Por Víctor Octavio García
Mis tiempos
* Las andanzas del buen Porfirio
En memoria de Porfirio Amador Higuera, el “patriarca del Llano”
Numerosos relatos y anécdotas que les he compartido a lo largo de los últimos años me los han platicado los mismos protagonistas, al desarrollar la narrativa trato de respetar su originalidad tal cuál como me los han platicado como es la anécdota que les compartiré en esta entrega.
Hace unos años me invitaron a comer costillas asadas y “sancocho” a Los Llanos de Kakiwui, matarían una vaca gorda, ese día que llegue mataron la vaca y prepararon el famoso “sancocho” que es un platillo tradicional de la zona serrana del norte de La Paz, recuerdo que colgaron la carne y las piezas de la res aún sin pulpearlas ni beneficiarla en las vigas del corredor de la casa, comí poco porque casi no me gusto pero no dije nada por prudencia, mientras los demás se relamían con el célebre guisado, en la noche me tendieron donde dormir, siempre duermo en el corredor de la casa en un sofá cama, lo hago porque toda la noche estoy levantándome a orinar, en la noche me levantó 7 u 8 veces, imagínense qué tanto podré descansar.
Recuerdo que ya había muerto mi amigo Porfirio Amador Higuera, a quien tuteaba como el “patriarca del Llano”, un hombre noble, de trabajo rudo y duro, que los últimos años sobrevivió a con dos embolias, se veía cansado, lo había conocido en 1984 y lo volví a ver en el 2017 ya muy enfermo por sus males, aún caminaba con dificultad apoyado con una andadera, su voz, trapuda y gangosa apenas se le entendía, lo visitaba cada quince días que aprovechaba para quedarme allá dos o tres días.
Esa noche que llegue después de platicar un rato tomando té de hojas de limón y yerbabuena nos acostamos a eso de las nueve de la noche, era en un mes de mayo, mucho frío en la noche y sereno en la madrugada, como a las cuatro de la mañana me despertaron pidiéndome que me metiera a la cocina, habían comenzado a oí gritar un “lión” cerca de la casa y se levantaron, los perros no dejaban de ladrar y el ganado y las bestias demasiado nerviosos, el dueño del rancho sacó un “saloncito” .22 de un tiro y lo dejo a mano mientras colaban café, en honor a la verdad yo nunca escuché nada por mi sordera pero atendí el llamado, en la madrugada destendieron tortillas de harina en el comal y asaron carne, como a las seis de la mañana se dejaron de escuchar los gritos del “lión”, un día antes habían visto “juellas” cerca de la casa.
Esa madrugada me platicaron que en 1970 o 1972, Porfirio Amador peinaba quizás los cuarenta años, en la plenitud de su vida, tenía muchas chivas (siempre se dedicó a la chivas), llego a tener chinchorros más de 800 chivas que él las batallaba y ordeñaba, en ese tiempo llovía bien en Los Llanos y no había tanta competencia por el agua y el pasto, Porfirio desde que se levantaba a las cinco de la mañana iba por las chivas, las ordeñaba y ya que se enfriaba la leche la cuajaba para ponerlas en las “esteras” donde se hace el queso, hacía mucho queso de chiva, buen queso porque tenía buena mano para cortar la leche.
Un día cualquiera no bajaron las chivas y fue por ellas, Porfirio rara vez montaba bestias, sus largas travesías siempre las hacía a pie, era buen caminante, tampoco portaba armas cuando salía al monte, le bastaba un mecate colgado en las espaldas y un cuchillo fajado en la cintura, un día le pregunté qué cuántos venados había matado me contesto uno, no le gustaba la cacería, tampoco se enfrentó a “liones”, vio muchos y “juellas”, con lo que sí se topó según me comentó fue con coyotes, zorras, gatos monteses, caballos, burros y reses con rabia. Ese día que fue por las chivas escaló un cerro en la zona conocida como “El Choyal”, distante de su casa 7 u 8 kilómetros, cuando venía bajando del cerro derrapó y en la derrapada se rodó una enorme piedra de varias toneladas de peso aplastándolo contra un tepetate, por fortuna su cuerpo quedó prensado en la grieta del tepetate lo que evito quebraduras de huesos, raspones y heridas eso sí en todo el cuerpo, pasó ese día, toda la noche y hasta otro día a las dos de la tarde aplastado por la enorme piedra sin poder hacer nada, imposible mover aquella mole de granito de varias toneladas, otro día muy temprano salieron a buscarlo una partida de jinetes encontrándolo cerca de las 2 de la tarde deshidratado, a punto de desmayarse, haciendo palancas con brazos grueso de palo fiero jalados por los caballos lograron, después de un par de horas de batallar librarlo de donde estaba aplastado, le dieron pequeños sorbos de café caliente sin azúcar, lo abrigaron bien por el sol, negaron darle agua y se lo trajeron en bestia a su casa donde convaleció cuatro días curándole las heridas con fomentos de agua caliente, tomando pastillas y remediajos, cuatro días sin hacer queso.
Porfirio murió el 7 de mayo de 2021 a la edad de 90 años, los últimos años los visité con frecuencia y tuve la fortuna de despedirlo hasta su última morada, lo conocí y trate poco, durante el breve tiempo que lo hice me quedo buena impresión de él, un hombre noble, a carta cabal, de trabajo, sacrificios y penurias, amén de ser un hombre querido y respetado en toda la zona serrana del norte de La Paz, un hombre con un enorme corazón que venció el desierto con coraje, tesón, perseverancia, valor y decisión. Descanse en paz el buen Porfirio Amador Higuera, mi amigo el “patriarca del Llano”. ¡Qué tal!
Para cualquier comentario, duda o aclaración, diríjase a [email protected]
