Afirmar que Pemex está en quiebra es una realidad aritmética. Sus activos son mayores a sus pasivos y arroja perdidas. Si el gobierno regalara PEMEX pocos se animarían a recibir a ese monopolio estatal con su actual situación financiera.
Lo que debe, pasivo, es mayor al valor de sus instalaciones.
Al 2022 los activos de PEMEX sumaron 96,700 millones de dólares. Sus pasivos o deuda, la más alta de todas las petroleras del mundo, 108,436 millones, valor superior al de todas sus instalaciones.
En la anterior administración y cuatro de la actual, sus resultados reflejan pérdidas. En 2018 fueron de 148,633 millones de pesos, en 2021 alcanzaron los 244,363, un 69.4% superiores a las del 2018.
PEMEX no tiene para saldar los pagos de intereses de su deuda. El gobierno los cubre con dinero de los impuestos.
El robo de combustible, conocido como “huachicoleo” se incrementó en un 196.6% con el actual gobierno.
PEMEX no satisface el consumo interno de los derivados del petróleo, importa alrededor del 70% de las gasolinas consumidas en México, el 68% del diésel y más del 70% del gas (2022).
La balanza comercial petrolera es deficitaria. De enero a septiembre del 2022 PEMEX recibió 30,999 millones de dólares por exportaciones de petróleo crudo, pero gastó 59,139 millones en importar derivados del petróleo, diésel y gasolinas, entre otros.
PEMEX es una carga, no un beneficio para México. Su propiedad por el gobierno no garantiza la soberanía nacional. Cada día dependemos más de las importaciones de los EUA.
Requiere subsidios del gobierno, tomados de los impuestos, para completar el pago de su nómina y gastos de mantenimiento.
EUA no ha perdido soberanía porque las petroleras estén en manos de particulares, lo que es un mito del gobierno mexicano. La propiedad del gobierno de PEMEX solo sirve para que la saqueen altos funcionarios, como lo hicieron el sexenio pasado, por lo que encarcelaron a su anterior director. Esperamos no se repita la corrupción este sexenio, pero la deuda, pérdidas y robos de gasolina siguen creciendo.
La solución es vender o regalar PEMEX, aunque izquierdistas se rasguen las vestiduras por esta lógica recomendación.