* La zorra de El Carrizal
Soy renuente y escéptico a tocar este tipo de temas que hoy les comparto, no obstante de contar con algunas experiencias personales que he vivido a lo largo de mi vida. Hace muchos años me platico una señora que murió hace siete años, a la edad de 82 años, con quien hice buenas migas porque tenía muy buen sazón para la comida y era sinigual para destender tortillas de harina sobre el comal, fue ella quien vivió la experiencia que los comentaré en un rancho en El Carrizal, más o menos entre 1940 y 1942, ella pertenecía a una familia muy pobre, su papá era muy desobligado y además mujeriego, así que se las veían negras para sobrevivir, su mamá lavaba y planchaba ajeno para mantener a cuatro hijos, tres hombres y una mujer, su mamá durante las vacaciones largas de la escuela la mandaba pa’l Carrizal con su abuela que allá vivía para que le ayudará en los quehaceres del rancho a cambio de que le diera comida y techo.
Tendría entre 7 u 8 años, según recordaba, allá en rancho se acostaban que en cuanto oscurecía con una taza de té y una tortilla en la panza, si bien le iba, dormía con su abuelita en la misma cama, su inocencia no le permitía ver o imaginarse qué es lo que sucedía en las noches y cuando su abuelita desaparecía de la cama y regresaba hasta en la madrugada, esto ocurría con mucha frecuencia, cerca del rancho había otro rancho donde vivía una familia con la que comercializaban y había amistad, un día de tantos paso algo curioso que la intrigó, en la noche desapareció su abuelita de la cama y llego hasta en la madrugada, en la mañana que se levantó su abuelita se quedó acostada en la cama quejándose de quemaduras que traía en la espalda y en los brazos, ella a su cortad edad ni idea de lo que había ocurrido, así que se dedicó atender a su abuelita poniéndole pomadas y ungüentos en las quemaduras.
Ese mismo día en la tarde tuvieron visitas del rancho vecino y les platicaron la nueva “nueva”; en la noche anterior la señora del rancho que todavía andaba en el trajinar de la cocina lavando los platos y poniendo nixtamal para las tortillas del día siguiente, fue sorprendida por una zorra en la cocina, entró y en la puerta de la cocina se “armó” en pos de atacarla, estaba sola y no halló más que aventarle agua caliente de la olla donde tenía puesto el nixtamal, la zorra salió gritando de la cocina y no volvió a verla, otro día por la tarde tuvieron la visita de sus vecinos con la novedad que la “viejita” ese día no se levantó de la cama, inexplicablemente había amanecido con la espalda y los brazos quemados, a las visitas no los sorprendió que la “viejita” haya amanecido quemada, ellos conocían de sobra la leyenda que corría sobre su vecina, más no a mi confidente que me confió la historia, quien tardó varios años más en explicarse del porqué se perdía su abuelita en las noches y llegada hasta en la madrugada.
Con el paso del tiempo, ya adolecente, fue cómo se enteró sobre lo que decían de su abuelita y lo que hacía en determinadas noches que se convertía en animal, y no fue sino hasta que su abuelita murió cuando confirmó la leyenda que corría sobre ella, que era bruja; en la noche que la velaron en una cama de lías, en el corredor de su casa, según me comentaba, había un enorme chino en el patio de la casa cuando de pronto se nubló de lechuzas y tecolotes posándose en las brazos secos del chino, esa noche tuvieron que dejar solo el cuerpo de la “viejita” porque los tecolotes y las lechuzas comenzaron a volar a ras del cuerpo donde estaba tendida apagando las velas y de paso asustando a los dolientes, toda la noche fue una “buruquera” que se escuchaba en el chino entre los tecolotes y las lechuzas y vuelos rapantes de lechuzas y tecolotes sobre el corredor.
Años más, conocí un amigo que me reservo su nombre con quién hice amistad, tenía tierras de siembra en el Carrizal, seguido iba a la verdura, en ocasiones invitaba a Raúl Pedrín para cortarle “juellas” algún “hijuelachingada”, socializando con mi amigo resultó ser primo de la señora que me había confiado la historia de la “viejita”, más o menos eran de la misma edad, confirmándome todo lo que me habían platicado convencido de que todo lo que me habían platicado era verídico, totalmente cierto. ¡Qué tal!.
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