¡Aquellos días!
* Golpe de calor
En memoria de Manuel “Meño” Meza González. Descanse en Paz.
En agosto de 1998, recuerdo muy bien el mes por caluroso y el año porque tenía poco que había muerto mi abuelo Rafael Collins, me habló Manuel “Meño” Meza QEPD, para invitarme a buscar un “hijuelachingada” (venado), “hay que ir nosotros nomas, no invites a nadie más para que nos rinda sin agarramos un animalito”, me dijo, “no hay que llevar gran cosa de “lonchi”, eso si llévate el termo lleno de café”, era entre semana, en la noche le dije a Rosario que me preparara burritos de huevos revueltos con jamón y de frijol con queso, por lo del café no me preocupé, tenía una calentadora de agua con todo cafetera y bolsa para colar café, solo había que llevar café molido y azúcar, incluso tenía una especie de “tripies” que había mandado hacer especialmente de varillas corrugadas con un gancho en medio para no andar haciendo “atizaderos”, ponía el “tripies”, colgaba la calentadora de agua, le arrimaba leña y ¡Listo!, el café recién colado sabe mucho mejor, para el mediodía llevaba un par de atunes, mayonesa, galletas saladas y un bote de chiles jalapeños.
Otro día antes de que se metiera el lucero ¡Fierros!, Manuel con una carabina 30/30 de grano libre y yo un .22 Magnum que le había comprado a Leonel Cota, ni idea de los planes que llevaba Manuel ni lo que traía entre ceja y ceja, “dale pal palo San Juan”, me dijo mientras se servía un vaso de café, cuando comenzamos a encumbrar el “35” me confesó “que en la zona del palo San Juan había visto dos veces un venado grande, que estaba seguro andaba allí”, como conocía bien el “paraje” me dirigí directamente, ya habíamos quedado de no llegar a ningún lado, hecho y dicho, llegamos a buena hora al lugar donde “parajearíamos” para caminar una vasta zona de lomeríos y cañadas y pequeños ancones, ya que conocí el “plan de caza” me gusto; metimos el pick up -más bien lo escondimos unos cincuenta metros entre el monte para no llamar la atención-, al llegar no bajamos nada excepto las armas y lo que llevaríamos extra; agua, cigarros en mi caso, un par de naranjas, cuchillo y mecates; le cargué seis tiros al .22 Magnum y me eche en la bolsa del pantalón 10 cartuchos útiles más suficientes para una “venadeada”, recuerdo que a la hora de buscar donde llevar agua improvisé una botella de vidrio de Fanta de 600 milígramos porque se me olvido la cantimplora, y darle, Manuel era buen venadero, yo un simpe y acomedido aprendiz.
Apenas habíamos comenzado a caminar cuando me topé con una cría, quizás de año, me quede viéndola un par de segundos en el fondo de una cañada, seguramente por allí andaba la venada pero no la busque, seguí caminando con el señuelo de ver el venado macho, hacía mucho calor, los rayos del sol caían como plomo, no llevaba cachucha ni sombrero, así que para las nueve de la mañana se me acabó el agua y ya me había comido una naranja, la otra se me cayó sin darme cuenta, cerca de las doce del día comencé a sentirme mal, mareado, con ganas de vomitar, sin fuerzas y veía borroso, perdí el sentido de orientación quedado inconsciente, por instinto me refugié en un “cirguelo” sin hojas ni brotos salvo capullos de “cirguelas” que comenzaban a reventar de la flor, me senté en el tronco del “cirguelo”, recosté el rifle y comencé a sudar como loco sintiéndome cada vez más mal, de suerte que perdí el conocimiento no sé por cuánto tiempo, hasta que reaccione cuando Manuel me estaba dando pequeños sorbos de café caliente sin azúcar, no dejaba de hablarme, solo escuchaba una “boruca” inaudible, no escuchaba ni veía nada, poco a poco comencé a recobrarme sin saber que había pasado y en dónde estaba, con la misma Manuel agarró el .22 Magnum y palanqueándome de un brazo me llevo hasta el carro, solo recuerdo que traía mucha sed, ya que llegamos al “paraje” Manuel me sirvió poquita agua al tiempo en un vaso, le dije “dame más, en la hielera hay agua fría”, “ni loco te voy a dar, poco a poquito y agua al tiempo, ni pienses que te voy a dar agua fría”, me remató, seguí tomando pequeños sorbos de café caliente sin azúcar que me hacía sudar a chorros.
A las cinco de la tarde ¡Fierros! pa’ tras, hasta otro día me enteré de lo que realmente había pasado, Manuel no agarró nada y menos yo, en el trayecto a esta ciudad llegamos a la tienda del “35” y me compró suero oral, y él uno “seiscito”, llegando a mi casa consulte por teléfono médico, me recomendó tomar mucho suero y hacer reposo, a reserva cómo reaccionaba, si había necesidad tendrían que ponerme suero intravenoso, me bañe y dormí toda la noche hasta otro día, amanecí todavía mareado, con un ligero dolor de cabeza y con el estómago revuelto. ¡Qué tal!.
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