¡Aquellos días!
* Sierra del Coyote
Las escasas ocasiones que me he internado en la sierra del Coyote experimento una sensación muy especial de respeto, místico, sorpresa y de paz interna al ver su escarpada orografía, sus profundos cañones, cerros pelones y pedregosos que contrastan con los ojos de agua y “aguajes” en el fondo de los cañones y ancones, donde la vegetación cambia drásticamente en un sub mundo semi selvático de exuberante vegetación, el silencio que corre sobre sus imponentes acantilados y cañones contrasta con la rica vida silvestre que existe. Es la descripción más aproximada que puedo hacer de esa sierra que me sorprenda cada vez más ubicada al norte de La Paz.
Hago esta breve introducción para situarnos en el espacio del relato que hoy les compartiré, relato que me lo compartió a título personal un amigo que está por cumplir 84 años; hombre muy trabajado, de una mil vivencias que por su edad y estado se salud no recuerda muchas de sus vivencias, cuando me la confió hace más de treinta años gozaba de cabal salud lo hizo en el plano personal, de manera que no tengo su autorización para revelar su identidad ni del resto de los protagonistas (su familia) que conforman la historia. El nació en 1941 en Agua de Barro, precisamente en la sierra del Coyote, en ese entonces no existían caminos de carros, todo era a pie o en lomo de bestia, las dos o tres familias vivían en Agua de Barro en ese entonces, hoy territorio de la familia Gaxiola, los jefes de familias y muchachos en edad de trabajar tenían que buscar alternativas yéndose a trabajar a las huertas de La Purificación donde existía un trapiche (molino de caña), se producía mucha naranja, uva del que elaboraban vino artesanal, habas, verdura, quesos, carnes seca y dulces regionales que transportaban en lomo de bestia cruzando la sierra del Coyote a San Evaristo de donde era transportada en pangones a base canalete (remo) o de vela a La Paz para ser entregada en la casa Ruffo, trabajar en las salinas de la isla San José y de San Evaristo o bien entrarle a la pesca en San Evaristo, El Coyote o en la punta del Mechudo, dejando solas a sus familias que visitaban de vez en cuando, las mujeres se encargaban de lidiar con el poquito de ganado y chivas que tenían, no había de otra.
Mi amigo tendría 5 o 6 años en 1945-1946, apenas había nacido el segundo de sus cinco hermanos y hermanas que conforman la familia, su papá era muy desobligado con la familia así que su mamá se las tenía que arreglar para salir adelante, su mamá no tenía ganado, chivas ni huerta, se “acomedía” ayudando en las huertas donde le regalaban fruta de la temporada que aprovechaba para hacer conservas y dulces regionales, en un horno quemaba pencas de maguey con el que elaboraba dulce, juntaba semillas y camotes de saya que vendía a cambiaba por pescado en San Evaristo, con la semilla se saya, tostada, se elabora un sucedáneo como el café que era muy común en aquel tiempo y con el camote, que es un tubérculo parecido al camote se prepara atole, tortillas o bien cocido o asado, la saya según registros, era la base de la alimentación de nuestros antepasados.
Él tendría 5 o 6 años cuando su mamá preparaba los viajes a San Evaristo para llevar sus productos a vender o cambiar por pescado, su hermano de brazos, su mamá tenía un burro donde transportaba su incipiente mercancía cruzando la sierra del Coyote, él nunca le pregunto a su mamá, el caso que cruzaban la sierra siempre en la noche, nunca de día, esperaban que comenzara a “pardear” para iniciar el viaje a San Evaristo que se llevaba toda la noche, su mamá cabestreaba el burro, y en un rebozo sobre sus espaldas, como las “marías”, envolvía a su hermano de uno o dos años, a él lo montaba en las ancas del burro, durante la travesía hacían una o dos paradas en el camino para descansar, tomar agua y comer saya sancochada, amaneciendo llegaban a San Evaristo donde vendía o cambiaba por pescado lo que llevaban, en la tarde, ya que caía el sol, ¡fierros! para Agua de Barro llegando al amanecer, la travesía de regreso no era tan pesada porque llevaban buen bastimento; burritos en tortillas de maíz (en ese tiempo no se conocía la harina) de fríjol con queso y burritos de pescado seco.
Años después, hacia finales de los 50’s, recorrió de nuevo la sierra del Coyote sirviendo de guía a un grupo de exploradores gringos que lo contrataban, mediante paga de por medio, para que los guiara y acompañara durante dos semanas que pasaban en la sierra tomando fotos, no cazaban ni llevaban armas, simplemente tomaban fotos de la vida silvestre, de preferencia fotografiar el borrego cimarrón y el puma (lión) en su hábitat natural, pero igual fotografiaban coyotes, gatos monteses, venados, zorras, babisuris, tejones, mapaches y aves cantoras, improvisaban escondites en los “aguajes” y ojos de agua, el rondaba los 16 o 17 años cuando en tres o cuatro ocasiones recorrió la sierra del El Coyote, gracias sus experiencias que me confió conozco un poco más de la imponente sierra del Coyote. ¡Qué tal!!.
Para cualquier comentario, duda o aclaración, diríjase a victoroctavioBCS@hotmail.com