* Pescadores ja ja
En honor de la profesora María Luisa Salcedo Morales de Beltrán, hoy en su cumpleaños No. 94. Muchas felicidades mi querida maestra, mi admiración, cariño y respeto siempre, que tenga un gran día.
El domingo visite a la profesora María Luisa Salcedo de Beltrán, como seguidamente lo hago, pero esta vez había otra razón para hacerlo; un día antes había cumplido año; debo decir que le profeso afecto y respecto, producto de una amistad de muchos años; llegué a mediana mañana y entré a su casa, como de costumbre, por la cocina; vi solo y sobre el pasillo que divide la cocina con su recamara, la profesora dormida en un sillón y con la televisión prendida; espere un rato a ver si despertaba mientras me fumaba un Marlboro en la cocina; al ver que no despertaría me acerque y le toque el hombro y reaccionó sorprendida; que susto me distes Víctor, me dijo; profesora vengo a felicitarla, ayer fue su cumpleaños y no quise dejar de hacerlo y además para que me invite al “recalentado”, le conteste, mientras le daba un cariñoso abrazo y un beso en la mejilla; no, no hicimos nada, me contesto, y está sola le pregunte, sí me respondió, Enrique ( hijo) se fue muy temprano a pescar; huuuummmm se me hace que no va a agarrar nada, sospecho que el agua está muy movida por el “chubasquito” que anda, le dije, la maestra comenzó a reírse y me contesto, de todas maneras es “malón”, casi nunca agarra nada, platicamos un rato y al despedirme me pidió que volviera ya que llegue Enrique para que lleves pescado, me dijo, gracias profesora y me despedí.
En la noche –9 de la noche– regrese para ver cómo había estado la pesca: Enrique no sabía que en la mañana había estado con su mamá y al saludarme me dijo, “puta” madre que jodido ando, me fui a pescar a Bahía de los Sueños y me lleve una chinga, y cómo te fue le pregunte, comenzó a reírse y me contesto, mal; porque mal, estaba muy batida el agua o no había pescado, le inquirí. No, el agua estaba bien y había un chingo de pescado, con decirte que fondee la lancha en medio de más de treinta pangas y lanchas que estaban subiendo tunas y dorados a lo pendejo y qué crees, no agarre nada, ni siquiera un botete; qué sal le conteste, y se siguió riendo, cumpliéndose así lo que en la mañana proféticamente me había dicho su mamá; “es malón”, casi nunca agarra nada. ¡Qué tal!.