Por Víctor Octavio García
Mis tiempos.
* El “perro prieto”
Recuerdo que en mis primeras incursiones de cacería durante un corto tiempo me acompañó una suposición que se hacía realidad la mayor de las veces, cuando pasábamos por uno de los cerros del “Condeno” casi siempre nos salía del monte un “perro prieto” color azabache, yo siempre lo ligaba con una suposición de que era un perro que nos traía buena suerte, el lugar donde nos salía no hay ranchos cerca en varios kilómetros a la redonda, así que nos planteaba un misterio que nunca resolvimos tras su aparición, durante varios semanas ocurrió sin que encontráramos repuesta, no conozco de perros pero siempre pensé que era un dobermán por el color y estructura corporal, era manso y no estaba flaco, muy ágil, al contrario brilloso ¿Qué comía?, ¿Dónde tomaba agua?, ¿De dónde era?, ¿Por qué vivía en un lugar tan inhóspito como apartado?, ¿Solo?, en fin muchas interrogantes que nos hacíamos que quedaron sin repuesta hasta meses después que desapareció de la zona.
En una ocasión nos pasó algo curioso, orillamos el carro a un lado de la brecha para revisar unas zonas donde se mete mucho venado, ancones muy enmotados de terreno plano, habríamos caminado quizás dos horas o cerca de dos horas a pie, y el “perro prieto” siguiéndonos, no hacia ruido ni ladraba, a prudente distancia de nosotros, me acompañaba el “Pilarillo”, el “Vidorria” había tomado otra vereda de ganado, recuerdo que había un frondoso cirguelo del monte (ciruelo) que sobresalía entre el monte en el ancón, yo llevaba una 30/30 de grano libre y el “Pilarillo” un .7 mm con mira telescópica, ninguno de los dos íbamos alerta, más bien demasiado confiados no obstante que nos topamos con muchas “juellas”, “trilla” y “sesteaderos” esa mañana a la entrada al ancón, cuando nos internamos vimos muchos “rastros” y nos entusiasmamos mucho porque de seguro íbamos a ver un animal, aun así no íbamos preparados para disparar, había que montar cartucho en la recámara del rifle ejercicio que un segundo no te da tiempo, al tiempo en que haces ruido al cerrajear cuando ves un venado normalmente es como un flashazo.
Metros antes de llegar al “cirguelo” sorprendimos un venado que estaba echado, no nos sintió hasta que nos vio pegando la estampida, chocó de pecho con un torote, el venado por un momento se confundió para luego pegar la estampida mientras cortábamos cartucho, fue ahí donde lo siguió el “perro prieto” ladrándole sin perderlo de vista, por un buen rato escuchábamos los ladridos hasta que dejamos de escucharlo, se escuchaban cada vez más lejos, me dice el “pilarillo”, hay que seguir el perro, lo más probable que lo mató, le cortamos “juella”, caminamos como una hora, ahora si íbamos preparados para disparar, con cartuchos montados en la recámara de los rifles, seguimos la “juellas” hasta que divisamos a lo lejos el “perro prieto”, le había dado alcance y lo mató, cuando llegamos al lugar de la escena el venado todavía sangraba, ahí mismo lo colgamos en un cardón para beneficiarlo, el carro nos quedaba retirado, decidimos sacarle las piezas y cortar un “atajo” para acercarlo a la brecha, entero ni partido lo pudimos, era un venado de seis puntas grande y gordo, colgamos las piezas del venado en las puntas del cardón y los rifles recostados en el tronco, en dos viajes lo acarreamos pa’ la brecha del carro, siempre nos llevó más de dos horas, ahora había que ir por el carro, lo que nos llevaría más tiempo, estábamos justo en eso de decir quién de los dos iba por el “andariego” cuando el “pilarillo” que tenía mejor audición que yo escucho a lo lejos que venía un carro que pitaba espaciadamente, nos sentamos a un lado de la brecha a esperar, cuál sería nuestra sorpresa al ver el “andariego”, era el “Vidorria” que nos andaba buscando, nos volvió al alma al cuerpo, el “Vidorria” pensó que nos habíamos perdido y salió a buscarnos, pitaba a cada rato, según él hizo varios disparos al “aigre” para ver si le contestábamos y nada. Antes de subir la carne al pick up le dimos al “perro prieto” y le dejamos el agua que traíamos en un bote de tres litros de coca cola partido por la mitad, el perro no se quiso subir al carro por más que le insistíamos, el “pilarillo” siempre se lo quiso llevar pa’ “Tierra Santa” pero lo perro siempre opuso resistencia, llegamos a “Tierra Santa“ pardeando con un hambre de los mil demonios, a la llegada ordenó que nos hicieran comida, doña Cloti todavía cocinada, muy buena para cocinar y sazón, preparó carne frita de venado, frijoles refritos y destendió en el comal tortillas de harina y coló café, esa noche no comimos, hartamos, no habíamos llevado “lonche”, así que imagínense el hambre que traíamos, el Chichi Amador les había llevado unos chiles al “pilarillo”, muy sabrosos por cierto, con lo que acompañamos la comida. ¡Qué tal!.
Para cualquier comentario, duda o aclaración, diríjase a [email protected]













