Por Victor Octavio García
Mis tiempos
* La gallina de los huevos de doble yema
En memoria de mi hermana Sandra. Descanse en paz
En 1970-71, Caduaño comenzaba a dejar de ser un rancho grande para convertirse en un pueblito; en 1968 introdujeron el agua potable, no directamente a las casas sino que tendieron la red de agua y en ciertos puntos del pueblito instalaron hidrantes de donde había que acarrearla en baldes, ya no era de sacarla de un pozo con rondanillas ni acarrearla en palancas del ojo de agua; en 1970 la luz eléctrica, de manera que ya se veía cierto progreso. En ese tiempo mi papá había comprado un dompe, no sé porque, él no era troquero, el caso es que tenía un dompe, un Chevrolet 55, trasmisión grande de doble rodado y doble clochazo, la mayor parte del tiempo estaba estacionado en el patio de mi casa, yo tendría acaso 13 o 14 años, me subía al dompe y lo “chofereaba” encochándolo y tirando cambios, ahí parado aprendí a manejar estándar. En ese tiempo de cambios en mi tierra, por iniciativa de la misma gente, nada que ver el gobierno, se dispusieron a construir la plaza pública de Caduaño, que no era más que una torta de cemento tendida sobre una mamposterías de piedras del arroyo, mi papá prestó el dompe para que acarrearan la arena y las piedras, en la placita se hacían los bailes no exentos de pleitos y chingazos al por mayor.
Para esto hacía mis economías y juntaba pa’ la gasolina y le echaba al “wirloche” -así le decíamos al dompe-, so pretexto de ir a la leña, no era tanto ir a la leña sino la “chofereada”, me gustaba y hasta la fecha me gusta mucho manejar, así que agarraba la brecha pa‘ “Los brelllitos”, una zona de columpios y cañadas sobre el “camino viejo” que iba a San José del Cabo, distante de Caduaño 5 o 7 kilómetros, disfrutaba como le lloraba el diferencial cuando subía la cuesta de “Vázquez” y pasaba pitándole a Teresa Miranda en el Palo Eván.
Me gustaba ir a “Los brellalitos” porque había mucha leña, buena leña de palo zorrillo, palo blanco, palo escopeta, brasil y mauto, subía al dompe un hacha vieja y un machete desportillado al dompe y ¡Fierro” pa’ “Los brellalitos”, más que leña eran varañas las que traía, imagínense en ese tempo qué leña podía hacer si no sabía ni agarrar el hacha, eso sí le echaba ganas con todo lo ordinario que soy. En una de mis “leñadas” me paso algo tan inesperado como sorpresivo, justo cuando iba echarle chingazos con el hacha a un brazo seco de palo zorrillo escuché una “quebradera” de palos entre el monte, pensé que era ganado y no le di mayor importancia, al rato otra vez como ahora como un “aleteo”, le preste atención cuando de pronto vi entre el monte, en medio de la nada, una gallina colorada, se veía hostigada, cansada, prácticamente se dejó que la “pillara” sin intentar correr o volar, la subí en la cabina del dompe y le cerré los vidrios para que no se saliera y seguí juntando varañas hasta completar el viaje, de regreso me vine con los vidrios cerrados para que no se saliera la gallina, la gallina nunca de movió del asiento donde la deje, cuando llegue a mi casa la baje y le platique a mi mamá como había estado, mi mamá le puso agua y le echo el arroz que había quedado del mediodía, la gallina comió y se juntó con las gallinas que tenía mi bisabuela, saber el origen de la gallina es para mí un misterio hasta la fecha. La hipótesis de mi tío era que seguramente la gallina brinco de algún carro que venía del rancho de El Mezquite de lo profundo de la sierra, no la hallaron y la dejaron en el monte, lo inexplicable cómo fue que había sobrevivido y que tanto tiempo paso en el monte sin que se la comieran los coyotes.
A las pocas semanas, familiarizada con las gallinas de mi bisabuela comenzó a poner ¡Oh! sorpresa; huevos de doble yema, las yemas coloradas, precioso color, en ese tiempo no se conocía el maíz transgénico ni la purina, eso sí insectos y ramas, había solo maíz criollo, “gorgojiento”, lo que le daba otro sabor a los huevos; recuerdo que Sandra mi hermana QEPD y yo nos pelábamos por los huevos a la hora del desayuno, el caso que nunca dejamos que se echara la gallina y se encluecara para agarrar cría, nos comíamos los huevos cada vez que ponía. ¡Qué tal!.
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