¡Aquellos días!
* Hígado encebollado
En 1972-1973, el presidente Luis Echeverría lanzó un programa de desmontes para darle trabajo a la genta en la siembra de zacate bufel, cursaba el segundo año de secundaria y fue uno de mis primeros trabajos formales en el que gané mi propio dinero, nos pagaban 530 pesos a la semana, en ese entonces comenzaba a fumar y compraba de los cigarros más caros -de caché- que eran Raleigh, costaban 3.55 pesos la cajetilla, los argentinos y delicados, los más baratos .80 y .60 centavos, el litro de gasolina .80 centavos la nova -por cierto con esa gasolina baja en octanaje, “cascabeleaban” un chingo los carros-; días muy felices con todo y las limitaciones que había en ese entonces, hoy tenemos mejor calidad de vida, mucho mejor calidad de vida, pero no tenemos la felicidad de la que gozábamos aquellos días, hace cincuenta años.
Recuerdo que esperábamos con muchas ansias que llegará el domingo porque ese sagrado día lo disfrutábamos al máximo; en la mañana tomábamos el camión (autobús) que venía de San José del Cabo con destino a La Paz para llegar al mercado Madero a comer hígado encebollado con una fanta de naranja, era lo máximo para nosotros, pasar por el Unimás y comprar Levis originales, llegar a la Canada a comprar zapatos bostonianos, ese era nuestro sueño, en el camión de la tarde regresábamos a Caduaño bien comidos y mejor ajuariados.
Rodrigo Miranda Amador QEPD, era el comisariado ejidal, buena persona, nos daba chanza que “trabajáramos” en los desmontes a un grupo de 5 o 6 jóvenes que estudiábamos y nos pagaban lo mismo que a los demás trabajadores -ejidatarios-, de manera que todos los sábados que “rayábamos” era como si nos sacáramos la lotería, 530 pesotes por semana; lo que hacíamos -desmontar- más bien era un despropósito, no sabíamos agarrar el hacha ni el machete así que dejábamos el monte mordido, machucado como si hubiesen pasado los chivas, ¡ah!, eso sí, presumíamos de bolcheviques y les echábamos mucho a los pequeños burgueses, como ocurre hoy; entonábamos canciones “revolucionarias” contra el imperialismo yanqui, recuerdo una estrofa que decía” Oyes Fidel te pedimos/que los curas corten caña/si no lo quieren hacer/que los mandes para España”; tiempos de romanticismo y sueños reivindicatorios, “el ser joven y no ser revolucionario era inevitable una contradicción biológica”. El cono sur estaba gobernado y al acecho de golpes militarles; Pinochet en Chile, Videla en Argentina, Stroessner en Paraguay, Somoza en Nicaragua.
A partir de allí comencé a entender el mundo, a trazar mi destino, mi hoja de ruta; valerme por mi mismo, ser independiente y pelear por mis ideales, en los que creo, al paso del tiempo no sé si lo logré, lo que sí sé es que deje de ser uno más del montón para convertirme, entre altos y bajas, entre coincidencias y desencuentros, en yo mismo, el que calza y viste; grandes lecciones de vida que no se aprenden en ninguna escuela sino en el diario trajinar de la vida, no sé si construí un nombre, vapuleado o respetado, lo que sí sé es que soy yo y mi circunstancia como decía Ortega y Gasset ; imprudente, arrojado, intrépido, introvertido y huraño.
A la vera de aquellos hígados encebollados comencé a leer el Capital de Karl Marx, el Materialismo Histórico de Friedrich Engels, el Quijote de la Mancha de Miguel Cervantes de Saavedra, el Lobo Estepario de Herman Hesse, así habló Zaratustra de Nietzsche, años más tarde leería algunos clásicos, eso sí los libros de bolsillo del viejo oeste eran mis favoritos y las historietas de Memín Penguín, el Llanero Solitario, Juan sin Miedo, Aniceto Verduzco, Chucho el Roto, entre otros.
En suma, sí Armando Trasviña Taylor filosofó detrás de una tortilla de harina, yo trace un proyecto de vida a la vera de un hígado encebollado, y gracias aquel sueño hecho realidad de degustar hígado encebollado comencé a entender el mundo y a rodar en el gravitacionalmente. ¡Qué días aquellos!. ¡Échense ese trompo a la uña!.
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