martes, 9 de julio de 2024
Columnas recicladas: A PROPÓSITO DE…¡Ah!, los pelones…
Ayer, mientras viajaba del periódico a la casa, observe a un hombre pelón. Eso no es nada del otro mundo en esta época ni tiene nada de raro, dirá usted, amable lector. Pero, precisamente porque esto hace 10 años atrás, no era tan común ver a un pelón en la calle, era tanto como mirar a un marciano.
Cierto es que en la época de la Revolución Mexicana había miles, pero no se trataba de personas completamente a rapa, sino de los soldados del ejército federal que usualmente tenían el pelo muy corto.
Los pelones, pelones, eran algunas personas ya mayores a los que se les caía, prácticamente, el pelo. Pelones famosos fueron, Frankestein, aquel luchador de ascendencia alemana que era clásico mirarlo actuar en las películas del Santo o de Viruta y Capulina.
Otros pelones famosos en el cine fueron Telly Savalas aquel que actuaba en la serie policíaca Kojak y Yul Brynner de origen ruso, que actuó en la película Los 7 Magníficos con tema del Viejo Oeste y fue el protagónico de la gran obra teatral, El Rey y yo. Bruce Willis, el de Duro de Matar, etcétera.
Uno de los tenistas más famosos que han surgido en México, Rafael Osuna por cierto, de raíces purismeñas –de La Purísima allá en Comondú-, fue conocido como el Pelón Osuna, aunque no precisamente, porque estuviera calvo.
O aquel futbolista famoso que jugara en los Tigres de Nuevo León, Oswaldo Batocletti que ahora es técnico de fútbol. ¿Por qué hay tantos hombres pelones, muchos de ellos jóvenes, relativamente hablando? Porque a alguien se le ocurrió que luego de probar todos los remedios posibles, tanto caseros como industriales contra la calvicie, lo mejor era raparse y entonces la idea fue imitada en donde todas partes del mundo. Además, ya ve usted que se dice que los calvos, tienen mayor potencia sexual.
Por cierto, hubo un presidente municipal –usted debe identificarlo- que, si bien no estaba completamente calvo, tenía muy poquito pelo.
Una noche del mes de enero de uno de los años de su trienio, se fue de farras con la palomilla de la prensa y llegó en la madrugada a su casa. Como pudo, se metió a la recámara donde estaba su mujer aparentemente dormida.
Se medio metió bajo las cobijas y se quedó profundamente dormido. De repente, la esposa despertó y empezó a tantear con las manos en la búsqueda del señor alcalde. Como quedó atravesado, la mujer le tentó la cabeza y le dijo: “Mi amor, tápate las nachas que está haciendo mucho frío”.
Al día siguiente el alcalde mandó a su secretario particular a que le buscara un chuchuluco o peluquín que sólo se lo colocaría por las noches. Obviamente no le dijo nada a la vieja. Ese día que le llevaron su chuchuluco, llegó a la media noche a su casa y en la penumbra la doña no se dio cuenta de que el marido se había puesto el peluquín.
Cuando más entrados estaban en la tarea, ella le dijo al alcalde: “¡Apúrate, porque al rato llega el pelón! Al día siguiente, el famoso chuchuluco del alcalde fue quemado en plena vía pública, como si se tratara de un hereje, en la época de la Santa Inquisición.
Así es que si usted es de esas personas no tan mayores de edad que ya se le ven las entradas muy marcadas porque lo afectará la calvicie, fíjese bien en lo que le sucedió a nuestro distinguido político. ¡Por si las dudas…!
La lectura es vida, lo demás…es lo de menos…hzr@prodigy.net.mx”.