Mis tiempos
* Rancho “El Potrero”
Con el mayor de mis aprecios a mi buen amigo Napoleón “Napo” Domínguez Castro, en el “Día del Abogado”
Esta mañana contacté a mi amigo de muchos ayeres, Napoleón Domínguez Castro, con el fin de que me asesorara u orientara en un tema jurídico, me acerqué a él por varias razones; primero porque lo conozco y lo he tratado desde hace muchos años, segundo porque existe relación familiar con mi esposa, su hermana estaba casada con un hermano de mi señora, ambos fallecidos y tercero porque le tengo confianza, el encuentro resulto muy agradable, me mostró su colección de carros, 8 en total, varios clásicos y entre ellos una flamante lancha de doble cabina; tantos bienes en una sola mano podrían sorprender a cualquiera pero no a mí, el “Napo” como lo tuteamos, proviene de una familia pudiente, conocida y muy respetada en BCS; sus papás el Ing. Francisco “Pompa” Domínguez Salgado y doña Aida Castro Castro, ambos fallecidos; si no fuese por el SAT les compartiría todas las propiedades que poseen en BCS, Europa y en Estados Unidos, repito proviene de una familia descendiente de las “siete tribus” que poblaron esta ciudad.
En la plática me acordé de una anécdota de hace más de treinta años que hoy les comparto: Carlos Martínez Castro QEPD su cuñado y cuñado mío, era contador público, en sus ratos libres apoyaba a su suegro Ing. Domínguez en el manejo de sus negocios; le llevaba la contabilidad, pagaba empleados, hacía declaraciones fiscales, pagaba impuestos, compraba lo que se necesitaba tanto en un rancho del ing. en Todos Santos así como en edificios de renta y un tráiler park, entre otros, casi todos los fines de semana viajaba al rancho “El Potrero” a pagarle a los rancheros, llevarles comida y hacer cuentas del ganado y queso que vendían, rancho muy próspero que aún produce buen ganado y mucho queso, muy buen queso, el rancho todavía lo conserva la familia; un día me invito para que “juera” con él, yo tenía un pick up Dodge doble tracción, casi del año, subí una carabina 30/30 Winchester en el asiento de atrás (yo le llamó la “pochita”), en ese tiempo no había tanta vigilancia, restricciones ni tanta corrupción como ahora, así que no había muchos problemas traer armas en el carro, salimos pal rancho todavía oscuro, cuando entramos al predio del rancho, todo cercado, apenas estaba despuntando el alba, al pasar por un ancón donde hay muchos encinos vimos muchos “cochis” comiendo bellotas, era en el mes de enero, llegamos al rancho, nos brindaron café, nos preguntaron si habíamos desayunado para hacer, como no habíamos desayunado en ese mismo rato hicieron machaca de res con papas, frijoles fritos, tortillas de harina, una cuajada recién quebrada y café colado, ya que desayunamos mi cuñado le pidió a uno de los rancheros que nos llevará a la poza de agua dulce, cerca del rancho al pie de la sierra, una poza de agua no muy grande pero honda, muchos vástagos de palma secos, palos y basura adentro, en la orilla tenían una tarraya chica colgada en un palo blanco, el ranchero la bajó, la destendió en el agua y sacó varios langostinos, yo no los conocía, imagínense como me pondría de contento, tiró varios “tarrayazos” hasta que juntó poco más de dos kilos de langostinos de muy buen tamaño, mientras el ranchero tiraba tarraya me apertreche de la 30/30, agarré el arroyo pa’ bajo a ver si veía “cochis”, en el rancho me habían dicho que eran “cochis” mesteños, que les tirara, que no había problema, así que me iban haciendo cosquillas los dedos pa’ jalarle al gatillo, no vi “cochis”, ninguno, eso sí me hizo correr un toro cuatroañero más o menos de 400 kilos obligándome a encaramarme en una enorme piedra en medio del arroyo, ni siquiera le apunté, de ver sabido allí mismo le suelto un “pajuelazo” con la 30/30, después me dijeron que el toro era mesteño, orejano, de los que “no tienen dueño”, prepararon los langostinos en coctel que fue lo que almorzamos ese día, en la tarde, con el sol a medio chileagarramos camino, al pasar de nuevo por el encinal otra vez vimos “cochis” belloteros, varios, desde el marco de la puerta del pick up mamposteé la 30/30, le apunté al más grande y ¡Palos!, el disparó pegó en el tronco de la oreja cayendo fulminantemente muerto, los otros “cochis” corrieron despavoridos, mi cuñado era muy miedoso, se asustó mucho cuando “tumbé” el “cochi”, quería que nos regresáramos pal rancho y lo dejáramos allá, discutí con él hasta que lo convencí y me lo traje en la caja del pick up, cuando llegamos a casa de mi mamá puse a calentar agua en una tina para tumbarle el cuero, el “cochi” ya se había enfriado, imagínense pegándole el “aigre” frío todo el camino desde Todos Santos a La Paz, así que el agua caliente no surtió efecto, tuvimos que quitarle las lonjas con todo y pelo aprovechando solo la carne, la carne de textura más oscura, menos grasosa, un poco más dura y consistente pero de buen sabor, comimos varias días carne de “cochi” bellotero. ¡Qué tal!.
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