Mis tiempos
* Un día cualquiera
Ojalá tenga tiempo para cristalizar un sueño recurrente que me ha acompañado en los últimos años tras el arribo del otoño sombrío; pasar mis últimos días en medio de la nada haciendo lo que me gusta, disfrutar el olor de las matacoras y romerillos, y despertar con el canto de los cenzontles en medio del rocío de la madrugada, ojalá me quede tiempo.
Un día cualquiera; levantarme a las 5 de la mañana, poner agua para colar café, darle de comer y agua a un par de vacas, dos o tres chivos y borregos, un par de caballos y media docena de gallinas, ensillar un caballo, montar una o dos horas recorriendo ancones, lomeríos y partes planas, llegar al “paraje” a las diez de la mañana a preparar el desayuno, lo que haya a la mano, y planear lo del almuerzo; ordeñar el par de vacas para tener leche fresca para el café o preparar algún atole, ordeñar las chivas para hacer una cuajada, desensillar el caballo, darle comida y agua y concentrarme en la del “perro” (comida), bañarme y dedicar la tarde a leer y escribir, convivir estrechamente con la naturaleza disfrutando los frutos que generosamente nos brinda; pitahayas, camotes de yuca, verdolagas, quelites, liebres, palomas y chacuacas, etc., contar con una noria o pozo artesiano para tener agua segura para el uso del “paraje” y poder cultivar verdura y árboles frutales, no pido más.
Sueño que teóricamente he aterrizado en mis caminatas en el monte, tras explorar y recorrer lugares dónde me gustaría levantar un “juncalito” de vara trabajada de palo de arco, horcones de palo zorrillo, techo de palma y vigas de palma, baño con regadera y sanitario, hornillas con dos o tres fogones, un par de perros y un rifle, lo demás es lo de menos, en realidad no necesito mucho salvo lo indispensable; un pequeño espacio para levantar un “juncalito” y cercarlo con maya ciclónica con castillos y dalas de cemento, un pequeño espacio para construir los corrales, un gallinero y una o dos hectáreas de tierra para sembrar árboles frutales y verdura para consumo personal, eso sí lejos de todo donde no haya señales de radio, teléfono ni celulares.
Cómo en este mundo, de acuerdo a la filosofía oriental, primero piensas y luego existes, mi sueño sigue siendo un sueño hasta hoy inalcanzable, utópico, como creer que existen unicornios detrás del “cerro atravesado”; hace unos días me enteré que unos cuates que por supuesto no son de esta tierra andaban procurando mermelada de caguama y árboles de fresa para sembrar en las aceras de sus casas, sin duda estos tipos están peor que yo, afortunadamente no he llegado a tanto, salvo seguir soñando dónde y cómo pasar mí vejez para enfrentar el largo y sombrío otoño que llegó sin darme cuenta.
Admito que mis sueños tiene mucho que ver la pérdida de mi audición, aunque no lo reconozca he perdido autoestima y eso no es bueno, disfruto mucho la soledad que es saludable hasta cierto punto, pero eso de aislarse del mundo no es recomendable, en fin los pros y contras que también he analizado con sensatez y honestidad, lo que no he perdido ha sido la esperanza, la fe y el optimismo de que todo puede ser mejor, que lo ha sido desde que tengo uso de razón, en cincuenta años he visto y atestiguado infinidad de cambios que han permitido mejorar sustancialmente nuestra calidad de vida y han abierto oportunidades que antes no había a cambio de una tremenda pérdida de valores y principios que han lacerado nuestra convivencia, los viejos valores y principios helénicos han caído en desuso en el seno de una sociedad crispada, dividida y salpicada de odios producto del adoctrinamiento y la manipulación ideológica y político-partidista, veo el presente desde la perspectiva del pasado, lo que me ha tocado vivir y lo que vivieron mis padres, de ahí mi optimismo de que podemos ser mejores y para ser mejores primero hay que pensar para luego existir. ¡Qué tal!.
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