¡Mis tiempos!
* El coyote
En el año 2000 al año 2003 quede desempleado, se me cerraron todas las puertas, tiempos muy difíciles, sin proponérmelo desafíe la máxima de Carlos Hank González que reza; “te puedes pelear con un gobierno pero no con dos” y yo traía ya confrontaciones con gobiernos anteriores, y en medio de esos desatinos me confronté con Leonel Cota Montaño ¡Craso error!, mis “tintoreras” (hijos) estaban chicos (hijos) y me necesitaban, imagínense, en esos años vistas las circunstancias deje de patear el bote para dedicarme a vender pescado (guatero), viajaba mucho casi todos los días buscando producto; filete de pescado, colas de langosta, camarón, ostiones y pescado entero etc., surtía un par de hoteles en Los Cabos, me la pasada en los “campos pesqueros”, más de las veces viajaba solo con una “Prietto Beretta .9 milímetros debajo del asiento, en ocasiones me llevaba a mi inseparable amigo, Victor “Vidorria” Manríquez, como manejaba producto en veda; langosta, camarón y perico arponeado, tenía que evadir los puntos de revisión y a la federal de caminos, para esto tenía que internarme en las brechas sacándole la vuelta a los corruptos, muchas brechas o atajos que conocí en ese tiempo después las recorrí como cazador furtivo.
En eso de ir venir, cada tres días agarraba la larga brecha que corre del ejido Conquista Agraria a San Pedro pasando por varios ranchos como el ejido 1, El Tepetate, El Rosario, Los Inocentes, La Cruz, Los Mártires, El Ciruelo, Las Coras, en territorio paceño, en Comondú y Loreto tomaba otros atajos, recuerdo que se reía mucho el “Vidorria” al ver que me abastecía de suficientes pingüinos y un galón de agua, eran insustituibles en mi viajes, imagínense cómo andaría de azúcar. Cuando tomaba la brecha del ejido Conquista Agraria a San Pedro, cada tercer día, siempre casi a la misma hora, de la una a la tres de la tarde cuando el sol está más y mejor, pasando un arroyo tupido de romerillos, al entrar en un pequeño ancón de palos blancos y torotes, siempre me salía un coyote flaco y harapiento, no se espantaba al verme, la primera vez le compartí un par de burritos de pescado seco, partí un galón donde llevaba agua y se lo puse, ver aquel pobre animal comerse los burritos y terminarse medio galón de una agua en un dos por tres, vaya que me conmovió, a partir de ese día procuré llevarle agua y algo que comer; un día de tantos, en la playa habían tirados varios barriletes, los recogí, le quite la cabeza y los deje destilando que tiraran toda la sangre, la idea que tenía era regarlos en La Paz y dejarle de paso al coyote, ese día cuando pase por el ancón ya me estaba esperando mi amigo coyote, no paraba de mover la cola, me bajé del “andariego”, destendi un cartón, y sobre el cartón le deje un barrilete y aun lado, agua, bastante agua, me recosté en el tronco de un palo blanco, distante del coyote dos o tres meses, encendí un Malboro y me dispuse a verlo comer, le tronaba los dedos y se me acercaba moviendo la cola, mansito y noble, durante varios meses hice patria con mi amigo coyote, si he querido traérmelo me lo traigo, se había amansado y me reconocía, muy noble, ya había recuperado peso y le salió pelo nuevo, cuando no me preparaba o se me olvidaba le dejaba pulpos, jaibas y filetes de verdillo y cochitos y agua, siempre le dejaba comida, es muy probable que me haya extrañado cuando deje de pasar por la brecha después de sobornar federales para mover producto “guateado” por carretera sin necesidad de sacarle la vuelta a los retenes y puntos de revisión.
Gracias a estas experiencias o trivialidades que hoy les comparto, y muchas más que he vivido como descamisado, he podido sobrevivir a marchas forzadas como periodista, apestado y defenestrado por el poder pero aquí sigo, emborrando planas para el solaz disfrute de mis lectores y el mío propio. ¡Qué Dios los bendiga!.
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