En memoria del “Cachi” Sandoval 🙏
* “Échame de la madre para…”
(Publicada por primera y única vez el 20 de febrero de 2017).
Durante muchos años, José Andrés Cota Sandoval (QDEP), -conocido cariñosamente como “Cachi” Sandoval-, fue mi asesor de cabecera en temas históricos; con él me nutrí del mítico pasado indígena y misional; un tipo simpático, agradable e ilustrado; fue uno de los primeros historiadores sudcalifornianos en titularse en una universidad; recuerdo sus amenas disertaciones en casa de Raúl Rosseau Osuna compartiendo café con Jesús “Churchil” García, Manuel Macklis Fisher y Marcos Antonio Núñez Rosas.
De él guardo gratos recuerdos y numerosas anécdotas, -algunas poco conocidas-, como la que hoy compartiré con Usted con gratitud y respeto a su memoria.
A mediados de los 70’s, luego de cumplir su responsabilidad como Diputado Federal en la segunda Legislatura en el sexenio de Luís Echeverría, asumió y se hizo cargo durante muchos años de la Delegación de CONASUPO en BCS. En ese entonces, el gobierno atendía y atendía realmente a las clases desprotegidas con la venta de productos de la canasta básica a precios accesibles, y la compra de granos a productores nacionales y locales, cuyos beneficios iban directo a las clases desprotegidas. Un buen día le avisaron que vendría en gira de trabajo el Director General de CONASUPO al estado; para esto, le avisaron con varias semanas de anticipación.
Conocedor del “glamour” del poder, personalmente se hizo cargo de la agenda y la logística de la visita de tan alto funcionario; desde las áreas de trabajo que visitaría hasta el hotel dónde se hospedaría y por supuesto, donde comería. Contrató al mejor mesero de la ciudad -un señor de setenta años, tez blanca tipo vikingo, de quien me reservo su identidad- para que atendiera a tan distinguido visitante; lo envió una semana a la ciudad de México para que se instruyera en cómo poner los cubiertos, de que lado servir los alimentos y bebidas, cómo enhielar y servir el vino, postre, el lugar donde se instalarían los ceniceros etc., el menú sería designado personalmente por el “Cachi”; los últimos tres días ante de la llegada de tan distinguido visitante, dispuso de las tardes para checar y cuidar el más mínimo detalle, para que a la hora no fallara ni faltara nada; el mesero contratado se aprendió de memoria los protocolos para atender la mesa y el “Cachi”, fiel a su estilo, lo instruía, paso por paso, lo qué tenía que hacer y cómo hacerlo.
Por fin llega el día; el Director General acompañado de una nutrida comitiva que el “Cachi” atendió con esmero y dedicación; visitaron la Delegación, los almacenes, la oficinas administrativas y al final, el despacho del Delegado; dan las tres de la tarde y a comer; el anfitrión había dispuesto que la comida fuese en el mejor restaurante de la ciudad, que reservó exclusivamente para los distinguidos visitantes; finos manteles, vinos especiales, entremés de alta cocina, platos de “tres tiempos”, copas especiales, cubiertos de primera, elegantes ceniceros, etc.
Llega el Director General y su comitiva al restaurante donde el mesero designado, tal como eran las instrucciones, personalmente atiende a los visitantes; abren fuego con una copa de de vino tinto que antes de ser servido, el mesero pide el asentimiento del anfitrión a quien le pide su aprobación con garbo y elegancia; “del vino que usted siempre pide, señor”, el “Cachi” le asiste con un ademán de cabeza y el mesero, con el antebrazo izquierdo doblado sobre la espalda y una fina servilleta blanca doblada en el otro antebrazo, sirve el vino por el costado izquierdo de los comensales haciendo deferencia.
Al darle el primer sorbo a la copa de vino tinto, el Director General saca un cigarro y de inmediato aparece el mesero a la diestra con un encendedor en mano y prende el cigarro del distinguido visitante; los primeros minutos transcurren a satisfacción del “Cachi” con la dilecta atención del mesero; pasa el tiempo y los protocolos comienzan a perderse a distensionarse y aparece el tequila; anejo y reposado. Pronto los “caballitos” suplantan las elegantes copas de vidrio cortado en medio de la “guasanga” y una que otra palabra fuera de contexto; no tardan en comenzar los “salivazos”, las “colillas” de cigarros fuera de los ceniceros y las clásicas “mentadas de madre”, pero el mesero muy en su papel, con el antebrazo izquierdo doblado sobre la espalda y haciendo deferencias cada vez que servía o atiende a los dilectos comensales, mientras los “madrazos” siguen y se recrudecían a medida que sirven más “caballitos” de tequila.
No tardan que los distinguidos invitados anden debajo de las mesas, con los pies sobre las sillas y escupiendo sobre la alfombra del “reservado”; eran corrientes, chinampos, que poco entendían del sofisticado protocolo y las ceremonias del mesero que seguía en lo suyo cumpliendo al pie de la letra las instrucciones del “Cachi”. El “Cachi” que en ese tiempo tampoco se cocía al primer “hervor”, no tardó en entrar en franca sintonía con sus invitados alternando con tequila, pero el mesero con el protocolo pidiéndole a cada rato asentimiento hasta para prender un cigarro o servir un tequila; el anfitrión no tardó en “pistearse” y ponerse al igual que sus invitados, como “araña” fumigada, mientras el mesero ceremonioso con la cantaleta, “de lo que siempre pide, señor”, hasta que el “Cachi” explotó y le dice; “échame de la madre para sentirme a gusto”.
Desde hace muchos años hice mía tal expresión que suelto cada vez que me prodigan desmedidos elogios, les digo; “échame de la madre para sentirme a gusto”, en honor y referencias al “Cachi” Sandoval, un viejo y leal amigo del que aprendí que la vida va. La última vez que hablé con él fue en Santa Rosalía, allá por el 2005, cuando asumió la candidatura del PAN a la alcaldía de Mulegé; Luis Coppola era candidato a gobernador por el mismo partido y un servidor, amigo de ambos. Descanse en Paz el buen amigo “Cachi” Sandoval. ¡Qué tal!.
Para cualquier comentario, duda a aclaración diríjase a victoroctavioBCS@hotmail.com
Iññ