Por Víctor Octavio García
¿Qué tiempos aquellos?
* Caracoles en brama (celo)
Entrega publicada el 17 de marzo de 2018.
He estado recordando mucho a mi entrañable amigo Guillermo “Gordo” Almaraz fallecido recientemente, por problemas de salud no pudo acompañarlo en su última morada, hoy reproduzco esta entrega como un recuerdo póstumo al amigo que fue protagonista de este relato. Descanse en paz.
A mediados de la década de los 50‘s, pocas cosas perturbaban el acontecer cotidiano en San Evaristo; Guillermo el “Gordo” Almaraz de escasos ocho años, se la pasaba en la playa “arponeando” jaibas y se ganaba la del “perro” (comida) ayudándole a don Juan Cuevas, patriarca de la isla del Pardito acarrear agua en panga a canalete (remo) de San Evaristo a la isla del Pardito; la paga; un par de burritos de carne de burro seca o auténticos burritos o de mantarraya), galletas marineras (roncadoras) y dos panochas cubanas; el “Gordo” era feliz; en ocasiones acompañaba a don Juan Cuevas a revisar los “tendidos” (redes) en un barquito de vela y remo el que transportaba el producto (pescado seco) a La Paz.
En El Pardito, donde preparan el caldo de chopas oreadas más sabroso de toda la comarca, todo el producto que obtenían en las “mareas” -así le llaman los pescadores- lo salan y secan por falta de hielo, así se trate de pescado o moluscos; recuerda el “Gordo” que en una de las infinidades de ocasiones que acompaño a don Juan Cuevas a levantar “marea” se toparon con un banco de caracoles burros que aprovecharon llenando varias arpillas (costales) hasta que se cansaron; levantaron las redes, recogieron el producto (pescado) y ¡fierros! pa’ San Evaristo a cargar agua en tibores para llevarla pal Pardito, en el trayecto a San Evaristo, don Juan Cuevas apartó dos arpillas (costales) de caracoles burros para regalárselos a don Alonso Amador, eterno sub delegado de gobierno de San Evaristo.
Don Juan Cuevas sabía lo de los caracoles burros pero no le dijo nada al “Gordo” Almaraz, un chamaco de escasos 8 años, que durante el trayecto a San Evaristo se subía a la cubierta del barco a comer panocha y galleras marineras, arriban a San Evaristo cerca de la una de la tarde y atracan el barco para cargar los tibores de agua, ayudado por conocidos del lugar, entre ellos don Alonso Amador, sub delegado de gobierno; en cuanto suben al barco los tibores con agua, don Juan le habla a don Alonso y le regala dos arpillas (costales) de caracoles burros recién sacados y le dice; “Alonso, hay te dejo estos caracoles, ponlos a cocer, con estos no vas a dejar dormir a tu mujer”; don Alonso gustoso recibe el obsequió y le da las gracias a don Juan quién le dice antes de despedirse, mañana vendré por más agua y una carne seca que me tiene guardada mi compadre; levantan anclas y despliegan las velas con la rosa fija en el Pardito.
Don Alonso, con una sonrisa a flor de labios por tan generoso regalo (caracoles), de inmediato se los llevas a su casa para cocerlos, motivado por lo que le había dicho don Juan Cuevas, “que con estos no vas a dejar dormir a tu mujer”; Alonso cose los caracoles y esa misma tarde se da un tremendo “atracón” con caracoles burros; en cuanto oscurece, prepara el nido y le dice a su señora, “vieja, hay que acostarnos temprano, mañana tengo muchas cosas que hacer”; ni bien apagan el farol cuando a don Alonso le pega un fuerte torzón (dolor de estómago) muy agudo y corre pal escusado, a los cinco minutos otro, y otro y su mujer se pone a cocerle remedio; nicle con estopa de coco, huesos de aguacate y hierva del venado; don Alonso no para de ir al escusado y su esposa no se da abasto con el remedio, cose y cose remedio y Alonso cague y cague, así se pasan toda la noche. Al día siguiente llega don Juan Cuevas, tal como había dicho, y como no ve a Alonso en la orilla de la playa se dirige a su casa para ver qué paso; el cuadro que ve es desolador; Alonso con un paliacate colorado amarrado de la cabeza acostado en una cama de “lías” y su esposa, con unas “ojeras” de los mil demonios; después del saludo le dice Alonso a don Juan, “fíjate que no pudimos dormir, estuve muy malo de la panza (estómago) y ni mi vieja durmió haciéndome remedios”, don Juan suelta la carcajada y le dice, “te lo dije que no ibas a dejar dormir a tu mujer”.
Don Juan Cuevas, viejo lobo de mar, conocía no solo el embrujo de los caracoles burros sino los terribles efectos que desencadenan cuando los comes y andan en brama; el banco de caracoles burros que se habían encontrado un día anterior, andaban en brama (celo), don Juan sabía pero a nadie le confió y le jugó una broma a su amigo Alonso con los caracoles burros que no dejaron dormir a don Alonso ni a su mujer, tal como se lo había dicho. ¡Qué tal!.
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