Por Víctor Octavio García
Mis tiempos
* Vaquero
En memoria de Manuel Alameda Alvares, “Prieto” Sosa. Descanse en paz
La última vez que monté a caballo, hará cosa de 18 o 20 años, fue en El Aguajito de Moreno, nunca he sido de a caballo pero esa vez se me metió en la cabeza cabalgar, mi experiencias en esos menesteres son nulas e inexistentes, las veces que lo hice de chamaco fue por norteado y fanfarrón, de manera que la última vez que monté estaba relativamente joven, menos de cincuenta años, me sentía con mucha energía, “juerza” y optimismo, de esas veces que no te alcanza el día para pensar y hacer tantas pendejadas. En ese tiempo casi todos los fines de semana los pasaba en El Aguajito de Moreno, en el rancho del “Prieto” Sosa, en veces invitaba al Ángel Gajón, a Isidro Ruiz o al Pasy Real, más de las veces iba solo.
Un viernes después de almorzar y avituallarme un día antes con una pequeña despensa, costillas de res cargadas y una pulpa de angelito (pescado) seca y ¡Juimos” con el “Prieto Sota, llegue al rancho “pardeando”, no le avise que iba, el “Prieto” andaba cortando la leche de la ordeña de en la mañana para darle forma al queso en las esteras, allí mismo me hizo una “cuajadita” en un plato del peltre “para la cena”, me dijo, ese día había cocido fríjol, mientras me quede platicando con doña Cuca (su esposa) el “Prieto” se metió a la cocina amasar harina con panocha (piloncillo) para hacer michas pa’ la cena (tortillas de harina tipo gorditas amasadas con panocha), cenamos temprano, fríjoles sancochados con chilpitines despolvoreados, queso, michas y café, nos quedamos platicando un rato en el corredor de la casa mientras hacía la digestión, para las nueve de la noche estábamos en los tendidos (cama), antes de acostarnos le pedí al “Prieto” que en la mañana me ensillará el caballo, que quería montar un rato.
Al día siguiente, cerca de las ocho de la mañana -el “Prieto no era muy madrugador, se levantaba tarde, ordeñaba entre las once y doce del día ya que bajan las vacas al agua y amamantar a sus crías-, me levante con el olor del café donde lo estaba colando, me serví una taza y llene un pequeño termo, días antes Simón Polo había matado un becerro gordo, le dio una pulpa al “Prieto” que la fileteó y seco para machaca, bonita pulpa. Después que tomé café preparé la salida, le pedí un pedazo de carne seca para asarla y llevarla de lonche junto con unas michas, un pedazo de queso envueltos en una servilleta de trapo, café y un galón de agua, la guarde en los cojinillos de la montura, acababa de comprarle una pistola a Lisandro Rodríguez, una precioso revolver Colt de mazorca .22 de seis tiros, tenía funda de vaqueta, así que como todo un vaquero me la fajé en el cinto al estilo del viejo Oeste, subí la loma siguiendo la brecha de carro que está enfrente del rancho para después torcer por la falda de atrás en dirección a la “Cueva de la vieja”, quería caminar por esa zona, cruzar el arroyo y subir a la mesa del “Valiente” y de allí irme rodeando los filos de los cañones que forman el arroyo del “Sauzoso” hasta llegar a la “antena”, la idea era montar, ya que pase por los filos de los cañones cambie de parecer, en lugar de darle pa’ la “antena” y el cerro de “Carlos” decidí tomar un “atajo” en dirección a la “Agua de las Palomas”, por la descripción que hago del terreno solo los que conocen el vasto territorio del “Prieto” Sosa me entenderán, hasta allí sin novedad, algunas reses y bestias pastando, era a finales de febrero, hacía frío, agradaba el sol, de vez en cuando una “collita” fría que calaba hasta los huesos, el “atajo” que tomé siguiendo el instinto del caballo nunca lo había caminado, era terreno nuevo para mí, cerca del mediodía decidí apiarme del caballo para estirar los pies, echarme un taco, descansar un rato y fumarme un cigarro, en el trayecto me topé con un frondoso ciruelo del monte que aproveche para descansar, el caballo del “Prieto” era muy buena bestia, mansito y dócil, no había necesidad de amarrarlo cuando te apiabas de la montura, allí se quedaba parado como patibulario e incluso podías disparar desde la montura sin que se espantara, me recosté en el tronco del ciruelo, me eché un taco, tome agua y café, ya que me enfríe comencé a sentir los primeros efectos de la montada, ligero dolor de la cintura a la altura de los “cuadriles”, las piernas entumidas y cansancio, ya que descanse un rato a darle pa’ “El agua de las palomas”, llevaría 10 o 15 minutos cabalgando cuando comencé a reconocer el terreno, no tarde mucho en llegar a “El agua de las palomas” donde me apié del caballo y me fume un par de cigarrillos sentado en la orilla del cantil, una par de reses y una manada de burros mesteños en la parte de abajo en el plano y párenle de contar, allí sentí más cansancio, hostigado, así que me preparé para el regreso directo al rancho, una hora de cabalgar que se me hizo una eternidad, cuando llegue al rancho el “Prieto” tuvo que ayudarme a bajarme del caballo, entumido hasta la madre, caminaba con las piernas arqueadas como Popeye, pensaba bañarme llegando pero ni tiempo me dio, medio comí machaca de res con papas, frijoles guisados caldudos, tortillas de harina y refresco de cola, ya que comí le pedí a doña Cuca una Naproxeno para los calambres y lo entumido, me sentía irritado como si trajera calentura, y me acosté, desperté cerca de las ocho de la noche, ya que desperté me tomé otra pastilla y me volví acostar, no traía humor de nada, me sentía apaliado, cansado, irritado como si me fuera a dar la gripa, esa noche descanse no sin dejar de quejarme en la noche, otro día amanecí todavía medio entumido, con los “cuadriles” doliéndome, después de comer hice mi salida para La Paz donde termine de descansar después de un baño con agua caliente y una Naproxeno, los malestares siempre me duraron tres días más. Bien me decía mi abuela “que me gustaba la mala vida”, a quién se le ocurre hacer esos lances sin experiencia en cabalgar?, solo a mí que tengo espíritu intrépido y aventurero. ¡Qué tal!.
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