Por Víctor Octavio García
Mis tiempos
Consuelo perdida
En noviembre de 1995, dos días después de que “cayera” el Carabelle cargado supuestamente con droga en los llanos de Baturi, mi mamá y yo hicimos una larga travesía por la costa del norte de La Paz (pacifico), travesía que iniciamos en el rancho de “El Condeno” del profe Rafael Carballo para concluir, varias horas después en los médano de La Matanza, mi mamá jalaba conmigo porque era igual de huraña e introvertida que yo, le gustaba y disfrutaba la soledad, caminar en el monte, divagar inspirada por el olor de los san migueles y mátacoras, era pues buena pobre, mi papá era otra cosa, como todos tenía su “metalito” (carácter) y había que darle por su lado, y uno no siempre está para complacer, así que mejor no lo invitaba, amén de que era muy desesperado, en cambio mi mamá aguantaba todo, sed, hambre y una que otra regañada.
Ese día programé la larga travesía para probar un pick up que había comprado; un Chevrolet Silverado King Cab, modelo 1992, doble tracción, automático, buenas llantas, buena carrocería, buena pintura, buen alfombrado, en pocas palabras estaba ¡cleam!, muy temprano enhiele agua, un par de refrescos, naranjas y peras, un termo de café, un kilo de carnitas de ancá Barajas y un rife .22 con una caja de tiros útiles, llene el tanque de gasolina y ¡fierros! pal Condeno. Mañana muy agradable, algo de neblina y una suave brisa proveniente del pacifico. Una noche antes me había echado unos tragos sin llegar a pistearme, simplemente a ponerme “zarazón”, así que en la mañana llevaba un ligero dolor de cabeza, soportable hasta cierto punto, mi mamá hablaba poco, disfrutaba ver y caminar en el monte cortando ciruelas del monte, alguna pitahaya agria, ver alguna liebre o eventualmente algún venado, entramos por El Condeno sin llegar al rancho donde estaba de ranchero un viejo amigo mío conocido como el “chivichanga”, muy bueno para seguir los venados, seguí de paso, pasé por un par de ranchos abandonados El Conejo, La Vieja, La Ballena, La Aguja, Cedros, Reforma Agraria, Conquista Agraria, Ejido Uno, El Tepetate, El Rosario, La Ballena de los Inocentes, Buena Vista etc., hasta “caí” en los médanos de Baturi; cuando entre al Condeno eran quizás las 8 de la mañana, cuando llegue a los llanos de Baturi cerca de las 9 de la noche, más de doce horas de travesía.
Recuerdo que a dos horas de ir brechando busque una sombra para echarme un “coyotito” (siesta) con el fin de que me pasara la “cruda”, mi mamá no llevaba pastillas para el dolor de cabeza así que me la fui llevando tomando agua fría uno que otro trago de clamato puro, antes de llegar al rancho de “La Vieja” del Nene Landa me gusto un palo verde para echarme un “cocyotito”, frondoso y verde, baje el .22 y lo recosté sobre el tronco del palo verde y le dije a mi mamá, “consuelo, si quieres caminar a ver si encuentras alguna pitahaya ve, yo me “gua” a quedar aquí a ver sí me pasa el dolor de cabeza”, hecho y dicho, mi mamá lueguito tiro pal monte, no llevaba nada excepto un varejón seco de palo verde en la manos, ella tenía problemas serios de diabetes (azúcar) y yo no reparé de momento de los riesgos que corría ante una deshidratación, aunque el sol no estaba fuerte le ayudaba mucho la brisa del pacifico, varias horas sin tomar agua y caminando cobrarían factura, cuando desperté comencé hablarle a mi mamá y nada, me dio mala espina, le corte “juella” y comencé a gritarle, me lleve el .22 e hice un par de disparos al aire por si escuchaba se orientada con los disparos y nada, cerca de dos horas de caminar buscando lomas para “mapear” más terreno divise un bulto en el tronco de un datilillo, era mi mamá que estaba “sombreando” en el brazo de un datillo, descolorida, sin “juerzas” y deshidratada, tenía el “mundo volteado”, no sabía dónde estaba, con decirles que le pregunte como siempre la vacilaba porque era muy desmemoriada, “Consuelo, cómo te llamas”, titubeo mucho para responderme, ya que venía cargándola sobre mis hombros me dijo con voz quedita “Consuelo”, tardamos en llegar donde habíamos dejado el carro, le serví café caliente, no le quise dar agua que me pedía a gritos, hasta el rato le di agua espaciadamente, no de golpe, le preparé dos tacos de carnitas, le recosté el asiento delantero y le pedí que se acostara, prendí el aire acondicionado al carro y ya no me detuve, pasé por los médanos de Baturi como alma en pena hasta llegar a mi casa, a nadie le platique lo que había pasado, fue un secreto entre mi mamá y yo, ella se lo llevo a la tumba y yo hoy lo comparto como un recuerdo de mi amada madre. ¡Qué tal!.
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