Vocación natural
En 1970, una vez que egresé de primaria comencé interesarme en la vida de los sudcalifornianos, en aquel entonces, del territorio de BCS, en primaria tuve las primeras nociones de las guerras médicas durante el imperio Persa en el periodo llamado Helénico, del Pi al cuadro que nunca entendí y otras asignaturas que ya no se enseñan. En ese entonces, con todo y sus limitaciones, sin la infraestructura que hoy tenemos, poca población y escasas comunicaciones los sudcalifornianos le sonreíamos a la vida, cabíamos todos dentro de un proyecto que si bien presentaba cuarteaduras y contradicciones, era funcional, la incipiente población del territorio que no llegaba a 150 mil almas hacía posible la vida en el desierto y posible cualquier hoja de ruta; se vinieron encima los años, llegaron avalanchas de migraciones, aparecieron los experimentos políticos y nos jodimos. Me pregunto ¿en qué momento nos extraviamos?.
Hoy, visto en retrospectiva puedo abonar en descargo a tal interrogante que fue justo en los años 50’s cuando comenzamos a perdernos durante el mandato del Gral. Agustín Olachea Avilés al abrirse tierras de cultivo en el valle de Santo Domingo y en San Juan de Los Planes, el siguiente periodo fue cuando llegó Fonatur a Los Cabos sepultando nuestras convicciones naturales de desarrollarnos y crecer como lo veníamos haciendo desde los tiempos de los jesuitas imponiéndonos ante un medio agreste, inhóspito e indomable, y lo logramos.
En 1970 y bien la entrada la década los 80’s BCS seguía siendo un territorio virgen, tierra de oportunidades; las salinas de San Evaristo, de las islas San José y del Carmen producían sal que se exportaba; en Cabo San Lucas existía una empacadora de pescado (Elías Pando), en San José se producían mucho mango criollo, tomates y granos que se exportaba al igual que quesos, carnes secas y dulces regionales al estado norte y sur de los Estados Unidos, en La Paz, en Punta Prieta, sobre la carretera a Pichilingue había empacadoras de pescado, existían varias maquiladoras que generaban jornales (trabajo), y una despipitadora de semillas de algodón con la que se elaboraban aceites comestibles y mascarrote para el ganado y un molino harinero, en el valle de Santo Domingo, con todo y lo subsidiado de la agricultura se cosechaba y luego se exportaba algodón, trigo, maíz, forraje para el ganado convirtiéndose así en el “corazón agrícola de BCS”, rezaba la publicidad oficial; en Loreto las generosas aguas del mar de Cortez (pesca) de la tricentenaria cabecera municipal atraían turismo, alto turismo que se combinaba con otras actividades propias de los loretanos, en Mulegé una incipiente actividad minera basada en gambusinos, empacadoras de pescado y concentración de productos regionales que se obtenían en ese vasto territorio combinado con la extracción de yeso en la isla de San Marcos y la pujante salinera de Guerrero Negro, las producciones record en la costa pacifico norte, si bien existía un desarrollo magro e incipiente si se quiere, pero sano y en total equilibrio, lo que hoy llaman “desarrollo sostenible y amigable con el medio ambiente”, ¿y qué pasó a la vuelta de unos cuántos años?, pasó lo que tenía que pasar, nos perdimos, nos extraviamos, hoy no existe nada de lo que les habló y de otros datos que por falta de espacio más no de importancia sencillamente deje de lado en esta ajustada entrega.
Cierto, hoy tenemos mejor calidad de vida que hace 50 años, eso es innegable, sí pero a qué costo; malbaratando nuestros exiguos y limitados recursos naturales, avasallando con nuestras fortalezas y destruyendo nuestro mañana; hoy no tenemos los recursos naturales que teníamos hace cinco décadas con mucho más población demandando nuevas oportunidades (trabajo), me pregunto ¿qué está pasando?; en el valle de Santo Domingo secaron los mantos freáticos y se salinizaron los pozos, las costas (pesca) del estado están sobre explotadas, el agua es cada vez más escasa, las reservas territoriales se reducen, la agricultura se ha convertido en el peor negocio que se puedan imaginar, la ganadería sobrevive a duras penas y lo que se producía antes, los trabajos que había antes, las oportunidades que se presentaban antes, todo, absolutamente todo se ha perdido.
Sin embargo, y esto es lo más lamentable, es el hecho que BCS sigue al garete, sin proyecto, sin orden ni concierto y lo que es peor, sin idea de lo que hay qué hacer, un estado gobernado por impulsos y ocurrencias en medio de un contexto de incertidumbre en el que llevamos más de dos décadas perdidas y contando; a mi edad y de mi deteriorado estado de salud en medio de las circunstancias sumamente adversas, no me queda más que lamentar y compartir mis decepciones y sinsabores, a sabiendas que lo que pudo ser no fue. ¡Qué tal!.
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