¡Mis tiempos!
* La vida va
En memoria de mis viejos que en Paz Descansen.
En política los amigos suelen perderse con mucha facilidad; ya porque se resisten a perder el glamour del poder y otros, seducidos por el encanto del dinero fácil. A estas alturas del partido no es novedad que traiga algunas amistades muy cercanas “alzadas” sintiéndose la “divina garza”, -frase atribuida a María Félix-, pues pobres.
No me queda la menor duda que seguimos siendo un estado pequeño con una sociedad demasiada acotada, conformista y de visión corta, donde la inteligencia y la humildad suelen escasear con reiterada frecuencia. Cuando estaba en la edad de mis sueños quería estudiar para doctor, piloto o militar, mi mamá se inclinaba a que estudiará para maestro (porque egresaban de la Normal con plaza y sueldo) y mi papá, más osado y atrevido, insistía que estudiará para contador (porque era la carrera en boga); al final termine siendo aprendiz de todo y oficial en nada con una constancia otorgada por la UABCS en la que se lee; “Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública”, que hasta la fecha sigo sin entender ¿qué es eso?.
En la cima de mi vida alcance el grado “emborronador de planas” (periodista chinampo) -equivalente a un doctorado en el mundo de los iletrados- ejerciendo y alternando múltiples oficios; desde macuarro (ayudante de albañil), vocero en el congreso del estado, pasando desde luego como juntador de grava, abridor de zanjas para introducir agua potable en domicilios particulares, vendedor de carros y televisiones usadas, regador de jardines en casas particulares, trabajando en desmontes de potreros para sembrar zacate bufflel, abriendo brechas vecinales, garroteando frijol, regando siembras en las huertas (frijol, maíz y caña), limpiando cárcamos de aguas negras, leñador, vendedor de pescado (“guatero” en el bajo mundo), escritor de libros y un sinfín de oficios más.
He tenido que pasar por todas estas enriquecedoras etapas de mi vida para poder entender que la vida no es injusta, que nosotros somos los malagradecidos. Varios de mis “amigos” que hoy disfrutan las mieles del poder, algunos contemporáneos y otros no tanto, ven y viven la vida en función del poder y el dinero; una vida chiquita y plana, aun cuando la vida no es un momento o circunstancia que se resuma en aspiraciones tan cerradas y apocadas como el poder y el dinero; la vida es un proyecto que hay que forjar todos los días, y entenderlo no es fácil: hoy el debate se centra en ser y no ser. El de trascender es lo de menos, sus visiones siguen siendo demasiado acotadas. Por eso admiró a Botón y al indio Chicori que nos legaron coraje, identidad y pertenencia, el primero gobernador de la nación pericú de Santiago de los coras y el segundo cacique pericú del rancho Yeneka, entre Caduaño y Santa Anita, que en 1734 encabezaron un levantamiento que terminó con los asesinatos del padre Nicolás Tamaral y del jesuita Lorenzo Carranco; los admiro porque tuvieron una visión de libertad y de trascender que hoy hemos perdido en aras del poder y el dinero.
Decía un viejo y conocido comentarista de televisión que la vida va; la mía va por donde la he reorientado infinidad de veces, en el reencuentro con mis raíces y mis orígenes, más allá de eso no hay nada, como no hay nada fuera del oficio que he ejercido a lo largo de 45 años emborronando planas y tratando de componer el mundo, justo en el vértice de perder todo lo andado convertido, por infortunio del destino, en un don nadie merced a una profunda e interminable crisis de credibilidad y presencia que enfrentamos periodistas y medios de comunicación, ojalá ya toque fondo. ¡Échense ese trompo a la uña!.
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