Morena y sus aliados, el pasado 2 de julio, arrasaron con los partidos opositores, dejando a la coalición de PAN-PRI-PRD y a Movimiento Ciudadano (MC) como simples espectadores, frente a la abrumadora derrota en lo federal, en los estados y en lo municipal (salvo algunas excepciones).
En términos prácticos, la oposición mantuvo apenas alguna influencia mínima en el Congreso y conservará algunos bastiones locales, los cuales no tardan en perder.
El Partido de la Revolución Democrática (PRD) es un ejemplo claro del declive de la oposición ya que no alcanzó el 3% mínimo de la votación en las elecciones federales, perdiendo así su registro como partido y salvando apenas el registro a nivel local, en ciertos estados, marcando así el final de un ciclo para una organización que alguna vez fue una fuerza significativa en el panorama político mexicano y que aglutinaba voces muy valiosas.
En contraste, mientras figuras como Marko Cortés en el PAN y Alejandro “Alito” Moreno en el PRI continúen liderando sus respectivos partidos, el panorama seguirá siendo desfavorable para la oposición, ya que la falta de renovación y autocrítica en estos partidos se ha convertido en su mayor debilidad. Por ejemplo, en el PAN, aunque ya se escuchan voces críticas como la del senador Damián Zepeda, contrasta fuertemente con el PRI, que se encuentra en un letargo persistente y no muestra señales de un despertar inminente.
Xóchitl Gálvez, en entrevista con Grupo Reforma, admitió que los partidos de la coalición nunca le otorgaron el control de los recursos ni las facilidades necesarias para llevar a cabo una campaña competitiva, confirmando así lo que muchos intuíamos desde fuera: Gálvez fue utilizada como un pretexto por las cúpulas de Moreno y Cortés para aferrarse al poco poder que les queda. Mientras tanto, el PRD, liderado por Jesús Zambrano y compañía, ya ha comenzado a cerrar y rematar su changarro.
La victoria de Morena no sólo es una derrota para los partidos opositores, también es una muestra de su incapacidad para adaptarse a los nuevos tiempos y para ofrecer una alternativa real y convincente a la ciudadanía. Ha sido su talón de Aquiles. En lugar de renovarse y fortalecer sus estructuras, han optado por estrategias conservadoras que han alejado a una parte importante del electorado: el pueblo de a pie, o como diría el presidente, “el pueblo bueno”.
Para cerrar oficialmente el periodo electoral en este espacio, me gustaría decir que el 2 de junio no sólo será recordado por los resultados electorales, sino por la participación histórica y el compromiso cívico de millones de mexicanos, como votantes o como funcionarios de casilla. Ese día marcó un nuevo capítulo en la democracia mexicana, un capítulo en el que la ciudadanía se ha reafirmado como el verdadero motor del cambio y la transformación, pero que también invita a todas y todos a seguir participando en todos y cada uno de los espacios que se tenga para hacerlo, ya que de lo contrario, la existencia de más “Markitos” y “Alitos” será recurrente.
Adendum: Abrazo especial a todo el personal que estuvo involucrado en el proceso electoral completo, quienes hasta apenas un par de días, si no es que todavía, han dado todo por garantizar que el ejercicio electoral más importante de nuestra noble democracia mexicana haya llegado a buen puerto en aras del presente y del futuro democrático de nuestro país.
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