Mitos
Los sudcalifornianos siempre hemos convivido y caminado en medio de leyendas y mitos cuya presencia nos resultan hartamente familiares; siendo muy pequeño infinidad de veces me fui a la cama luego de escuchar leyendas de El “Mechudo”, La “Animita del camino real” y la “Mujer vestida de blanco” que aparece en la cuesta de Liguí, entre otras; años más tarde los mitos o leyendas urbanas de Jesús “Chucho” Castro, el “Cabo Fierro”, Martiniano Núñez, Manuel “Panza de León” González, Urbano Angulo, impregnaron mi mente: En secundaria, un maestro de historia -que por respeto no revelaré su nombre- hablaba de una BCS por cuyas entrañas corrían dos enormes ríos; uno de agua proveniente de los deshielos de las Rocallosas y otro petrificado en oro; en política y en el periodismo, los mitos y las leyendas son cosa de curso común.
Hace unos años durante una visita a la misión de San Ignacio, leí una curiosa anécdota en un portal instalado en el patio de la misión referente a un misionero visto como Dios por los indios tras haberle dado muerte a un “lión” (puma) que tenía en jaque y asoladas a las tribus en los alrededores de la misión. En realidad nunca hemos estado exentos de mitos y leyendas, desde las Sergas de Esplandián de los libros de caballería de Garcí Rodríguez de Montalvo que dieron origen a Cálida Fornax (California) hasta la actualidad.
Desde hace años guardó una quisquillosa inquietud por desmitificar la vida política, social y cultural de BCS; somos un gran estado, rico, con un gran potencial y un gran porvenir pero sin iniciativa, sin visión, sin compromisos y sin arrestos. Recuerdo haber leído en una columna de Manuel Buendía, en el seno de una crítica a los “chicagos boys (los tecnócratas que asaltaron el poder con Miguel de La Madrid) textualmente decía; “el día que este país sea gobernado por hombres auténticamente analfabetas, ese día llegaremos a ser un gran nación”; la adapte a BCS y la hice mía, con frecuencia la aplicaba en mis conversaciones y coloquios, de suerte que a Franco Domínguez QEPD le gustó y la integró a su repertorio siempre otorgándome un inmerecido crédito. Efectivamente somos un gran estado -al menos así lo siento y lo disfruto- pero muy pobres en iniciativa, compromisos y arrestos.
No sé si esto ha influido o influya en el hecho de que no hemos podido consolidar un verdadero proyecto estatal; un proyecto que nos dé identidad, pertenencia y clarifique el rumbo y, en la inercia de hacer siempre lo mismo todavía seguimos experimentado (reinventado) planes cada tres y seis años tras un infructuoso esfuerzo por reinventarnos y reencontrarnos con nosotros mismos, siendo que el estado nunca se ha extraviado, siempre ha existido; nosotros somos los perdidos, los extraviados y negados a la grandeza que promete esta noble tierra. Cierto, el Leviatán -monstruo marino- emergió en otras aguas de ultramar dando pie, como el monstruo del “lago Ness”, a inacabadas e innumerables leyendas recreadas por el imaginario colectivo.
El baile de la “flor de la pitahaya” que nos ha dado a conocer como el baile del “venado” a los sonorenses o el de los “viejitos” a los michoacanos, nace del encuentro de las “californias” –las tres californias– en la época priísta, a la par con los cócteles de tequila con limón. Somos un estado relativamente joven, novel en muchos sentidos, con mucha historia; hay más de cinco mil fichas bibliográficas referidas a California, desde la Cálida Fornax de Las Sergas de Esplandián, hasta documentales reciente de National Geographic.
Pero nos falta certidumbre, dirección y claro está, voluntad y coraje para darle forma a un proyecto estatal que nos identifique, esclarezca y dé certeza en el porvenir; hace nueve años “matazones” -ejecuciones- nos quitaron el sueño y robaron nuestro sentido de pertenencia e identidad; un asunto entre policías y malandros -policías y ladrones- ofuscaron nuestro porvenir desastrosamente que terminaron de facto con nuestros sueños, solo sobreviven los mitos y las leyendas que también nos han dado pertenencia e identidad, más no el proyecto común que queremos todos en el que todos quepamos. ¡Qué tal!.
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