¡Aquellos días!.
* Arroyo de Las Tarabillas
A mi amada hermana Sandra, en espera de su cirugía. ¡Urge!.
Hace doce o trece años, seguidos iba a la leña al arroyo de “Las Tarabillas”, del cañón pa’ dentro; en los rebalses que dejaba la corrida del arroyo quedaba leña seca de palo blanco, uña de gato y palo colorado, en ese tiempo había comprado una moto sierra, así que me daba vuelo haciendo leña, más o menos conozco la zona hasta donde nace el arroyo. Un día nos acompañó un amigo de apellido Sosa, del “Cajón de Los Reyes”, no recuerdo su nombre, que conoce muy bien la zona, es de un rancho de por allí, nos comentó con lujo de detalle que había una brecha que se podía recorrer en carro que salía en el km 90 de la carretera al valle, justo en el rancho de don “Lico” Angulo, él la había caminado infinidad de veces a pie, en carro y a caballo, para el siguiente fin de semana armamos una salida en dos carros; un jeep y un pick up Toyota, ambos doble tracción y ¡Fierros!, entre cinco coyotes cabezas prietas armamos el tour cooperando para los gastos de lo que llevaríamos (comida) y cerveza.
Era en el mes de junio, escasos días antes de mi cumpleaños, comenzaba hacer calor, ese año no había llovido, así que el monte lucía cenizo, seco, el calor no estaba pegando fuerte todavía, era llevadero sobre todo en las noches que refrescaba, zigzageando sobre el cañón llegamos hasta donde nace el arroyo con el sol a medio chile, esa tarde decidimos levantar el “paraje” en la sombra de un frondoso ciruelo del monte, juntamos leña y exploramos la zona que yo ya conocía, en un dos por tres levantamos el “paraje” colgando una lona sobre brazos de sauces y flecha del indio, hicimos el “atizadero”, enfrente a nosotros, sobre el arroyo, varios sauces grandes que se mantenían verdes con la humedad, del tronco de uno de los sauces lloraba agua formándose un pequeño charco donde seguramente bebían agua palomas, chacuacas, chureyas, avispas y abejas y otros animales como zorras, babisuris, coyotes, mapaches y gato monteses. Esa tarde anduvimos escarbando hasta que logramos que se formara un charco más grande de agua para que tomara agua el ganado y las bestias, en una cuchilla tepetatosa y desolada, vestigios de que en un tiempo remoto hubo un rancho, palmas y dátiles sobre un limpio conformaban el solitario paisaje.
Pusimos leña para que se “jueran” haciendo brasas para asar costillas recargadas que llevamos, mientras se hacían las brasas nos pusimos a jugar malilla alternando en el juego con sabrosos y espumosos tragos de ballenas, llevamos cuatro cartones para un recorrido de un día pa’ otro, ¡imagínese!, rápido oscureció, llevamos “guena” luz; un farol de tractolina y una lámpara Coleman de gas que “aluzaban” muy bien, amén de la luz del “atizadero”, de volada preparamos salsa molcajeteada y calentamos tortillas y ¡al ataque” como decía la profesora Oralia Fernández, QEPD, de Todos Santos, esa noche comimos y cenamos al mismo tiempo, para las diez de la noche ya estábamos acostados en los “tendidos”, habíamos caminado un rato en la tarde cuando llegamos por donde subía la brecha del arroyo a la sierra de “Las Tarabillas” y vimos enormes sanjones de 4 o 5 metros imposibles de pasar con el carro, así que decidimos quedarnos esa noche en el arroyo y otro día caminar a pata la brecha; noche tranquila, de vez en cuando se oía gritar algún coyote, lo que nos alertó en la madrugada fue un “llorido” como de niño que estuvimos escuchando buen rato, Sosa nos pidió que estuviéramos alertas, que lo que escuchábamos era un “lión”, imagínese y sin armas, según Sosa el “lión” había olfateado la carne.
Otro día en la mañana después de colar café y recalentar unas costillas asadas que habían quedado de los ajetreos en la noche, a darle a la caminada, subimos el cañón y caminamos como tres horas en la parte alta, la cima de la sierra para checar la brecha, la brecha un poco enmontada de choyas y vinoramas pero transitable, el único problema eran los sanjones que estaban al subir el arroyo, para el mediodía nos regresamos pal “paraje” a preparar la del “perro”, chopas y lizas asadas con verdura picada y salsa molcajeatada, ya que comimos, cuando el sol caía como plomo, Sosa vio en el charco de agua que habíamos hecho en el troncos de los sauces, enormes “juellas” de “lion”, el animal bajó al agua estando el charco del “paraje” donde estábamos dormidos a veinte o veinticinco metros, seguramente el “lion” no llegó por dos razones; por la luz que teníamos en el “paraje” y la otra, porque los “liones” no comen mierda jajajajajajajaja. ¡Qué tal”.
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