¡Aquellos días!
* Los mezquititos
En la última “parajeada” de tres días con los “Pilarillos” Almaraz, en Tierra Santa (Conquista Agraria), uno de mis propósitos era recorrer la mesa de la “ballena” y los “mezquititos”, tomar fotos de la zona que tanto he caminado en los últimos 35 años, no había podido conseguir fotos, así que no me queda de otra que ir, no quiero morir sin volver a los “parajes” que he disfrutado y recorrer los viejos atajos y veredas que he caminado, cuyas pequeñas historias revoletean en mi mente en noches de insomnio, estando con los Almaraz, después de desayunar, le pedí a Nando Castro que me acompañara, no vamos a llevar armas le dije, simplemente vamos a recorrer la zona para ver qué tan jodido está el monte (este año no llovió, y el año antepasado llovió poco), tomar fotos y ver si habían hecho rancho en los “mezquititos” como me habían comentado, fue un recorrido agradable, de nostalgias y de revivir recuerdos imperecederos.
Hace diez o doce años, justo en este mezquite que se encuentra a orilla del arroyo del Condeno, escasos metros después de la entrada a la brecha del “paraje” de los “mezquititos”, disfrute o disfrutamos una velada inolvidable; eran días de “venadear” y de agarrar la parranda, de disfrute; Toño y el “pelón” Martínez, Juan “vaquero”, “Vidorria”, Enrique Beltrán y un servidor planeamos “acampar” tres días en los “mezquititos” para disfrutar unas costillas gordas y un bistec ranchero de lomo de venado, siempre asegurábamos la del “perro” (comida) por aquello que en ocasiones el pato nada y en veces ni agua toma, al salir el Toño Martínez subió una arpilla de ostiones y tres bacocos grandes (pargos) al “andariego” ¡Fierros! pa´ los “mezquititos”.
Con una buena dotación de que beber, comer, cigarros y ánimo de parrandear, las distancias se acortaron, así que llegamos todavía con el sol a medio chile al arroyo, nos gustó la sombra del mezquite y allí nos quedamos, entre tragos de ballenas justamos leña, armamos un “atizadero”, bajamos la guitarra (esa tarde-noche, el “Vidorria”, el único sobrio que no tomó, cantó más de doscientas canciones, algunas hasta cinco veces, como fue mi caso con “cruz de madera”); y se armó el “wuatequi”; habíamos juntado buena leña de uña de gato y palo colorado, especial para hacer brasas, a eso de las nueva de la noche, sobre la parrilla con las brasas al rojo vivo dejamos “caí“ las primeras piedras de ostiones que comenzaron a “tronar” como petardos cuando el “Vidorria” entonaba “La yaquesita”, esa noche le dimos mate a la arpilla de ostiones asados, le rociábamos poquito tequila y limón y ¡Palos!, los ostiones más sabrosos que he comido, la parranda siguió de largo de suerte que a los dos de la mañana asamos los bacocos para finalmente acostarnos a la salida del sol, era en tiempos de calor, recuerdo que ni los “tenidos” baje del carro, en el arroyo hice un pequeño montículo de arena que utilice de almohada, la bronca fue horas más tarde que comenzó a calentar el sol, yo de crudo no como ni tomo nada excepto agua, imagínense otro día con el termómetro marcando 35 grados a la sombra.
Ese día nos la pasamos tirados en la sombra del mesquite como las iguanas, de vez en cuando se oía el descorche de alguna ballena y uno que otro crudo husmeando en la parrilla a ver que había quedado de los bacocos asados en la madrugada, fue un día difícil, hasta en la noche comenzamos a dar de sí jugando malilla y, esporádicamente, disfrutando unos tragos de ballena, al día siguiente fue de caminar y caminar en los alrededores sin ver ningún “hijuelachingada”, la tardeada también resultó inútil, no vimos nada excepto “juellas”, “trillas” y “sestiaderos”, esa misma tarde noche-preparamos el regreso a casa para terminar la “acampada” en Tierra Santa en medio de un sabroso caldo de cabezas de garropas a la sombra de unas frondosas matas de mango.
Disfrute la “brechada” reviviendo recuerdos, anécdota y pequeñas historias de mis días de andariego, hoy solo quedan los recuerdos de tiempos pasados cuando disfrute mis andanzas por esos montes, atajos y veredas que han quedado grabados en mi mente como huellas indelebles de aquellos días de convivir con la buena muchachada, de hablar solo en el monte y cantar “María bonita” en esas soledades donde el tiempo se detiene y se disfruta, se respira y se pulsa, ojala que muchos más abrevaran en nuestros orígenes, en nuestra tierra que también es nuestro mañana, hoy más que nunca, justo cuando ha surgido una nueva “casta” de historiadores de medio pelo aglutinados en la vieja escuela de “copia y pega” que ante la falta de identidad y pertenencia con lo nuestro manipulan la historia de acuerdo a sus conveniencias e intereses; reencontrarse con la naturaleza, la vida salvaje, la soledad, los montes, el olor a los san migueles, la tierra reseca, la brisa del mar, vivir los fríos y los calores de esta tierra, tanto o más como los he disfrutado. Que Dios los bendiga.
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