* Se vale soñar
En mi realidad alterna hoy tuve un día genial; me levanté pasadas las cinco de la mañana, prendí el “atizadero”, puse a hervir agua y luego cole café, ya que tomé café me hice acompañar de un perro y un varejón de palo de arco, tome una vereda de ganado y camine por espacio de tres horas disfrutando el rico olor del rocío de la madrugada sobre los san migueles, tomé un par de fotos que me parecieron interesantes por lo intrascendente de su connotación y regrese a mi “juncalito”, agarré “aigre”, me dispuse a preparar el desayuno; frijoles con arroz, recalenté un par de tortillas de harina de un día anterior y me serví café; tendí la cama de lías y saque las cobijas a que se “orearan” con el sol, barrí, saque del refrigerador una liebre para freírla con ajo y orégano al mediodía, le di comida y agua un par de perros, me senté a leer y escribir.
La trivialidad de una vida así, siempre te lleva a ser creativo, divagué por un buen rato sobre viejos dilemas existenciales que si bien no han ofuscado mi vida sí al menos me han brindado la posibilidad de dudar y luego pensar, por ejemplo del porqué ladran los perros en los ranchos o bien, abrevar en el genio que descubrió el maridaje perfecto que hace el frijol con el arroz como el que desayune en la mañana, navegue un rato en el internet en National Geografhic, vida salvaje, Chanel History y documentales de interés personal, nada de noticias ni de política, esos temas se los dejo a la fatalidad; en la tarde me bañé, puse agua en la calentadora para preparar té de limón y esperar la noche para disfrutar las lunas de octubre, fue por decirlo con rigor de honestidad. ¡Un día genial!.
En medio de la nada y lejos de todo purifica como el yoga, la fatalidad cobra, al querer o no, relevancia más allá de que lo que pase y no pasa nada, la vieja teoría ronderiana convertida en una versión más del mundo pagano, esa noche me inspire con la luna creando en mi imaginario escenarios que nunca construí dándole rienda suelta a mis pensamientos más íntimos como el de ver sido gobernador de mi tierra para mandar al diablo a México y su soberbia centralista, su trato déspota y excluyente que siempre nos han dado.
Cierto, infinidad de veces hemos tenido la oportunidad de construir un estado que realmente nos pertenezca, del que nos sintamos profundamente orgullosos pero siempre la fatalidad lo ha impedido; cuando en el centro -léase México- con el solo hecho de percibir que tenemos un nivel de vida por encima de la media nacional ¡Palos!, decretan más impuestos o bien armonizan decisiones como si nuestra realidad fuese al igual a la del resto del país, un estado pobre con una sociedad visionaria y progresista compensa nuestras añejas limitaciones más no sustituye el bienestar alcanzado en una tierra donde hemos vencido el desierto convirtiéndolos en un atractivo imán para los migrantes, los tahúres y los oportunistas.
En mi retiro imaginario que hoy comparto con ustedes, la visión de las cosas adquieren otra tonalidad y claro está, otro significado, la gracia se vuelve recurrente y lo intrascendente cobra mayor relevancia; ver las estrellas, escuchar el chillido de las chicharras, el canto de los cenzontles y el aletear de las palomas pitahayeras, suelen convertirse en temas de observación y de interés más allá de las preocupaciones del porqué a la Milena Quiroga no le aprobaron las cuentas públicas o del porqué en el PAN traen los dados cargados a favor del Rigo Mares para que sea su nuevo pastor.
¡Va!, por mí que el mundo ruede, y sí Roma no perdona traiciones o Juan charrasqueado es diputado local con una dieta de más de 150 mil pesos, pesan mucho menos en mis preocupaciones que el hecho mismo de dar con el genio que descubrió el maridaje perfecto del frijol con el arroz, el tema del porqué ladran los perros en los ranchos es uno de mis pendientes a desentrañar. ¡Qué tal!.
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