¡Mis días!
Hace cincuenta años -1972-1973, tuve mis primeras experiencias y sueños políticos anidados en las izquierdas, por conceptualización llana me considero ser de los primeros chairos que deambuló en BCS creyendo en verdades absolutas; idolatraba la revolución cubana, entonaba estrofa de ese movimiento y arengaba contra los yanquis -la revolución cubana apenas tenía 14 años de dominar enteramente la vida de la isla-, era asiduo lector del Capital de Carlos Marx, obviamente sin entender como tampoco entendería a Zaratustra, de Friendrich Nietzsche, pero era de “avanzada”, del ala “progresista”, de izquierda aunque ésta fuese una izquierda vernácula y cimarrona; un par de años de mi novel juventud transcurrieron en ese impasse de aprendizaje.
Hoy me siento agradecido de ver abrevado en mis años mozos en las “izquierdas” porque aprendí a diferenciar el mundo, a valorar las cosas y a darle sentido y dirección a mis pensamientos y anhelos, no fue fácil la lección pero sí fundamental para mi formación; en aquellos años todavía muy recientes los movimientos estudiantiles que fueron un quiebre para el régimen priista, el jueves de corpus en 1968 y el “halconazo” en 1971, aunado a la guerrilla de Lucio Cabañas en Guerrero y la llegada de los primeros envagelizadores (activistas políticos que son el antecedente inmediato del movimiento zapatista) a la selva lacandona, nutrirían mi avivado espíritu de contradicción; estar en contra de todo y a favor de nada.
Pasó el tiempo como inexorablemente pasaría y de aquellas izquierdas solo el recuerdo queda; de 1972 hasta 1980, Caduaño vivió muchos cambios y recibieron innumerables beneficios a la par de perder la identidad, pertenencia y fraternidad que nos unía como una gran familia, las familias se dividieron y en esa división se perdieron las huertas, se perdió la costumbre y los hábitos de producir la tierra y al final se perdió hasta el agua; las huertas se secaron en medio del diferendo por la tenencia de la tierra (propiedad), las concesiones de los ojos de agua se vendieron a particulares, se vendieron tierras ejidales a gentes fuereñas convirtiéndose aquella noble y generosa tierra en un verdadero páramo, hoy la única fruta que se disfruta es la que se produce en los jardines de las casas, verduras, hortalizas y granos nunca más se volvieron a producir; Caduaño es el único pueblito en Los Cabos y muy probablemente en el estado que se quedó sin huertas y sin agua de uso común, hoy “batallan” con el agua potable porque durante el gobierno del Tony Agúndez cambiaron el motor con la que la extraían e instalaron un motor viejo de menor capacidad que dura más descompuesto que trabajando; increíble que siendo la cuenca hidrológica de Caduaño junto con la de Las Cuevas las reservas de agua dulce más grandes que existen, hoy por hoy en el estado, aun padezcan prolongados y abusivos periodos de estiaje.
Con el paso del tiempo luego de reflexiones y minuciosos recuentos de daños, de valorar lo mucho que perdimos y dimensionar lo poco o nada que ganamos, perdí la emoción y la fe en este tipo de “izquierdas”, en izquierdas que destruyen, dividen, polarizan y excluyen, deje de creer en aquellos que pregonan la igualdad, la justicia y la equidad, nunca más creí en las verdades absolutas, en las unanimidades, en el pensamiento único y en las igualdades, en suma deje de ser dogmático para convertirme en pragmático, frío, calculador, creer en las libertades, en la pluralidad y en la inclusión, imprimirle más valor a la coherencia que a las ideologías, ser auténtico, genuino, de una pieza.
Hoy cincuenta años después, como si fuese un destino manifiesto, estamos atascados en el mismo diferendo en medio de una sociedad dividida y polarizada mientras perdemos nuestra identidad y pertenencia, nos arrebatan sierras y mares, privatizan playas, restringen la actividad económica llámese explotación pesquera y recursos naturales mientras avanzan amenazas fatales como la minería y el exterminio de la ganadería etc.; necesitamos soñar más, pensar en grande, dejar de ser el estado donde no pasa nada, aunque pase, en sonreírle a la vida, despertar cada mañana con la decisión y voluntad por delante de ser cada vez mejores, de competir, constatar y sobre todo pensar que sí se puede, que sí podemos, porque el día que coincidamos en un objetivo común, en un fin colectivo, ese día, solo ese día, llegaremos a ser un gran estado. ¡Qué tal!.
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