Mis tiempos
* La Matancita
A inicios de semana, Eduardo “Lalo” Juárez me compartió varias fotos de terrenos que están ofertando en Caduaño en una zona llamada el “pitahayal”, al ver las fotos reconocí el lugar trasladando mis recuerdos a mis años mozos que viví y disfrute intensamente, las fotos me hicieron recordar un “potrero” que tenía Alejandro Castro Montaño, conocido como “Canuto”, el hombre rico de Caduaño, tenía una pequeña tienda, la única, y se daba el lujo de comprar carros de agencia; recuerdo que tenía un “potrero” donde sembraba frijol azufrado, no se conocía otro frijol excepto el frijol de urimón, el “potrero” se ubicaba en una zona conocida como “la Matancita” cerca del arroyo de Caduaño en un ancón de buena tierra, seguramente contenía limo que dejaban las crecidas del arroyo, se producía muy buen frijol, eso sí muy “asedador”, tenía mucha demanda, mi papá siempre le compraba un costal para tener toda la temporada, el “potrero” no excedía de dos hectáreas, el “Canuto” no lo atendía, pagaba para que lo atendieran (barbecharan, regaran, deshierbaran y garrotearan el frijol).
En diciembre, un misterio que aún no desentraño, había gente grande que sabían que noches helaría, esto en diciembre y enero, cuando se creía que habría heladas el propio “Canuto” y Julio Castro Amador, hermano de mi mamá, se ponían a la cabeza del operativo para hacer “lumbradas”, así le decíamos, que consistía en juntar leña seca, de preferencia brazos secos de pitahaya agria que prendían a determinadas horas cuando quedaba calmo, siempre la prendían en dirección para donde soplara el viento, hasta la fecha para mi sigue siendo un misterio que la gente vieja, no toda, sabía qué día helaría y a qué horas, el viento caliente protegía la siembra y el frijol no se helaba, esto ocurría todos los años.
No recuerdo bien a bien si fue en 1965 0 1966, tendría 8 o 9 años, cuando me tocó ir por primera vez de “embelequero” a ver aquella especie de rito cuando prendían la lumbre, ayudaba a juntar leña como varios chamacos que nos acomedíamos, el “portero” estaba distante dos kilómetros en dirección a un “cambiadero” donde ordeñaba Luis Amador conocido como “La Tina”, también a orilla del arroyo en el filo de un pequeño cantil; el “Canuto” tenía un camioncito de tonelada Ford, tal vez 1950 o 1951, que había sacado en la agencia, en 1967 cambio de carro también de agencia, un camioncito de tonelada Chevrolet 1967; en aquel tiempo Caduaño era un rancho grande, unas veinte familias en los dos barrios amén de pequeñas rancherías aledañas como el “Plan de los dos”, “La Primavera”, “Gualajara”, “San Ignacio”, “El Mezquite”, “San Pedro”, “El Salto” entre otros conformaban el ejido.
La “garroteada” del frijol era otro mito; tendían en el suelo una lona grande, amontonaban las matas secas con las guías del frijol, con un varejón de palo de arco, valga la redundancia, lo “garroteaban”, una vez que lo “garroteaban” quitaban las ramas del frijol quebradas convertidas casi en polvo, la amontonaban en otro lugar que servía de forraje para el ganado, el siguiente paso era juntar en otra lona gruesa o de tráiler el frijol desgranado y con un balde subirlo lo más alto que se pudiese o hasta donde alcanzaba los que lo hacían para que el viento lo limpiara de la basura que quedaba, esto se de preferencia cuando hacía viento, ya lo recogían en costales de ixtle o en baldes se llenaba el “potrero” de palomas pitahayeras, allí nos dábamos las tres matando palomas con “tiradores” -resorteras le llaman aquí en La Paz-, que nos preparaban en casa en caldo con arroz y papas, o bien fritas con manteca -en ese tiempo no se conocía el aceite para cocinar- con ajo y orégano, un verdadero manjar.
Esas tierras nobles que hace cerca de sesenta años producían hoy no producen nada, salvo la avaricia y el agandalle de quienes vendieron la tierra siendo incluso ejido, en toda esa basta zona hay nuevas construcciones y está fraccionada, en venta; había huertas que se regaban de dos ojos de agua que aún existen donde se sembraba frijol, maíz, caña, chícharo, garbanzo, calabazas, repollos, camotes y hortalizas, las acequias (sequías le llamábamos nosotros) había árboles frutales de todo tipo, etc., no se sembraba a gran escalada solo para el autoconsumo dándole vida y sustento a tres o cuatro familias que de eso vivían, las huertas se secaron, hoy no hay huertas, y el agua de los ojos de agua la vendieron a un balneario que hay que es negocio privado, en esto vino a quedar mi tierra, cuna de las izquierdas en BCS, gracias a las izquierdas que destruyen todo, dividen, crispan y siembran odio, de ahí que desde hace muchos años, siendo uno de las primeros chairos en BCS, deje de creer en las izquierdas al comprobar con el tiempo y ver lo que pasó en mi tierra con el poder devastador y destructivo de las izquierdas; su desdén por fomentar el trabajo y la productividad y su proclividad y afinidad al conflicto y al desmadre.
Como maldición bíblica lo mismo que pasó en Caduaño está ocurriendo en nuestro país, un mal augurio de que esto no va a terminar bien, ojalá recapacitemos antes de sea demasiado tarde, cuando ya no haya nada que hacer, México es un gran país que merece un mejor destino, un mañana con libertades y justicia, un país con oportunidades, en suma un país donde todos quepamos, donde nadie sobre y nadie falte. ¡Viva BCS! ¡Viva BCS! ¡Viva BCS!.
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