Por Víctor Octavio García
Mis tiempos
* De chacuaquero
Por la salud de don Luis Coppola Joffroy, y una pronta recuperación
Toda mi vida he sido un agudo observador y admirador de la naturaleza, especialmente de la vida silvestre; he creado palomas pitahayeras, liebres, cullos, conejos, venados, zorras, gatos monteses pavo reales y chacuacas (codornices le dicen los letrados), gracias a esa fijación he aprendido, didácticamente, los secretos más íntimos de la observación que me ha permitido entender lo sutil que es la vida y lo relativo que es el tiempo; hacer transcendente lo intrascendente agregándole valor a lo trivial, a lo sin importancia. El común de la gente vive la vida de un flahaso sin reparar que en el tiempo y en las imágenes hay vida, hay estética, hay belleza.
A mediados de los 80’s me enteré o alguien me platico que el profesor “Chavalo Pérez” tenía un criadero de chacuacas en San Antonio, lo conocía solo por referencias a través de Juan Manuel de La Peña Gutiérrez, amigo de mi familia, un día dispuse visitarlo en San Antonio, me presente con él presumiendo mi amistad con Juan Manuel de La Peña, desde que le presente mis cartas credenciales el trato fue de mucha familiaridad, de inmediato me llevo a conocer donde tenía las chacuacas, en realidad no era criadero, simplemente a él le gustaban y las tenía para su solaz entretenimiento, recuerdo que tenía muchas de diferentes tamaños, no era propiamente un gallinero alto sino a ras de suelo muy bien hecho, cercado completamente con tela de criba. Buen tipo el profe Chavalo, después que me brindo café y platicamos un rato me despedí agradecido por las atenciones que me dispenso, yo traía entre ceja y ceja atrapar chacuacas pero primero había que hacer donde tenerlas, compré madera, clavos y tela de criba y le pedí al “Vidorria” que me ayudará a levantar el “gallinero”, no como el del profesor Chavalo Pérez pero al fin “gallinero”, lo cerqué herméticamente, busque piedras en el arroyo para ponerles agua, le eché choyas secas, basura del monte y aserrín de madera para que su hábitat quedará lo más natural posible.
Sabía que en los médanos y manglares del Cuñaño se dan como arroz en el mes de mayo, así que me preparé con tiempo para ir a “trampear” chacuacas, hice una jaula con madera de javas, compre granos molidos de maíz, trigo y sorgo y latas de sardinas vacías para ponerle agua entre los manglares, busque un lugar estratégico a sabiendas que me llevaría tiempo, después de encontrar un sitio camuflajeado entre un bosque de manglares preparé mi escondite y puse la trampa manejada por mí desde mi escondite a través de una larga piola de pescar y dedicarle algunas horas, tal como ocurrió, en tres fines de semana atrapé varias, grandes y crías, así como un par de conejos. Yo feliz.
En un cartón de leche Carnetion las traje del Cuñaño y las eché en el gallinero, todos los días le ponía agua nueva, granos molidos de maíz, sorgo y trigo así como alfalfa fresca, les picaba lechuga, tomates y zanahorias, tarea que compartían conmigo mi mamá y una tía, con el tiempo el gallinero se convirtió en un pequeño y alegre zoológico donde llegué a tener liebres, conejos, palomas pitahayeras, palomas cubanas y un par de pavo reales. Al final del día las deje en libertad, un día una chacuaca sacó varias crías que amanecieron muertas por las hormigas y allí ya no me gusto lo que estaba haciendo, en un cartón me las lleve y las solté en el monte, los pavo reales volaron en un descuido que tuve al igual que las palomas, las palomas volvieron, les echaba comida y ponía agua ya en libertad.
Gracias a Dios y a la providencia he tenido la fortuna de hacer lo que me gusta y disfruto, hoy lo hago desde una larga y tediosa convalecencia que me tiene de rehén desde hace varias semanas, apenas tengo tiempo para atender mis redes y cumplir con mis compromisos institucionales, de mis amigos que me hablan los cuentos con los dedos de una mano, de los conocidos ni hablar, esos son historias sin escribir.
Aprovecho el raite para agradecer las llamadas de quienes se han tomado la modestia de estar al tanto de mi estado de salud, a todos y cada uno de ellos mi gratitud y agradecimiento permanente, que el Señor los bendiga siempre. ¡Qué tal!.
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