La vida va
En memoria de Franco Domínguez Verduzco, amigo entrañable. Descanse en Paz.
Siempre he sostenido que más allá de cualquier buenaventura, “la vida va”. Antes de despuntar el 2000 me conflictué fuertemente con Leonel Cota Montaño, que me orilló a tener que dejar mi trabajo en la Secretaria de Salud para enfrentar una ruda campaña mediática, si bien no alentada por el gobernador, si al menos le resultaba empática impulsada por Rodimiro Amaya, Alfredo Porras y otros paniagudos, días muy difíciles y traumáticos, hoy puedo decir en descargo tras el inexorable paso del tiempo que fui perseguido, linchado, defenestrado, acusado, señalado, calumniado, demandado y acosado por la simple condición de ser periodista, como no soy de venganzas ni de resentimientos, poco tiempo después me senté a conciliar con Leonel y arreglamos aquellas añejas diferencias -muchas de ellas ajenas a él- a fin de llevar la fiesta en paz, desde entonces mantengo una excelente relación, yo diría inmejorable, con el ex gobernador.
Este impase me llevó a probar suerte en otros derroteros, así que me dedique a la venta de pescado y a la “wuateda” por un largo tiempo para sacar la del “perro” (comida), relativamente joven en ese entonces, a lo sumo 40 o 42 años, con todo el empuje pa’ delante; en el “andariego” -un viejo pick up Chevrolet 92- recorrí la gran mayoría de los campos y “parajes” pesqueros de La Paz, Comondú, Loreto y Mulegé, un día estaba en el “Delgadito”, en la laguna de San Ignacio y al día siguiente amanecía en Ensenada Blanca, en Loreto, verbigracia como beduino errante.
Normalmente viajaba solo con varias hieleras en la caja del pick up o un cajón de madera con hielo molido, en ocasiones me acompañaba mi amigo del alma, Víctor “Vidorria” Manríquez, y en veces Franco Domínguez QEPD, en su última etapa de enamorado, de tener un “amor de viejo”, manejaba filete de pescado -cabrilla, perico, pargo, jurel, corvina etc., básicamente, y en ocasiones productos en veda como langosta, pulpo, ostión y camarón- que entregaba en hoteles y restaurantes en Los Cabos, me iba bien, muy bien, lo que me hizo falta fue dinero para entrar en la “puja” de la compra del producto así como para mantener a flote la noble actividad, tres años viví de la “wuateada” sin necesidad de pedirle chichi a nadie, actividad que alternaba con mis constantes entregas (columnas) en los medios donde colaboraba.
Cuando hacía viajes largos le decía a Manríquez, “tocayo, voy a ir pa’ La Poza Grande, si quieres acompañarme, te voy a da la del “perro” (comida) y pescado”, ¡Ah! Manríquez encantado, jalaba conmigo hasta con virote, buena y agradable compañía en los viajes largos y en no pocas brechadas sacándoles la vuelta a los “retenes” cuando traía productos vedados, Franco Domínguez, mi pariente, paisano y amigo, me acompañó un par de veces pero solo a Loreto donde traía un amor de viejo, recuerdo aquellas platicas de su dulcinea en la bajada del “Huatamote”, pasando los llanos de “Hiray” o subiendo la cuesta de “Ligui”. Un día, antes de regresarme a La Paz, llegue a comer al restaurante “Cielito Lindo” en Loreto, me gustaba comer allí, siempre pedía almejas gratinadas y filete de pescado al mojo de ajo, ya fuese cabrilla o perico, muy buen pescado, que lo servían con una guarnición de frijoles refritos, arroz colorado, ensalada de lechuga con tomate, tortillas de harina y un tarro de limonada, a la llegada escuché que me hablaban “Víctor”, “Victor”, recorrí con las vista las mesas hasta que detecté a Franco Domínguez comiendo con una muchacha muy joven, me acerqué a saludarlo y me presento a su nueva conquista, una muchachita muy guapa y joven, verbigracia como una gotita de agua, ese día los acompañe en el almuerzo, Franco estaba de delegado del PRI en Loreto, no recuerdo si fue en la campaña de alcalde del “Mon” Davis o del “amigazo” Antonio Verdugo, cuando me despedí Franco se levantó de la mesa y me dijo, “te voy acompañar hasta la salida”, era solo un pretexto porque quería conocer mi opinión sobre su nueva conquista y me dice al tiempo que me cierra un ojo, “qué te parece pariente”, y le respondo “Franco, esta muchachita “jiede” a ministerio público”, Franco se me quedo viendo y me revira ¡Meeeeee, si ya tiene 18 años!, de ahí que cada vez que iba al pescado a Loreto se apuntaba como mi acompañante, andaba herido, la novia al final lo dejo por uno más joven y mi amigo Franco quedo fuertemente “baleado”, así que cuando llegábamos a Loreto lo primero que hacía era deja a Franco en la colonia Zaragoza donde lo recogía a mi regreso mientras me iba a cargar pescado con la nuera del “Chile seco”, enhielarlo y pasar a la colonia Zaragoza por Franco para echarnos un taco y emprender nuestro regreso a La Paz. ¡Qué tal!.
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