BCS
Cuando BCS pasó de ser territorio a estado un servidor tenía 17 años, fue una década de aprendizaje que marcarían para siempre mi percepción sobre la vida pública de BCS, así como hubo corrientes a favor de la conversión del territorio en estado hubo resistencias, la restauración de los municipios era reciente con apenas dos años de regímenes municipales gobernando una escasa población mayoritariamente sudcaliforniana, gobernaba el país Luis Echeverría quien impulso la histórica transformación que hoy conmemoramos los primeros 50 años de existencia, hubo mucho apoyo en ese entonces del gobierno federal, la incipiente clase política que había formado Hugo Cervantes del Río daba sus primeros pasos como protagonistas de la nueva era que se iniciaba, fue entonces cuando comencé a interesarme en la vida pública y gracias a ese innato y genuino interés aprendí amar a mi tierra; en 1999 llega felizmente la alternancia y con ello una serie de cambios que han significado la debilidad y la fortaleza de BCS convirtiéndonos en un estado de migrantes donde las oportunidades para los nativos cada vez son más escasas ante la ausencia de un verdadero proyecto estatal que nos integre, lea y atienda la realidad que vivimos en una tierra donde solo presumimos la toponimia de ser sudcalifornianos.
A partir de esa “realidad” que aún no hemos entendido ni atendido comencé a experimentar un rechazo natural, una especie de resentimiento hacia las prácticas que nos han desunido, dividido y crispado en los últimos años, con odios mal encaminados por intereses políticos bastardos y ajenos a nuestra idiosincrasia que han lacerado nuestra convivencia, hoy más que nunca creo en BCS tal como abrigo la esperanza que más tarde que temprano volveremos a ser la gran familia que siempre hemos sido, sin aparatar la vista fija y firme de que algún día seremos gobernados por auténticos sudcalifornianos que reivindiquen nuestro apagado orgullo de ser sudcalifornianos, y el día que eso ocurra, solo ese día seremos el estado que soñamos hace 50 años o más.
En lo personal me siento extraño en mi tierra, un ser inútil por el solo hecho de no coincidir con las corrientes de opinión y pensamiento dominantes, realidad dura y demoledora que me ha llevado a incursionar en otros ámbitos como los relatos y temas triviales ante el latente riesgo de sufrir represalias y persecuciones, ora sí como dice el refranero popular, “el horno no está para bollos”, aun así me resisto abrevar en un estado de exclusión como el separatismo; el hecho de no tener independencia económica han agrietado severamente mis últimos lances periodísticos sumido en mis propios miedos, miedos que jamás experimente antes.
¡Viva BCS! ¡Viva BCS! ¡Viva BCS!.