El vuelo del águila
Hoy que todavía tengo tiempo trabajo para mi, solo para mi preparando mi retiro tras 45 años de enderezar entuertos; 45 años siendo aprendiz de todo y oficial de nada, y en ese ir y despedidas me aplicaré en dos temas triviales que me ocupan amén de mi interés personal de componerle una canción (al menos la letra) a mi estado y escribir la historia de la que he sido testigo en medio de las grandes traiciones; desentrañar el misterio del por qué ladran los perros en los ranchos y los desafíos que impone renovarse como el águila que enfrenta el fuerte dilema de renovarse o morir.
ABCdario
Por Víctor Octavio García
El Águila
* Renovarse o morir
El 15 de octubre de 2015, en este mismo espacio publicamos la entrega bajo el titulo de “El Águila” que hoy reproducimos a petición de varios lectores que han insistido en el tema. No es nuestra costumbre hacerlo pero dada la persistencia -sobre todo correos- en las últimas semanas, por tercera ocasión la reeditó, he aquí lo que se consignó en la entrega: “El Águila; renovarse o morir.”. El águila representa, más allá de su condición depredadora, una milenaria y ejemplar enseñanza en el mundo animal -incluyendo el nuestr-. Ningún animal en la vida silvestre enfrenta tan crudamente el viejo dilema existencialista de renovarse o morir; un verdadero reto de supervivencia animal. El águila es, por definición, un genuino representante de la vida salvaje cuya milenaria enseñanza se reencarna en un fuerte y ágil depredador.
Del águila mucho se ha hablado y escrito -incluso desgarradoras historias, leyendas, fábulas y no pocos mitos- que en muchas culturas es considerada como un verdadero mito e incluso como Dios. Los antiguos griegos decían, cuando se referían a un enemigo o adversario pequeño: “Las águilas no cazan moscas”. Víctor Manríquez, mejor conocido como el “Vidorria”; viejo cazador y excelente amigo acuñó una expresión mucho más chusca y pagana que las de los antiguos griegos que suele expresarla en un tono casi bíblico cada vez que nos internarnos en zonas de difícil acceso en nuestras habituales incursiones de caza, al advertir; “aquí, donde sólo las águilas se atreven”, para describir lo dificultoso o accidentado del terreno. Podíamos recurrir a numerosas citas, incluso de carácter académico referidas a tan hábil y ágil depredador, sin embargo hoy compartiré con ustedes otra gran enseñanza que nos brinda más allá de su bien ganada fama de excelente depredador, su legado para el mundo pagano.
El águila vive en promedio 80 años; sin embargo, a mitad de su longevo promedio de vida enfrenta el serio dilema de renovarse o morir. A los 40 años se le presentan serios signos de cansancio y agotamiento que vuelven lento sus vuelos y dificultan su propia existencia; se les enriscan las garras que se cierran como tenazas y hacen casi imposible aprehender a la presa; el pico les engruesa y enrisca cerrándosele aún más volviéndose torpe para desgarrar a sus presas y las plumas, con el transcurso de los años engruesan, pierden impermeabilidad y aerodinámica y se vuelven pesadas que dificultan terriblemente su vuelo. Cuando el águila llega a esa difícil etapa de su vida se ve obligada a invernar durante varias semanas; aún con su pico grueso y enriscado tiene que arrancarse las plumas que han engruesado, perdido impermeabilidad y aerodinamismo tornándose pesadas para el vuelo, a fin de que nazca un nuevo plumaje que les permita retomar las alturas y surcar de nuevo el firmamento; el pico que engruesó y se enriscó con el paso del tiempo, también tiene que golpearlo violentamente contra una piedra o un risco hasta que se quiebre por completo para que nazcan un nuevo pico que le permita recuperar su destreza para desgarrar a sus presas y por fin, las garras que sufren la misma metamorfosis senil que el del pico y las plumas, tiene que someterlo al mismo proceso, golpear sus garras contras las piedras y riscos hasta que se quiebren y nazcan nuevas garras que le permitan recuperar su destreza cazadora y su capacidad depredadora. Si el águila logra, durante su traumática etapa de invernadero completar plenamente el proceso de renovación y cambio a fin de que le nazca un nuevo plumaje, un nuevo pico y nuevas garras, vive 40 años más, ¡ah!, sí no lo logra, muere en el intento por inanición. Para esto, y por si fuera poco, enfrenta varias semanas sin comer, beber agua, ni poder volar, mucho menos cazar, lo que provoca una larga y dolorosa agonía hasta su muerte.
No pocos políticos, artistas, toreros, escritores, periodistas, patanes, brujos, cómicos, profesionistas, locutores, deportistas, charlatanes etc., enfrentan alguna vez en sus vidas el serio dilema existencialista de renovarse o morir, y se someten, no a duros procesos de invernadero como el águila, sino a cambios bruscos y radicales de looks, estilos, discursos, técnicas, habilidades, etc., a fin de reinventarse. Algunos lo logran y profesionalmente siguen siendo exitosos y los que no, mueren en el ostracismo. Pero nadie mejor que el águila es capaz de enfrentar con renovado desafío el viejo dilema existencialista de renovarse o morir, justo a mitad de su existencia. ¡Qué tal!
victoroctavioBCS@hotmail.com