Por Víctor Octavio García
Mis tiempos
* El gato de Las Coras
Durante muchos años frecuenté el rancho Las Coras, siempre he tenido buena amistad con el dueño, Ramiro Castro, aunque no me invitará me hacía el aparecido, sabía que tenía vara alta, precioso rancho, mucho ganado, borregos, puercos y gallinas, varias veces “parajié” en mis salidas a los venados y las palomas, en ocasiones invitaba a Valentín Ojeda que era muy amigo del ranchero y de Severo González, del Guamúchil, brecha que he caminado infinidad de veces de San Pedro hasta Los Inocentes, cruzas por varios ranchos distantes unos de otros, sobre brecha tiro por vieja veía venados, pese a lo transitado que estaba. De San Pedro a Las Coras, tres o cuatro kilómetros antes de llegar al rancho casi siempre veíamos y veía un gato montés, parecía lince, grande y gordo, se dejaba que lo miráramos, no estaba muy matrero, salía en un ancón que siempre estaba verde de mezquites, chinos, palo adanes y lomboyes, me llamaba la atención verlo caminar con mucho garbo, cadencioso, arrogante y altivo entre el monte, un buen ejemplar, era un gato montés macho, siempre le decía a Valentín y al ranchero de Las Coras que no lo mataran, el solo verlo era un disfrute.
A Ramiro Castro también le tocó verlo, seguramente en el ancón tenía su guarida, a la vuelta de los años en ese ancón Sapa La Paz hizo una perforación para bombear agua a esta ciudad, hace mucho tiempo que no la camino. Un día le encargue un borrego a Ramiro, los García querían comer borrego asado, ve el sábado allá voy a estar me dijo Ramiro, le diré al ranchero que te lo tenga listo. ¡Sale! le conteste, hecho y dicho, llego el sábado y fui por el borrego, por cierto Ramiro no quiso cobrármelo, me lo regaló, ese día fue la última vez que vi el gato de Las Coras, deje mucho tiempo de caminar por la zona hasta que un día me encontré con el gato….pero en el refrigerador de Valentín Ojeda.
A Valentín lo visito mucho, buen amigo, tengo amistad de más de treinta años con él, buen venadero y buen “huellero”, siempre que lo visito no haya que regalarme, un día le lleve café y una pequeña despensa sin hablarle que iba pa’ allá, así que llegue en frío, ya que me despedí me pidió que lo esperara, sacó una cuajada de queso de chiva oreada y percudida del rancho La Palma y me la dio, sin quieres llevar carne tú me dices, abrió el congelador del refrigerador voy viendo un gato como crucificado en el hielo, ¿y eso? le pregunté y me contesto riéndose “es el gato de Las Coras”, le hacía falta un cuarto trasero, ya que se había comido Valentín, en el acto le reclamé ¿porque lo mataste? Y me contesto, “le estaba acabando las gallinas a Ramiro y lo peor, ya le había entrado a los borreguitos recién nacidos”, ante tal excusa no dije nada, más no aprobé la acción, no le acepte el gato aunque después me arrepentí para asárselo a mis “tintoreras” que a todo le hacen “fuchi” “fuchi”.
Después de la tristeza que me invadió porque mataron el gato de Las Coras hice el firme compromiso no solo de compartirles la anécdota sino de hacerle un corrido, la anécdota hoy la publicó con el alma todavía marchita, y el corrido en uno de mis días de ocio me sentaré a escribir la letra, ya después veremos quién la musicaliza. ¡Qué tal!.
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