayuda de sus hijos quienes la subían o bajaban de la panga o del carro para llevarla donde “parajeaban”, así que cada vez que levantaban el “paraje”, antes de subir las redes, chinchorros los tendidos, trastes etc., don Manuel comenzaba a gritar; ¡Manuel!, ¡Furia!, ¡Toño!, vengan a ayudarme con la tina, no sean “jijosdelachingada”, “ay mi ápa”, murmuraban entre dientes sus vástagos, pero hay van por la tina; para don Manuel su única preocupación era la tina, que no se les “juera” a olvidar.
La mata de mariguana, como estaba bien atendida, floreció y echo semillas; don Manuel seco las hojas para preparar sus célebres “carrucos” y aprovecho la semilla para hacer un almacigo que cultivaba generosamente; todas las tardes, se sentaba a doblar y tallar su “carruco” en la soledad del “paraje”, donde se pegaba sus buenos “toques”, un buen día, escaseó la pesca donde estaban “parejeados” y a buscarle en otro lado; decidieron ir a otro lugar, de manera que a subir todos los “cachivaches” al carro; redes, chinchorros, tendidos, ropa etc., y ¡fierros! para el nuevo “paraje”, antes de subir las cosas don Manuel comenzó gritar desde la falda de una loma entre el monte; ¡Manuel!, ¡Toño, Furia!, véngame a ayudar con la tina, “ay mi ápa, y hay van por la tina. En cuanto encaramaron la tina al carro, pusieron pies de polvorosa pal nuevo “paraje” donde llegaron escondiéndose el “lucero”, con la misma echaron las pangas al agua, chinchorros, redes, cuchillos, anzuelos, ganchos, etc., para aprovechar el día; tender las redes y tirar un rato piola, mientras don Manuel se quedó en el “paraje” a preparar la del “perro” (comida).
Ese día, el viejo patriarca se pasó media mañana buscando los trastes para cocinar y no los halló, los habían olvidado en el otro “paraje”, se hacía tarde y las tripas comenzaban a “gruñir” de hambre. Don Manuel se desesperó y agarró monte buscando donde diablos poner frijoles, mientras los muchachos ya que llegaran de pescar, irían por los trastes donde los habían olvidado, así que puso a “husmear” entre en el monte y se encontró un viejo bacín desportillado y oxidado y se lo traje para el “paraje”; lo lavó cuidadosamente con cloro y jabón y lo puso en el “atizadero” para poner a cocer frijol. Como el bacín era chico, le estuvo cebando agua para que no se secara el fríjol hasta que aflojó. Al mediodía llegaron los pescadores con un hambre de la “chingada” y lo único que había preparado don Manuel, era frijol sancochado en un bacín. ¡Quuuuué”, cómo es que hiciste frijol en un pinchi bacín, de a tiro la chingas ápa, le reclamó el “Furia”, que era el más “cabroncito” de los tres. Mira pinche “Furia”, “aquí se llama el rancho de la gringa, el que no se pone buzo se chinga”, le reviró el viejo patriarca, y no tuvieron de otra más que entrarle a los frijoles sancochados en el bacín, mientras iban por los trastes.
Duraron varios días “parejeados” en Palo Verde, frente a la isla de San Marcos, donde hicieron muy buenas mareas sacando pescado de escama, almejas, langostas y caracol; burro y chino, hasta que comenzó a escasear el pescado y tuvieron que cambiar de “paraje”. Llega el día que tenían que irse a otro lugar siguiendo la corridas del pescado y aguas más calientes, y a levantar el “paraje” de nuevo, mientras don Manuel comenzó con la misma cantaleta; ¡Furia!, ¡Toño!, ¡Manuel!, ayúdenme con la tina!, nada más que en esa ocasión los tres se revelaron y no quisieron ayudarle con la tina, así que por más que les gritó desde el filo de una cañada donde tenía la tina escondida en el monte, optó por “fondearla” sobre la cañada con todo y la siembra de mariguana, que para esas fechas estaba ni mandada hacer para un buen “corte” y al ver que no irían en su ayuda les gritó antes de “fondear” la tina; “jijosdelachingada”, van a fumar pura chingada y ¡palos! voltea la tina que se va dando vueltas por la pendiente hasta tocar el fondo de la profunda cañada: Años después murió don Manuel al margen de las trajinadas en las “parejeadas” y alejado de su adicción por los “leños” (mariguana),como él decía, en paz con sus hijos, amigos y con el mundo, como todo un buen pescador que honró su oficio como un sudcaliforniano de bien y sin mezclas, puro y nuestro. Descanse en Paz don Manuel.
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