Temática versátil.
Hace unos días tuve el honor de recibir en mi domicilio al escritor y periodista Víctor Octavio García. Fue una charla de viejos amigos y advertí: en ciertos momentos de la plática la mirada profunda de un valor sudcaliforniano.
Típicamente se parecía al capitán José María Garma González en el poema “El Guaycura” que al rematar un dardo como un estoque toledano lo decía a través de una cabalgata de la historia: “No te ofrezco la tierra, otra vez dijo el guaycura al gran conquistador- y había en su caminar un extraño continente – y en su mirada un sublime y extraño fulgor-
De ahí para adelante la plática arrancó hacia la invasión alemana que propicio el nacimiento del existencialismo, la filosofía de la paradoja, lo lógico de lo ilógico.
Jean Paul Sartre maestro normalista escribe un libro llamado “La Republica del silencio”. Hace 50 años le entendimos que el normalista decía que en un ambiente de silencios ominosos oprimidos por la fuerza bruta se levantaba la más grande de las repúblicas. Cada uno sabía que en ese silencio se encontraba la libertad de todos.
El mismo riesgo del soldado para el comandante y jefe, una democracia inexistente, ganan los fuertes y pierden los débiles. Hace también algunos años me toco intimar con un Juez Federal en esta ciudad con las características de mi responsabilidad como director general del centro de prevención readaptación social. El magistrado enfermo de un problema cardiaco y me di a la tarea de llevarle un libro en donde se hallaba hospitalizado. Era de Coahuila. Un día en el viejo edificio de independencia sede del juzgado de distrito le preguntaba yo: “¿Señor Juez, cuando usted va a dictar sentencia piensa en las condiciones en que se cometió el delito? Me observó y dijo: “Esa es la filosofía de la jurisprudencia”, y dígame: ¿usted estudio alguna vez leyes? Y repuse que: “No, pero en algunas ocasiones cuando he analizado los expedientes federales más que para determinar una pena, pedir alguna experiencia, llego a la conclusión que ni todo lo legal es justo ni todo lo justo es legal”. Y me dijo: “Efectivamente, no es posible condenar desde la instancia nuestra a quien es sorprendido con 100 gramos de estupefacientes que alguno que cruza los cielos para envenenar países vecinos porque no habría equidad y ni la balanza de la justicia se inclinaría”.
Hoy cuando soplan vientos de fronda, y aquí queremos dejar una constancia bien definida de que no estamos sentenciando ni culpando a nadie de este o aquel delito. La presunción de la inocencia es válida mientras no se compruebe lo contrario. Por eso la profesión de abogado es una de las más apasionantes, sus entramados. También hace tiempo que leí un libro de ficción llamado sala de jurados, cuyo autor es Quentin Reynolds donde una persona es condenada porque victimizo a quien lo había ofendido gravemente. Aparece allí la expresión del sentenciado cuando le dice al juez de la causa: “! Vaya usted y tizne a su madre!”. Obviamente el juez es sorprendido y pega un golpe con el martillo y reconviene al sentenciado y la parte defensora le dice: “Lo mismo que sintió usted es lo mismo que sintió mi cliente, porque nadie puede determinar si el momento en que esa persona es ofendida sus procesos mentales están en su lugar”.
Mucho se ha dicho sobre la madre de familia que va cargando un crio y es sorprendida sustrayendo una botella de aceite y sopa para darles de comer. ¿y que hay con aquellos que no roban una botella de aceite sin que son los carroñeros que hay en el mundo que llenan las alforjas y levantan el vuelo y no son alusiones personales, son verdades que duelen. ¿Cómo no castigar a los homicidas que datan desde las muertas de Juárez hasta los secuestros que van y dan para prostituir jovencitas?
Por ello es importante que las profesiones estén bien marcadas por la ética, por la honestidad, por los deberes cumplidos y por compartir el dolor de aquellos que en muchas ocasiones no tienen como encender la hoguera para poner la hoya de frijoles porque sencillamente no los tiene”. Ha habido avances pero todos los días en todas partes, en Rusia, Ucrania, en los mexicos, se ven cosas que sería largo enumerar.
Se me quedo viendo Víctor Octavio después de cambiar impresiones y me dijo: “Mira, profe, si tengo muchos amigos que bueno, y si tengo uno también, pero ese uno debe ser firme, franco, noble, no para que me dé sino para que luche junto con los demás, por comunidades en todo el mundo para que seamos mejores cada vez. Con ese uno no necesitamos a muchos hijos de la chingada”.