Mis tiempos
* Peleas memorables
Una de mis aficiones, de las pocas que tengo, es el box, el sábado que vi la pelea del “Canelo” -mi ídolo- recordé dos peleas o connatos de peleas que atestigüé en mi niñez, ambas célebres para un servidor; en aquellos años, quizás 1963-1964, la profesora Jesús F. Castro Ruiz, mejor conocida como “Pichucha”, organizaba bailes en la cancha de la escuela, no eran frecuentes pero si muy esperados, los amenizaba un conjunto local integrado por Leonel Castro Ruiz, el jefe, que tenía a su cargo sacarle notas al violín (Stradivarius, según él), Jesús Verduzco y Alejandro Castro las guitaras y Mario Lucero el violón, buenos músicos, los bailes eran “aluzados” con lámparas y faroles de petróleo, en ese tiempo se usaba que a mitad del baile gritaban “a cenar las bailadoras”, el bailador tenía que “apechugar” con la cena, normalmente menudo, tatema, tamales, sopa fresca y gallina guisada, en la cocina de la escuela donde preparaban los desayunos escolares, Antonia “Toña” Castro y su esposo José Amador, ambos fallecidos, eran los que preparaban y vendían la cena, en aquellos años de escaso circulante (15 pesos costaba el “distintivo” para el baile), la “Toña” y José se rayaban con la venta, la cerveza la enfriaban en tinas con agua, aún se tomaba alcohol rebajado con canela y tequila. ¡Qué tiempos aquellos!.
En veces los parroquianos se hacían de palabras por los motivos que usted guste y mande, y como buenos fajadores se retaban a “puño limpio”, lo que rara vez sucedía; en una ocasión Miguel Castro, el “Gallo”, y Lupe Ojeda se hicieron de palabras, y en medio de los curiosos salieron a defender su honor, Miguel Castro, el “Gallo” tomó varios metros distancia para embestir a Lupe Ojeda, que ni se inmutó, se dejó venir Miguel Castro bufando como los toros de lidia, Lupe Ojeda se arremangó la camisa y tendió firme el brazo de frente con el puño cerrado donde vino y se estrelló Miguel Castro, el “Gallo”, hasta allí llegaron los disgustos, en la pelea más corta que me ha tocado ver.
La otra que omitiré los nombres de los protagonistas para no lastimar susceptibilidades, siempre pasaba los mismo, tiro por viaje en cada baile; había un cuate que le encantaban los “chingazos” o más bien el barullo, armaba pleitos con el que se le atravesaba, cuando el contrincante se abría comenzaba a gritar “agarrarme porque lo voy a matar”, las mujeres comenzaban a gritar histéricas y despavoridas, “agárrenlo porque lo va a matar”, lo agarraban y hasta allí llegaba el pleito, cuando veía que no lo agarraban, él mismo se metía entre la gente gritando, “agárrame porque voy a matar a este jijodelachingada, ya me hartó el hijo de toda su puta madre”, en suma nunca lo vi pelear, eso sí en cada baila buscaba pleito.
Otro, había un paisano que murió muy joven quizás de 35 o 36 años, fornido, alto, con mucho pegue con las muchachas, a finales de los 50’s y la década de los 60’s, fue marinero, estuvo acantonado muchos años en Puerto Cortez, nunca se casó pero tuvo novias como arroz, muy bueno para jugar béisbol, la gente lo tenía de muy briago, “entrón” y “gueno” para los chingazos, de suerte que imponía respeto entre propios y extraños, cada vez que había connatos de pleitos la gente comenzaba a gritar “háblenle al “Chuy pa’ que los ponga en juicio” -nombre que le daremos para omitir su nombre de pila-, comenzaban a gritarle y se calmaba la bronca, ya que pasaba el escándalo la gente decía “te dije que el “Chuy” los iba a poner en paz”, “no que no se iban a poner en juicio”, cuando murió, en el velorio me toco oír una plática entre dos paisanos que se preguntaban entre ellos mismos en medio del desconsuelo; “pobre “Chuy”, estaba joven, tenía toda la vida por delante”; oyes, de casualidad lo viste pelear alguna vez”, la repuesta era no, nadie lo vio pelear, sin embargo en vida corrió fama de buen fajador, Cosas de la vida.
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