Por Victor Octavio García
Mis tiempos
El “Caperuzo”
A Maria Del Rosario Martinez Castro, Esmeralda Ruelas y Mayra Garcia, en su viaje a Estados Unidos, la mejor de las suertes
Cuando empecé recorrer el pacifico particularmente el corredor costero de Cedros-, La Aguja-,El Conejo-,La Vieja,-Flor de Malva y Los Troncones, aún no existía Conquista Agraria excepto el “paraje” del “Pilarillo” Almaraz con un “juncalito” de cartón negro y masonite y una ramada debajo de un frondoso algodón de jardín, eso fue a finales de los 70’S, prácticamente todo estaba virgen, en ese tiempo no conocía al “pilarillo” pero tenía referencias de él o al menos había oído hablar, “parajeaba” en varios puntos como Cedros, La Aguja, La Ballena y lo que hoy es el varadero de La Bentonita, en ese tiempo conocí un ostionero, no recuerdo su nombre excepto apellido, Hirales, era de un rancho cerca de El Pilar, en la hoy delegación municipal de Las Pocitas, un señor ya mayor o relativamente grande, quizás pasaba de los 50 años, chaparro, gente de trabajo. Se veía fuerte y correoso, vivía solo en un “paraje” cerca de la playa donde sacaba ostiones, tenía unja panga sin motor, todo a canalete. No era grande eso sí muy pesada, se hacía a la mar con remos cuando bajaba la marea, en lo suyo era bueno, le entregaba todo el producto al “Poncho” Robinson que a su vez lo abastecía con comida, cigarros y agua, aunque el agua la traía en un burrito que tenía desde una cañada arenosa donde había hecho un “batequí” cerca del “paraje” donde encontró buena agua casi a flor de tierra. Hice amistad y lo frecuente un par de veces antes de morir, murió a principios de los 80’S, relativamente joven, nunca supe de que murió, un tipo muy simpático y agradable, recuerdo que después me enteré que le decían “Caperuzo”, no se enojaba al contrario le gustaba que así lo tutearan.
Lo conocí sacando ostiones en El Conejo y de ahí pal real hice amistad con él, lo visitaba de vez en cuando llevándole café, pan, cigarros, verdura y limones, no tomaba, eso sí fumaba como loco, se me hacía lejos pero sobre todo por el gasto de gasolina aunque estaba mucho más accesible que hoy, mis ingresos eran magros, trabajaba en el Ayuntamiento de La Paz como inspector de parquímetros con un sueldo de 935 pesos quincenales. Disfrute días muy agradables, cuando iba me regresaba el mismo día cargado de ostiones y pescado seco (mantarraya, tiburón y en ocasiones caguama), disfrutaba comiendo ostiones en la piedra y asados en las brasas, recuerdo que no se conocía la cátsup ni la salsa huichol, la que rifaba era la salsa búfalo. En varias ocasiones me di buenos atrancones con langostas y caguama fresca asada, no se diga bacocos asados, siempre él cocinaba, hacía tortillas de harina y siempre tenía fríjoles en las hornillas.
En el “paraje” tenía un perro, tres gallinas, un gallo, un gato de angora y un burro que lo mantenía con alfalfa que le llevaba el “Poncho” Robinson y brazos de palo blanco que cortaba en el arroyo y un pick up Ford viejo sencillo, me decía que era feliz, vivía libre de preocupaciones. El “Poncho” Robinson también lo abastecía de carne, jamón, pan bimbo y leche fresca, hacía muy buen café de grano, tomaba café batalla y buenas tortillas de harina. Un día compre tres kilos de riñones, nunca los había comido asados en las brasas solo guisados, casi no me gustaban porque le salía un tufo a meados, mi mamá antes de prepararlos los echaba en leche y ni así se le quitaba la pestecita, un día me los lleve para asarlos, vaya que me gustaron, muy buenos con sal marina, salsa búfalo y limones en tortillas de harina, ese día entre el “Caperuzo” y yo nos comimos casi los tres kilos de riñones asados sobre los recoldos de las hornillas.
A los cuatro o cinco años que lo conocí y lo visitaba murió, me enteré varios después de su muerte, nunca supe de qué, estaba fuerte todavía, relativamente joven, tras su muerte el “paraje” quedo abandonado, mucho años después casi en el mismo lugar don Lupe Martínez levanto un “paraje”, él se dedicaba a sacar langosta y pescado de escama, también sacaba ostiones para comer, me todo estar en su casa con el Rafael Ramos que era su amigo, fuimos algunas veces a comer langosta en la disca, vivía con su esposa, tenía varios hijos que vivían aquí en La Paz, de él no tengo razón desde hace más de quince años de la última vez que lo visite, estaba preparándose para venirse a vivir a La Paz, casi ya no podía trabajar por la edad, ya mayor, hombre muy trabajado. ¡Qué tal!
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