Alfredo Gonzalez
Breve análisis de la obra de Blanco Moheno “Un son que canta en el río”.
La importancia de leer un libro sea cual sea su genero estriba el momento en que capta el mensaje del lector que quiere dejar el autor de la obra.
La obra es entre otras cosas parte de la vida del escritor intenso que tan solo recordando a Zapata o Francisco Villa soltaba el llanto con sus compañeros del día de la copa porque la emoción lo hacia que aflorara el sentimiento. Su estudio estaba decorado con fotografías del centauro del norte, de Emiliano Zapata, Juárez, Lázaro Cárdenas y muchos otros que habían impactado su vida y habían dado paso para escribir obras como las crónicas de la revolución mexicana. Y una de corte costumbrista a la que nos referimos hoy.
El escenario es un pueblito de Alvarado Veracruz situado rio abajo del rio Papaloapan y entre los personajes resaltan el líder de los pescadores a quien llamaban tío tamarindo, un viejo chimuelo, autodidacta, había leído la vida de Juárez y simpatizaba con la masonería.
Su opositor en el pueblo era un sacerdote muy popular y muy querido también y por supuesto frecuentaba a la taberna del lugar donde debatía con el tío tamarindo.
En cierta ocasión la autoridad invito a un alvarodeño a que diera una conferencia sobre la forma de expresarse de las personas porque al menos en esa época el recordar la autora de sus días y palabras de mayor o menor calibre. Como era de suponerse al tío tamarindo y su tropa lo mandaron a galería y la gente que podríamos llamar de sociedad fue ubicada en la luneta, la parte de abajo del escenario. El conferencista era de origen alvarodeño muy cultivado, fino en hablar. La palomilla del tio tamarindo contaba con una persona que le decían el cheloca, muy imprudente y el resto de la tropa llego a medio chiles en la conferencia.
Se hizo el silencio, anunciaron a la persona que seria la figura principal y se dirigió palabras mas palabras menos al público: los pueblos se distinguen en su nivel social y cultural por su manera de expresarse. En ese momento el señor lanzo un grito ¡Ah, chingao! Y luego la gente empezó: “shh”, el conferencista prosiguió. Cuando hablamos dela cultura hablamos del juglar del mester de clerecía. Y entonces el tío tamarindo sin poderse aguantar tomo sus dos manos como si fuera amplificador de voz y le tono una sonora trompetilla. Entonces el conferencista le dijo:ah, tío tamarindo, ya te conocí la voz, la próxima se la tiras a tu tiznada madre!”…
Es obvio que allí termino el acto.
Pasaron los días y el sacerdote le reclamaba al tío tamarindo que por que esa forma de reventar actos de cultura y estaban en lo mejor del debate cuando llegan unos pescadores con la respiración entrecortada diciéndoles: “que”, había ya desbordado los causes el rio Papaloapan, la parte alta y que la gente corría peligro de ahogarse. Dice el autor que la gente de arriba era gente educada, le llamaban los apretados. Entonces el tío tamarindo le pregunta si como le parece si vamos y le dan salvamento a esa gente”: rápidamente se organizo la ley católica y la tropa de pescadores y se arrancaron en sus lanchas. Lograron su objetivo y salvaron a la población de rio de arriba.
Venían tan contentos que decidieron echarse unos tragos el tío tamarindo y el cura, cuando la embriaguez suelta los sentidos le dijo el sacerdote al tío tamarindo: “mira, tío tamarindo, si yo no hubiera sido cura me hubiera gustado ser Mazón”. Y le contesto el viejo pescador: mira como son las cosas, si no hubiera sido Mazón me hubiera gustado ser como tú, palomillero, salvar vidas, borrachón.
El mensaje es que en las diferencias se pueden encontrar las coincidencias.
Muchos años después regreso siendo ya un hombre adulto y se dirigió al cementerio, distinguido por sus luces blancas y curiosamente en una tumba tras otra estaban enterrados el tío tamarindo y el sacerdote. El escritor ya sabía que el tío tamarindo había logrado su sueño, la cooperativa para los pescadores y siguió caminando en un son que canta en el río…