Jesús Chávez Jiménez
CABALLERO
La historia, esa misteriosa, pero precisa maestra de la vida, se muestra avara, con datos precisos y certeros, sobre el origen del caballero elegante. Pero eso no impide que se abran las turbulentas crecidas de las aguas de la especulación y la mentira. O se decante, cayendo en los zarzos del tiempo una que otra verdad. Yo supe del caballero elegante y sus apariciones, desde la escuela primaria en la Plutarco Elías Calles, cuando el profe Cuco, nos deleitaba en tercer año a todos sus alumnos. Un día nos hablaba de la novia blanca de Ligui. Otras del chifladito del arroyo del kilómetro quince, donde hoy es el Ejido Numero uno. Y cuando tenía más paciencia nos narraba con lujo de detalle los crímenes de viejitos cometidos en Canipá. A mí me daba miedo. Y eso me orillaba a portarme bien y pedirle su bendición a mi padre, para poder dormir a mis anchas. Un buen tiempo no supe nada del Caballero elegante. Hasta que en la Secundaria en un receso de su clase, el profesor Alejandro Mota, nos confió que le había tocado verlo. Y a no me asuste, tanto como en la niñez. Pero no deseche del todo ese tema. Y fue hasta veinte años después que me tocó verlo. Un veinticinco de enero Venia de Loreto por la noche, había estado en ese puerto, ofertando los productos de una ferretería marina, que tiene mi padre, en La Paz. Se me hizo tarde, pero no vi inconveniente en viajar tres horas de ese lugar a La Paz. Salí a las once y media de la noche del Restaurant el Nido, donde saboree unas almejas rellenas y una orden de pollo, rostizado, Los que saben de comida, me darán la razón, que ir a ese lugar y no pedir eso, es como si no fueran. Son un manjar, Mi carro un automóvil buik café, del año, comodo, seguro se enfilo hacia el sur. Cuando estaba por llegar a Ligui, me acorde del profe Cuco y de la novia blanca. El corazón me empezó a temblar y las manos se me engarrotaron. Pero no pasó nada. Buscaba en el cerro, verla deslizándose hacia mí, vestida totalmente de blanco. Con un rostro transparente y unos ojos rojos, destilando amargura, pero no. Eche un vistazo al asiento del copiloto. Y no se subió. Y seguí la marcha, Saque un casete de José Feliciano y escuche casas de cartón. Otras más. Y me sumergí en mis pensamientos. Pensé en mis jugosas comisiones de las ventas hechas. Recordé a mi novia, a Teresita Davis, que había conocido precisamente en Loreto y que ahora era gerente de la Beuty Suplay. Una tienda de muchas cosas. Recordé una intentona de tranza de un comerciante de Loreto, que me había dado un cheque sin firma. De todo se ocupó mi mente. Y las curvas, me empezaron arrullar. Me entro un lapso modorro y una lengüetada de sueño, me cacheteo. Me voy durmiendo, dije para mis adentros. Baje los vidrios de las cuatro puertas. Pero me arrepentí casi de inmediato. Los coyotes aullaban y un viento frio, me pegaba en el rostro. Otra vez, hacia arriba. Ese ambiente no me gustaba. Lanzaba la mirada hacia el cielo y en lo poco que miraba, no encontré ni a la luna, ni a las estrellas. Era una noche, fría, misteriosa. Pero me acorde de mi padre Juan Bernabé Mosqueda, un marinero cuajado en esas cosas. Me decía, mira Fabián, cuando te asustes, respira hondo. Después que lo hagas, encomiéndate a Dios, Y di, señor vas conmigo. Nada me pasara. Mi padre, fue capitán de barcos como el Raulito, del Estrellita Marinera. El faro de luz. Y el del famoso, Delfín de siete mares. Se las sabia de todas, Solo recordándolo se me fue el miedo
MIEDO
Y todo a la normalidad. Bueno, eso pensé, porque al llegar al kilómetro 47 viniendo de La Paz a Loreto, lo vi. Era un Bulto negro, con dos destellos de luz. Ubicado en unas piedras a la mano izquierda. A lo lejos se miraba como una masa negra, Y con dos velas encendidas. Baje la velocidad, y clave mi vista en eso, poco a poco me iba acercando y ubicando más lo que era. A unos diez metros de distancia lo vi completo. A la par, mi estero se apagó, Ya no más la voz de José Feliciano. Ya no más nada, solo mi miedo. Era un hombre vestido de un frac negro. Bigotes delgados, una capa del mismo color, Y con la pierna cruzada, meneándola. Su mirada de color rojo. Y en una mano, un cigarro con boquilla y con la otra me hacía, la seña del adiós. Y bajo las piedras donde estaba sentado, tres coyotes aullando. Con eso tuve. El pavor, movió mi pie que se clavó en el acelerador. Le di, todo. Al subir a la recta, divise las luces muy a lo lejos de Constitución. Pero el susto me acompaño hasta llegar a la Paz. Hay tres hipótesis que conozco sobre el caballero elegante. Una que era ejecutivo de la empresa El Boleo. Y que se llamaba Jean Pierre Bouquero. Otra que era uno de los dueños del Buque negro, que llego a Loreto y una más, que era un novio que fue asesinado en La Zarabanda una hacienda que está enclavada en la Giganta y que poca gente conoce. Yo no sé nada, solo sé que el miedo, acecha en cada kilómetro de la carretera transpeninsular.
VIDAS PARALELAS
Luego de años de no sesionar, se reinstaló el Consejo Estatal de Pesca y Acuacultura en el municipio de Comondú, con la participación del gobernador del estado, Víctor Castro Cosío, el Comisionado Nacional de Pesca y Acuacultura, Octavio Almada Palafox, de las alcaldesas de Comondú, La Paz y Mulegé, Iliana Talamantes, Milena Quiroga y Edith Aguilar, respectivamente; así como representantes de los municipios de Los Cabos y Loreto, del sector pesquero, acuícola y de pesca deportiva.
La reinstalación del Consejo, integrado por seis subcomités de Pesca y Acuacultura, tuvo como sede la comunidad de Puerto Adolfo López Mateos, mismo que tiene como función principal, identificar oportunidades para el aprovechamiento sustentable de los recursos pesqueros y acuícolas localizados en el litoral del ámbito municipal, induciendo el aprovechamiento óptimo de los recursos pesqueros con base en el mejor conocimiento científico y tecnológico. Y con esto nos despedimos. Nos leemos mañana