Mis tiempos
* En las almejas
En 1975 emigró mi familia de Caduaño a La Paz, mi papá quería que estudiáramos, yo tenía 5 años que había asumido la nacionalidad paceña tras venir del “sur”, como los huracanes, -así le decían antes de que se no se creara el municipios de Los Cabos-, así que para los años 80’ ya habíamos asimilado las costumbres paceñas de correr la lluvia, ir a las cirguelas (ciruelas) al Mogote, asar chopas, acampar en las competencias de los off road, ir al mercado a comprar caguama, ir a pitahayar al Bonfil, acampar en la playa de los muertos (los morros) por los rumbos de Las Cruces, empapelar pescado, ir a las almejas al Comitán, maleconear los sábados y domingos, valga la redundancia, en el malecón, allá en el “sur” las costumbres eran diferentes, otras a las de la gran ciudad.
En tiempo de calor, todos los sábados ¡Fierros! pal Mogote a las almejas y a las cirguelas del monte, estábamos “picados” con las almejas (almejas catarinas), en ese entonces había muchas, jaibas y patas de mula en los manglares, yo diría que estaba virgen, por el lado del Comitán, poco antes de llegar a tierra firme del Mogote acampábamos, había varios mezquites en la orilla de la playa donde nos “sombreábamos”, llevábamos una tina grande para “cocer” las almejas y allá mismo las preparábamos en coctel, caldo con arroz, asadas o simplemente crudas con limón y salsa búfalo, en ese entonces no se conocían las salsas huichol ni la cátsup, sabíamos que las almejas estaban contaminadas y así nos las comíamos, las aguas negras de los cárcamos eran descargadas en la bahía a través de un canal o acequia (sequía le llamamos nosotros) que cruzaba los manglares justo enfrente donde hoy se encuentra el “arco” que da la bienvenida a La Paz.
Había muchas almejas, bancos de almejas entre el fango producido por los sedimentos de las aguas negras, a nosotros nos valía madre, gracias a Dios nunca nos hicieron daño, ya porque las comíamos cocidas o por la que usted guste y mande, el caso que en los meses de calor, sábados y domingos nos dábamos tremendos festines de almejas, cirguelas del monte y eventualmente pitahayas agrias, mi mamá tenía muy buen sazón pero huraña como los del “Sur”, no le gustaba el pescado, las almejas, ni la caguama pero los cocinaba muy bien, dos días comiendo almejas como los coyotes de almejeros de San Carlos, con la panza llena y uno que otro pedo; en ese tiempo yo estaba joven, con la vida por delante, me armaba con un visor, snocker y una hawaiana (varilla larga con tres picos filosos en la punta) para arponear lizas, jaibas, pulpos y con suerte pargos, de manera que arrimábamos mucha comida al “paraje”, amén de que en las tardes me iba a “liebrar” a tierra firme cazando liebres, palomas y chacuacas, imagínense.
Todo el día no las pasábamos en la playa disfrutando el sol y el mar, muchos paceños “parajeaban”, eso sí todos conocidos con quienes intercambiábamos sal, verdura, leña, pescados, almejas etc., así que todo era camarería, convivencia sana, donde socializábamos hasta los mitotes, tiempos idos que no volverán, gracias a estas experiencias en mis tiempos mozos aprendí a amar a mi tierra, a disfrutar la naturaleza y a vivir la vida como tal, hoy todo esto ha desaparecido en aras de una globalización y el avasallamiento de gente extraña llegada de la contra costa y del centro del país con otras costumbres, otros hábitos y otros sistemas de vida naturalizándose el “tejuino”, los tacos, pollos asados, ceviches, birria, pescado empapelado etc. “estilo Sinaloa”.
En lo personal mis respetos para otras culturas, pero prefiero seguir honrando lo nuestro de seguir disfrutando el ceviche de sierra, la machaca de liebres, los caldos de palomas con arroz y papas, las chacuacas asadas, pitahayando, juntando cirguelas en el Mogote, asando chopas, comer caguama está criminalmente penado, disfrute nos han negado ¡Válgame Dios!. Hoy de cara a la desgarradora realidad que vivimos, a los sudcalifornianos nos ignoran, ningunean y desaíran, no contamos, somos extraños en nuestra propia tierra, increíble que tengan más reconocimientos y personalidad otras culturas como la afromexicana que cuenta con una curul (diputación) permanente en el Congreso del estado que un sudcaliforniano, tan así que la nueva ley de cultura del estado sigue sin reconocer la figura del ranchero sudcaliforniano. Así como pues. ¡Viva BCS! ¡Viva BCS! ¡Viva BCS!.
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