El reloj y el calendario marcan otro final de año, y aquí estamos, parados en el umbral de lo que se fue y lo que está por venir. No necesito decirte que este viaje llamado 2023 fue un torbellino, porque tú lo viviste tanto como yo. Pero, ¿qué reflexiones nos deja este capítulo que cerramos con tantos aprendizajes a cuestas?
Durante este último giro alrededor del sol, nos vimos obligados a enfrentar la realidad con la misma crudeza con la que el mar azota la costa. Crisis, cambios, desafíos que nos zarandearon, pero también nos recordaron nuestra resiliencia. Nos sacudieron como a un árbol en otoño, pero las hojas que se llevaron dejaron espacio para un nuevo crecimiento.
Es fácil sumergirse en el caos, perderse en el ruido de lo que sucede a nuestro alrededor. Pero aquí, en este momento de pausa, justo en la frontera entre lo que fue y lo que será, detenerse se convertirá en nuestro mejor aliado.
Mirémonos en el espejo del tiempo. ¿Qué hemos logrado? ¿Qué hemos perdido? ¿Cuántas batallas internas hemos librado para llegar a este punto? La introspección, esa mirada franca hacia nuestro propio ser, revela las cicatrices de las batallas que ni siquiera compartimos con el mundo.
Cada uno de nosotros ha sido el protagonista de su propia épica, enfrentando dragones invisibles, superando desafíos que a veces parecían insuperables. Y en ese viaje individual, nos cruzamos, nos influimos, compartimos risas y lágrimas, porque, después de todo, estamos conectados en este tapiz complejo llamado humanidad.
Los días se vuelven años, las risas se mezclan con las lágrimas, y aquí estamos, parados en las últimas páginas del libro del 2023. ¿Qué escribimos en esas páginas? ¿Cuáles son las lecciones que nos llevamos? ¿Qué capítulos decidimos cerrar y cuáles esperamos con ansias comenzar?
La verdad es que, a medida que reflexionamos sobre este año agitado, nos damos cuenta de que somos arquitectos de nuestro destino tanto como víctimas de las circunstancias.
A veces, es en la tranquilidad de este espacio entre años donde encontramos la claridad. El ruido del día a día disminuye, y podemos escuchar nuestras propias voces, sentir el latido de nuestros corazones y recordar lo que realmente importa en este efímero viaje.
Y así, mientras nos despedimos de este año, lo hacemos con gratitud por las lecciones, con aceptación por lo que fue y con esperanza por lo que vendrá. Cerramos puertas, no porque temamos lo que hay detrás, sino porque estamos listos para abrir las que conducen a nuevas oportunidades, nuevos sueños y nuevas versiones de nosotros mismos.
Así que, en este momento de reflexión y cierre, alzo mi copa invisible y brindo por cada uno de nosotros, por los sueños que perseguimos, por las caídas que nos hicieron más fuertes y por el coraje de enfrentar lo desconocido.
Y mientras nos aventuramos hacia el año nuevo, lo hago con la certeza de que llevamos con nosotros la fortaleza ganada en el fulgor de la vida. Que el 2024 nos encuentre listos para abrazar lo que sea que tenga reservado para nosotros. Porque, al fin y al cabo, somos arquitectos de nuestro destino, y el lienzo del próximo año está en blanco, esperando nuestras pinceladas.
¡Salud!
“Admiro tu esfuerzo
Y tus ganas de sobrevivir
Tus letras cambiarán tu vieja forma de vivir” – Demian Pinto
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