Por Víctor Octavio García
¡Aquellos días!
* Campo pesquero “El Portugués”.
Victor Tarango, Yayo Geraldo, Edgar Osuna y un servidor decidimos acampar un fin de semana en el campo pesquero “El Portugués”, nos pusimos de acuerdo con Julián Soriano, viejo pescador para llegar a su “paraje”, el plan era bucear para comer pescado fresco, asado, frito, ceviche, en agua chile y sachimi sábado y domingo, llevamos poco bastimento (comida), un par de pollos frescos, una pequeña despensa con lo indispensable, mucha verdura, limones, soya, captsup, huichol, galletas, tostadas, cerveza, café y azúcar, la idea era comer pescado del mar al sartén, tal como ocurrió, con excepción de un servidor, los tres son buenos buzos y tienen buenos equipos, de manera que estaban garantizadas las mareas, llegamos un viernes en la tarde como quien dice a “romper el hielo”, esa noche cenamos chopas asadas con un panguigui de tortillas de harina, otro día era lo bueno.
Noche tranquila, el romper de las olas en la orilla de la playa nos arrullaron, al día siguiente a preparar la salida, en la madrugada el Yayo comenzó a quejarse, tenía mucha fiebre (calentura), le prepararon un té con unas pastillas y le paso, no salió a bucear, no se sintió bien y se quedó en el “paraje” con el Julián y un servidor, Tarango y Edgar se fueron a bucear en las zonas que ellos conocen, como a las doce del día vararon la panga con varios pescados (cabrillas, pericos, pargos, cochitos, pulpos y varias langostas), allí mismo en la enramada, a orilla de la playa, a preparar ceviche, agua chile y a freír pescado, las langostas las hicieron fritas con mantequilla y ajo, quedaron para chuparse los dedos, en la tarde le pegaron a la almejeada que otro día las prepararon en coctel y ceviche, el Yayo seguía con temperatura, le pasaba a ratos mientras le hacían efecto las pastillas, los dos días que estuvimos “parajeados” estuvo tirado, comiendo poco, totalmente fuera de sí.
Era en tiempo de calor, había buena pesca, cabrillas y pericos, el domingo Tarango y Edgar se hicieron de nuevo a la mar, aunque había suficiente pescado en las hieleras decidieron aprovechar el viaje para salir a bucear, les encanta la buceada y hasta eso que no son muy ordinarios con la pistola, ese día hicieron buena marea, sacaron más pescado, langostas y pulpos que un día anterior, producto que lo compartimos entre los cuatro porque el domingo andábamos asqueados de comer pescado y almejas, decidimos hacer un riquísimo caldo de pollo con arroz y papas con una nata de cilantro verde, Julián destendió tortillas de maíz hechas a mano sobre el comal que alternamos con granos de frijol sancochado en el caldo de pollo, ora sí que almorzamos como Dios manda.
Para este, nos tenía preocupados el Yayo porque la fiebre le bajaba solo a ratos, desconocíamos de dónde podría venir el mal, tal vez una infección especulábamos o gripa, siendo el mismo Yayo quien nos comentó que era un problema viejo que padecía en las mismas fechas desde que una noche “acampó” en el monte y le pico una chinche, desde entonces, todos los años en la misma fecha le retentaba el mal, explicación que tiene lógica, salvo el contratiempo del Yayo disfrutamos un fin de semana en “El Portugués” comiendo pescado, pulpos y langostas, precioso lugar donde el tiempo y los sueños se funden en ese mítico lugar donde se encuentra la “Punta del Mechudo”, origen que le da vida a una leyenda muy conocida en BCS, la de la perla de la Virgen y la maldición del Mechudo.
Después de esa “acampada” no he vuelto al “Portugués”, he pasado varias veces por allí camino a San Evaristo y al Primer Bosque, territorio del borrego cimarrón, de mangos y gente maravillosa que se aferran a su tierra, a sus costumbres y la soledad solo alterada por los vientos que corren entre los profundos cañones de la sierra de “El Coyote”. ¡Qué tal!.
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