Don Macedonio de La Toba
Hace unos años conocí a don Macedonio de La Toba, mejor conocido como “El Chaparro”, buen hombre, producto genuino del trabajo y del sacrificio: Don Macedonio viajó mucho años por la zona serrana del norte de La Paz moviendo mercancías y comercializando quesos de chiva y chivos, dos o tres viajes al mes recorriendo las desoladas brechas que van y mueren en Los Llanos de Kakiwui, el último rancho comunicado por brecha; gran parte de su vida está íntimamente ligada a esas rancherías que construyen todos los días su propia historia; tantos años de caminar ese extenso territorio -más de cien kilómetros de brecha-, sierras, arroyos, valles, llanos, ancones, desfiladeros, portezuelos, cañadas, lo convirtieron en un profundo conocedor del terreno, en un beduino fuera de Golea y el Qued, en tierra del Islam.
En su andar por la sierra, en ocasiones se quedaba varios días con amigos y parientes para darle rienda suelta a su gusto, caminar en el monte, a pie o a caballo, buscando reses, (campeando) o en pos de un “hijuelachingada” (venado), conocedor como pocos de sus mentideros, y fue justo en una de sus salidas al monte como beduino errante cuando ocurrió la historia que hoy les comparto; muy temprano salió del rancho Santa Rita a buscar un torete que tenía tratado, se lo había encargado a varios vaqueros pero ninguno había dado con el animal, a don Macedonio le urgía “pillarlo” porque le significaba hacerse de un “dinerito”, así que muy temprano ensilló un macho y se fue en busca del torete “peinando” los lomeríos, cañadas, ancones y arroyos que se forman desde las faldas del cerro de “La Borrachera” hasta Matancitas, conocedor y familiarizado con la bestia que montaba (macho), no le fue difícil revisar cada rincón del intrincado terreno.
Había caminado casi todo el día abastecido apenas con burritos de queso de chiva y un jugo Kerns cuando cayó en uno de los brazos del arroyo de Santa Rita, en lo que se conoce como la “cañada de Pablo”, se topó con un caballo en medio del arroyo, le extrañó verlo echado en medio del arroyo, y desde su montura comenzó a espantarlo y el animal cabizbajo, no se movía, de vez en cuando clavaba las orejas (orejeaba) en dirección donde él estaba con intenciones de levantarse de donde estaba echado y embestirlo, fue allí cuando se dio cuenta que el caballo andaba enfermo (con rabia), buscó una ladera para apartarse del animal y emprender su regreso al rancho, el caballo se levantó, trato de trotar hacía donde él estaba, y se detuvo, don Macedonio siguió con su plan de salir del arroyo, agarrar la brecha de carro, sabía que el animal lo seguiría, tan como ocurrió, en cuanto agarró la brecha se encontró con otro ranchero que iba para el rancho Matancitas, él ya había reconocido el caballo enfermo, un retinto de colorado, y sabía que era de Carlos Amador, del rancho Matancitas, con el ranchero le mando decir a Carlos Amador que andaba un caballo de él enfermo, que “juera” a verlo, le dio señas donde estaba, mientras el siguió en dirección a Santa Rita, siempre en alerta porque sabía que el animal lo seguiría, así que cada quebradera de palos entre el monte lo ponían en máxima alerta; cuando llegó a Santa Rita, desensilló el macho, lo metió al corral, le dio agua y comida y guardo la montura, le dijo a Pablo Romero, del rancho Santa Rita, que había que están al pendiente, que andaba un caballo con rabia, que muy probablemente lo seguiría y les “caería” en el rancho en cualquier momento, al día siguiente se enteró que Carlos Amador, de Matancitas, desatendió su advertencia y le dijo al ranchero con quien le había mandado avisar que el caballo no tenía nada, que el caballo así era.
Al día siguiente salió Carlos Amador y otros vaqueros a “campear”, se internaron en la “cañada de Pablo” que queda pasando el rancho “La Angostura”, cerca de Matancitas, en uno de los ancones más enmontados, muy cerca de la brecha de carro, se toparon con el caballo muerto, sin los dentros o los dentros comidos todavía con la sangre fresca, el caballo lo había matado un “lión” (puma) en su desbocada carrera siguiendo a don Macedonio, y fue cazado justo cuando estaba a punto de agarrar la brecha de carro, allí no se necesitaban plantear hipótesis ni exigir pruebas de balística, la lógica y el sentido común dictaban que había sido cazado por un “lión” (puma).
Ese mismo día cuando Carlos Amador y los vaqueros que lo acompañaban se encontraron con el caballo recién muerto, detectaron en una de las partes más montosas del ancón, mucha “trilla” que había dejado el animal enfermo, lomboyes mordidos y palos blancos, el caballo se había escondido entre unos ramajos esquivando la luz, tenía mordidos todos los palos alrededor, una clara señal de que traía la rabia y andaba muy agresivo.
Don Macedonio tiene años que ya no viaja por su edad pero sobre todo por problemas de salud, en un par de ocasiones me acompaño en mis frecuentes viajes a Los Llanos de Kakiwui, lo que me ayudó y permitió a conocer más de este mítico territorio lleno de misterios y sorpresas, una zona que en lo personal me gusta mucho porque me traslada a mis orígenes como una fuente de inspiración y nostalgia en mis años de viejo. Vayan estas modestas líneas como un humilde reconocimiento a don Macedonio de La Toba, “El Chaparro”, un auténtico beduino fuera de la tierra del Islam; un sudcaliforniano que ha honrado su origen dándole sentido y dirección a su proyecto de vida. ¡Enhorabuena don Macedonio!, larga vida con salud, amor, dicha y prosperidad, que el Señor lo siga bendiciendo. ¡Qué tal!.
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