* “Lucho” Amador Von Bostel
En memoria de don Luis Amador Von Bostel, el mercader del golfo
He oído hablar mucho de él más no tuve el gusto de conocerlo, un sudcaliforniano ejemplar que hizo historia dejando huella en las costas de BCS abasteciendo de artículos de primera necesidad a varios campos y comunidades pesqueras asentadas en la costa del golfo de California; Luis Amador Von Bostel, mejor conocido como “Lucho” Amador, pescador, natural del ensenada de Muertos o campo pesquero “Los Burros”.
Corría el año de 1964 cuando “Lucho” Amador luego de acondicionar una panga grande con motor estacionario, un maquinista, un cocinero y él, comenzó a probar suerte recorriendo las costas del golfo de California trasladando mercancía de primera necesidad de ida y trayendo pescado seco de regreso, en la costa se le recuerda con cariño y nostalgia. Acondicionó una panga grande para mover mercancía y acarrear pescado seco, no se de cuántos pies, pero debe de ver sido de 35 pies en delante, como motor estacionario; en ella llevada una dos veces al mes frijol, arroz, maíz, harina, manteca, cebolla, ajos, frutas de la estación y ya por encargos personales otros productos como brillantinas, camisas, cortes de tela, hilos agujas, zapatos, cigarros, tequila, aceite para motores fuera de borda, parches, hules, huaraches, dulces, entre otros; el primer punto en su recorrido El Pardito con don Juan Cuevas, de ahí a San Evaristo con don Alfonso Amador, seguía a Nopoló con los León, de ahí a Los Burros con los Amador, Los Dolores con los Ruiz, Tembabiche, Santa Martha, San Carlos y Agua Verde; realizar el recorrido le llevaba de dos a tres semanas, de regreso cargaba pescado seco como tiburón, aleta de tiburón, pulpas de pargo seca y garropa entre otros, producto que entregaba en La Paz a los Partida y a don Alejandro Calderón, quienes la enviaban a la ciudad de México y China.
En cada campo pesquero donde llegaba fondeaba la panga, una panga grande de nombre “La Secretaria” en la que trasladaba mercancía de primera necesidad, básicamente granos que llevaba o bien entregaba mandados que bajo riguroso pedido, memorables son sus estadías en Nopoló con don Juan Miguel, el “Güero” León Agramont donde era atendido por la familia con lo mejor que había en las hornillas, infinidad de veces caguama asada, almejas, jaibas y pescado no se diga, tenía mucha amistad con el “Güero” León y con la familia, algunos de sus hijos trabajaban eventualmente para él acompañándolo en sus recorridos por la costa, en la hacienda de Los Dolores, a un lado de Los Burros, tenía un hermano que cuidaba la hacienda, donde también “parajeaba”, así recorría toda la costa desde El Pardito hasta Agua Verde, de regreso cargaba pescado seco (salado), en ese entonces casi no se conocía el hielo y era muy difícil moverlo por los días que hacía en el recorrido.
Más de dos décadas recorriendo las cálidas aguas del golfo, en ocasiones con buenas marea y vientos a favor, en otra con el agua “encabrillada” y collas, bosquejan una ligera idea de las odiseas que se aventaba como auténtico hombre de mar, hombre de trabajo rudo, sacrificios, esfuerzos y desafíos, abasteciendo esas lejanas comunidades con lo básico o primordial comprándoles sus productos que eran entregados a su regreso en La Paz, una o dos veces a la semana, todo dependía de como estuviese el tiempo.
De esto han pasado 60 años, 60 años cuyos comunidades y campos pesqueros siguen igual de abandonos y aislados, la mayoría con caminos de terracería (brecha) en mal estado, la producción ha mermado considerablemente por la sobreexplotación del recurso y la voraz depredación de los barcos pesqueros provenientes de la contracosta, específicamente de la flota pesquera de Sinaloa donde expiden los permisos de pesca, sin apoyos de gobierno excepto en tiempos de campaña cuando eventualmente los avituallan con alguna despensa, red, chinchorro o panga y párenle de contar, sin políticas públicas que atiendan sus viejos reclamos y sin los medios para comercializar sus productos mucho menos para procesarlos y darle valor agregado; recordar a don Luis “Lucho” Amador nos remonta a los viejos mercaderes que aún vemos en documentales de National Geographic en el rio Amazonas, en Brasil o en los caudalosos ríos de Asia, cuya suerte sigue ligada a su tierra y a sus esperanzas, a su fe que los mantiene en pie, a su tesón de no claudicar uniendo comunidades y lugares aislados proveyéndolos de alimentos. Vayan pues estas breves líneas como un reconocimiento póstumo a un hombre de mar, a su sudcaliforniano ejemplar que aportó lo mejor de sí mismo por el bien de esta su tierra, don Luis “Lucho” Amador Agramont. Descanse en paz. ¡Qué tal!.
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